Sabiendo que estaba vivo gracias al enorme malestar que sentía por todo el cuerpo, Adam intentó ver lo que le rodeaba, pero sólo pudo discernir varias figuras borrosas bajo una luminosidad inusual.
Sin esperar un segundo a adivinar si eran supervivientes o zombis, intentó levantarse pero uno de aquellos seres, agarrándole con una mano, se lo impidió. Tumbado de nuevo, volvió a intentar ver a su alrededor, y esta vez sí lo consiguió. Junto a la cama, cinco personas, tres hombres y dos mujeres, una de ellas de unos dieciocho años de edad, le miraban con gesto aliviado.
Uno de los hombres, que dijo llamarse Jeff Finnes, le informó de que ahora estaba en un edificio cercano al lugar donde había perdido el conocimiento, en una sala de calderas, y a continuación le presentó al resto del grupo. Los hombres se llamaban Peter y Hugh, y las mujeres, Pam, la más mayor, y Sidney.
Después contó cómo le habían salvado.
Él y Pam habían salido del refugio para buscar más armas, medicinas y otros útiles, como habían ido haciendo todos, menos Sidney, a lo largo de la tarde y la noche. En una de las calles, mientras caminaban bajo la amenazante oscuridad, descubrieron a un grupo de zombis que corrían frenéticos por una calle próxima. Decidieron seguirlos y cuando los alcanzaron, viendo que estaban a punto de devorar a un niño, los cosieron a balazos con dos M-16 que Pam y Hugh habían tomado "prestadas" de unos soldados descuartizados en una de sus salidas.
Mientras escuchaba, Adam se fijó en el leve dolor que sentía por encima de la nuca. Puso la mano en ese punto y con cierto pudor descubrió que le habían curado una brecha bastante importante, aunque no había hecho falta coserle.

Finnes comentó que faltaba poco para que amaneciera, y entonces saldrían del refugio para, a la luz del día, huir de aquella pesadilla para siempre.
De pronto Peter, que estaba cerca de una pequeña radio a pilas, pidió silencio. Una voz entrecortada estaba informando acerca de algo que les concernía. Hacía pocas horas, un superviviente de las tropas de asalto había informado a sus superiores sobre la situación de la ciudad, que casi todos los militares habían muerto, que no había supervivientes y que todo estaba lleno de criaturas monstruosas, solicitando, a continuación, que enviaran aviones para destruirla.
La voz añadió que los altos cargos, con permiso de los políticos, habían aceptado la solicitud de ataque: poco antes del amanecer, a las 6,15 horas, seis cazas de las Fuerzas Aéreas llegarían a la ciudad y comenzarían a destruirla.....
Todos, menos Adam que todavía estaba algo conmocionado, miraron su reloj: eran las 6,04...