Susana 12

Capítulo 12 - "Apelar el veredicto"


Aprieta mi cara contra su sexo… cada segundo me aprieta más…
Me estoy asfixiando…
Afloja y me mira. Busca algo en su sostén…

¡¡¡LA LLAVE!!!

Joaquín arrodillado – Pero si vi cuando la tiraste…
Susana – Él me dio dos llaves y la que tiré está en su balcón.
Joaquín – ¡O sea que todo fue un plan!

Me da la llave y me quito las esposas, me masajeo las muñecas mientras nuestras miradas cruzan mensajes libidinosos…

Apoyo mis codos en sus rodillas mientras miro las marcas en mis muñecas… y sus piernas se abren.
Instintivamente con la mano presiona su falda contra el cojín cubriendo sus partes íntimas.
Me levanto y me siento en el otro sillón.

Joaquín – Sé que todo aquello fue circunstancial y te juzgué a la ligera. No quiero justificarme pero ponte tú en mi lugar y repasemos la situación a la inversa.
Tú pasas en un taxi y me ves con una fulana que no conoces, la abrazo, la giro, la beso y camino directo al hotel… ¿Qué habrías pensado tú?

Susana – No sé… yo me habría sentido muy mal.
Joaquín – Los hombres también nos sentimos mal… y mil cosas vuelan a nuestra mente.
Primero me sentí confundido… no lo podía creer. Esperé a verte la cara y confirmar… eras tú. Abrazada con un fulano.
No hacía mucho me habías hecho creer que te ibas a encontrar con un tal Rubén, quien era un mujeriego… ¿Recuerdas?
Bajo esas circunstancias pensé lo peor.

Susana – Pero yo no tuve oportunidad de defenderme.
Joaquín – Cuando te estaba diciendo de todo fue tu oportunidad…
Susana – Pero yo no podía ni hablar, tenía un nudo en la garganta y solo podía llorar…
Joaquín – Entonces mis chancees de ser perdonado son cero.
Susana – Más o menos.
Joaquín – Yo creo que había circunstancias atenuantes que deberías considerar.
Susana – Es que fuiste muy injusto conmigo…
Joaquín - ¡De acuerdo!... culpable soy pero con atenuantes.
- Quiero saber si seré condenado a la pena máxima, si seré remitido a trabajos forzados, si cumpliré cárcel… ¡dime!

Susana - ¿Trabajos forzados?... podría ser…
Joaquín – ¿Y tú serias capaz de someterme a una pena?... ¿No me vas a perdonar?

Me mira con ternura por una fracción de segundo…

Susana - ¡No!... perdonarte no, no creo.
Joaquín - ¿Entonces…?
Susana – Te condeno a no vernos por un mes.

Escucho la “sentencia” y me quedo viéndola sin decir palabra… ella también me mira como esperando mi reacción.
Aparto mi mirada de ella apoyo mi codo en el apoyabrazos y con esa mano sostengo mi cabeza en aptitud de meditación.
Se instala un prolongado silencio.
Ella toma un mechoncito de cabello y lo recorre entre sus dedos hasta las puntas, lo mira. Toma otro mechoncito…
De cuando en vez me dedica una mirada rápida.

Susana (impaciente) - ¿Pero y entonces?... ¿Te vas a quedar allí sin decir nada?
Joaquín – Nada tengo que decir… ya fui juzgado y sentenciado.
Susana - ¿Entonces ya te rendiste?
Joaquín – No entiendo…
Susana – Deberías protestar el veredicto, hablar en tu descargo…
Joaquín – Pero si esto ya es cosa juzgada…
Susana – Bueno, en ese caso deberías apelar el fallo… ¿No vas a hacer nada?
Joaquín – Pensé que había Sentencia Firme pero tienes razón falta el discurso de cierre de la defensa…

- Señores del jurado: Si bien es cierto que mi defendido es culpable de la falta que se le imputa existen circunstancias atenuantes… bla… bla… bla…
- Por lo tanto solicito a Usía tenga en consideración las mencionadas circunstancias atenuantes y en vista que es esta la primer ofensa a la ley por parte de mi defendido pido benevolencia y que sea absuelto de todos los cargos que le son imputados.
Susana (Usía) – El imputado póngase de pie.
– Considerando la brillante defensa y la existencia real de las mencionadas atenuantes sentencio al acusado a conceder tres deseos a la agraviada…

Joaquín (el imputado) – Un momento Su Señoría… ¡Prefiero la anterior sentencia!

Susana - ¡SILENCIO EN LA SALA!
- Si vuelve a emitir opinión sin mi expreso consentimiento lo arrestaré por Desacato a esta Corte.
- ¡Comisario!... las esposas.

Joaquín – Por favor Su Señoría… si va a poner las “esposas” en mis manos, prefiero la del Sr. Fiscal.
Susana - ¿A qué se refiere el acusado?
Joaquín – A la mujer del desgraciado Acusador Público…
Susana - ¡Desacato… desacato!...

Corro hasta ella, me le tiro encima tumbando el sillón donde ella está.
Rodamos…

Susana - ¡Ayyyyy!... ¿Qué estas haciendo?

Me le monto encima, tomo sus manos con las mías y la pongo en “cruz”.

Susana - ¡Déjame!… ¡Ayyyy!…. ¡Mhmmm!

La estoy besando a mi antojo…

Se resiste cuanto puede.
A veces logra zafar su boca y mueve la cabeza para un lado y otro tratando de esquivar mis besos.
Peor para ella…
Atrapo su cabeza… mano izquierda aferrando su quijada y mano derecha en puño tomando sus cabellos.
La beso cuanto quiero…
¡¡¡Lagrimitas!!!

Joaquín - ¿Qué?... ¿Qué te pasa?
Susana (llorando) – Así no…
Joaquín – Pero… ¿qué te sucede?... ¿Por qué lloras?
Susana – Porque me estas “maltratando”…
Joaquín - ¡Por Dios!... No te estoy maltratando… tal vez soy un poco efusivo y algo salvaje pero no te haría daño.

Sentado a su lado, en el suelo, la abrazo, acomodo sus cabellos, limpio sus lagrimitas, beso la comisura de sus labios…
Joaquín - ¿Qué te parece si el fin de semana que viene nos vamos a una isla del Caribe?

Se sienta con los ojos agrandados y una sonrisa que ilumina su rostro…

Susana - ¡Ayyyyyyyyyyyyyy!... ¿A dónde iríamos… dime… dime…?
Joaquín (también sonriendo) – Pero … ¿y aquella tristeza y la cuestión…?

Susana sigue con la emoción… me acuesta en el suelo, se sienta encima de mí (como a caballo)… - Podríamos ir a Curazao…
Joaquín - ¡Maravilloso!
Susana - ¿Qué te parecería… Jamaica?
Joaquín – Me gusta…
Susana - ¡Ay!... ¡Qué bonito!... yo nunca estuve en esas islas.
Joaquín – Bueno, ¿ya decidiste dónde iremos?
Susana - ¿Y si te digo Antigua y Barbuda?
Joaquín - ¡Ah nooooo!... con tu “mamá” no.
Susana (ofendida) - ¡Odioso!... son unas islas.

(Continuará)