Susana – 6
Capitulo – 6 - La cena inolvidable...

Otro domingo con Susy.
Estoy viendo videos clip musicales en la tele. La puerta se abre… es Susana.

Su sonrisa de sol - ¡Hola!... como está mi “celosito”.
Yo - ¡Disculpa!..
Miro alrededor - ¿me hablabas a mí?

Susy - ¡No!... claro que no. Le hablaba a Carlos… ¿No está aquí?

Me tapo los ojos con la mano izquierda y la voy bajando hasta quedar tapándome la boca y sosteniendo mi barbilla pensando y mirándola… sin responder.

Susy - ¡Ay!… pero que “carita”.
Yo – Mira, sé que el tal Carlos no existe pero no lo menciones… ¿Quieres?
Susy– Entonces todavía estas “picadito”.
Yo - ¡No señora!... nada de picadito… nada de picadito, solo que me hiciste pasar un mal momento.

Pone los ojos mirando para el techo, los baja, sonríe y dice – De acuerdo.
- Ahora dime quien de los dos cocina.

Yo – Hoy ninguno cocina. Cenaremos afuera…

Ella viene corriendo y me abraza tirándome otra vez al sofá.
Me besa por aquí, por allá.
Yo – Pero bueno… ¿tan mal cocino?

Hago como que me molestaran sus besos - ¡Mira!... tranquila… ¿Sí?... y ya no me estés “baboseando”.

Me paso la mano por la cara y miro la palma con asco.

Susy (con sus ojitos llenos de lágrimas) - ¡Ay!... eres lo más odioso...

Intenta alejarse pero la atrapo y cuando la beso sus lagrimitas mojan mi cara... se resiste ofendida.

La tengo abrazadita (ella encima de mí) gimotea.

Yo – Mire, usted se volvió mimosa pero que muy mimosa.
- Ya no se le puede hacer una bromita que enseguida “llueve”.

Tomo su carita con ambas manos y parte de sus cabellos y la miro a los ojos.
Ella no dice nada cierra sus ojos, como única fórmula para escapar a mi mirada, y dos lágrimas se escurren y ruedan por sus mejillas.
Miro sus labios entreabiertos, cierro mis ojos y la beso. Mi mano izquierda ahora abraza su espalda y con la derecha atrapo sus cabellos empujando su boca contra la mía.

Luego del largo beso, se sienta (haciendo pucheritos), se pasa las manos por las mejillas.
Luce una carita “mimosa-ofendida”.
Le traigo unas servilletas de papel y una copa con agua.

Susana toma una servilleta con las dos manos y se la pasa delicadamente por los ojos (cuidando el maquillaje).

Suspira… sus senos asoman por su escote.
Ella me mira (ofendidita). Yo le miro el escote, sonrío y levanto y bajo mis cejas… ella sonríe.

Yo - ¿Vamos?

En el restaurante…
Yo elegí “Codornices con salsa Madera”, ella “Cazuela de Pulpo”… un vino de la carta.
Hay un grupo musical que entonan inéditas canciones italianas… vienen a nuestra mesa.
Una guitarra, un acordeón a piano y un violín.
Nos rodean, el que toca el acordeón canta y le dedica la canción a Susana.
Ambos dejamos de comer y los escuchamos. Ella sonríe feliz… terminan y aplaudimos.
Ellos se van a otra mesa… nosotros brindamos.
Ella come y sonríe (sabrá Dios de qué) yo la observo embelesado.
A los postres ella pide helado y “Selva Negra” (una especie de torta alemana de chocolate).
Yo pido un helado y café.

Ella – Nunca me voy a olvidar de esta cena.
Yo – Tampoco yo la olvidaré… cuando tenga que pagar.

Se ríe.

Yo – No te rías… olvidé las tarjetas.
Ella - ¡Ay!... me muero…
Yo – No te angusties… yo saldré corriendo y tú tras de mí.
Ella – Por favor no me hagas esto.
Yo – Tienes razón. Mejor llamamos al mozo y le decimos que tú vas a quedarte a lavar los platos y yo te recojo mañana… ¿Qué te parece?
Ella - ¡Ay! Dios mío voy a morirme de la vergüenza… eres… eres…
Yo – Estoy ansioso por saber… ¡dime!... ¿Qué soy?
Ella – Eres un ¡estúpido!... un ¡malnacido!... un ¡desgraciado!...
Yo – Bueno, es verdad… así soy.
Ella – No seas cínico que voy a “reventarte” un plato en la cabeza.

Ya no puedo aguantar más y me desternillo de la risa.

Ella – Esto no es gracioso… ¿de qué te ríes?

Llamo al mozo – Pongo en el platillo, con la cuenta, mi tarjeta de crédito.
El mozo me mira reírme y le digo – Es que mi amiga acaba de contarme un chiste buenísimo.

Cuando quedamos solos - ¿Sabes?... todo esto fue para que en verdad no olvides esta cena.
Ella - ¡Me la vas a pagar!
Yo - ¡Ya pagué!
Ella, más relajada pero aún asustada - ¡No!.. Tú pagaste la cuenta del restaurante pero no la deuda que ahora tienes conmigo.

Me pongo serio y digo – No me gustan las deudas… si tengo que pagar, pagaré ahora.
Ella – Te cobraré cuando yo quiera.
Yo – De acuerdo… ¿Nos vamos?

En el carro no me habla… yo tampoco.

Poco después - ¡Oye!... ¿Dónde queda tu casa para dejarte allí?

Ella explica.

Yo – Muy complicado… mejor te tomas un taxi.
Ella – Pero si a esta hora no pasan taxis… además es peligroso.
Me orillo y me bajo, cierro mi puerta y le digo – Usa mi carro… yo veré que hago.
Empiezo a caminar…
Ella se baja del carro y va tras de mí - ¡Joaquín!... no te enojes… yo no sé conducir tu carro.
Tiene muchos botones y es sincrónico.
Sigo caminando y ella medio corriendo – No seas así… volvamos a carro.
Sin responderle entro en una florería que conozco y está abierta las 24 hs.
Doña Rosario (la dueña) - ¡Hola! Señor Joaquín… ¿Qué le trae por aquí?
Yo – Por favor hágame el ramo más hermoso que pueda… tengo que empezar a pagar una deuda.
Susana - ¿Es para mí?
La miro sonriendo – Pagaré lo que sea… hasta que mi deuda contigo quede saldada.
Conversamos… nos reímos…
Doña Rosario - ¡Qué le parece!
Yo - Es un ramo precioso Sra. Rosario.

Lo tomo con ambas manos y se lo entrego.
Ella lo recibe y lo carga en sus brazos como a un bebé.
Mira embelesada su ramo, sonríe y me regala un beso – Eres una caja de sorpresas todo el tiempo.

Volvemos al carro rumbo a mi apartamento.

En el carro ella – Contigo cada momento es una aventura… nunca conocí a alguien como tú.

Yo (con aire petulante)- Es que soy único… soy un ¡estúpido!, un ¡malnacido! y un ¡desgraciado!.. ¡Sí… Sí… único… único!

Ella sonríe negando con la cabeza y me besa la mejilla.

¡Bah!... me “babeaste” de nuevo.

(Continuará)