Sentada en el camino, pensaba en unos meses atras. En su país, su familia, lo que quedo de su casa. Fueron días frenéticos para toda las personas de su entorno. Todos querían aportar algo para que su marcha se hiciera realidad. Habia alguien valiente que no se conformaba con lo que tenian. Que quería otro futuro, en ella se veían todos reflejados. Unos les decían que era muy joven, otros que quizás no llegara, pero la mayoría la envidiaban.
Habia optado por lo que todos quisieran hacer y nunca tuvieron valor. Su Nigeria esa tierra tan bella y tan rica era, un lugar inhóspito para todos. L a religión esa que tiene que llevar a todos a encontrarse, los separaba cada vez más. Musulmanes y cristianos. Eternos compañeros de viaje y eternos enemigos.
En unos instantes desaparecían mujeres, perdían hermanos, padres e incluso sus hogares. No podía más. Si tenia que morir lo aria luchando por algo mejo recordaba nítidamente el día de su partida. Todos fuera en ese camino de arena, tantas veces recorrido, desde su niñez para ir por leña, por agua y también para llorar su desesperacion. Ahora era distinto. Lo que tantas veces había soñado desde niña, sé hacia realidad. Iva al encuentro de su futuro, lejos de allí.
Miro hacia atrás por ultima vez. Sus padres lloraban, pero sus caras les decía que adelante. Los demás, mudos sin gestos, quizás pensando en porque no fueron valientes.
Ella con solo diecisiete años, volvió la cabeza y se enfrento al camino. Llevaba dinero y una pequeña bolsa con algo de ropa. Pero todas las ilusiones del mundo y ganas de vivir. Ando, corrio, sé escondio, casi no comía, solo quería salir de esa tierra de miseria y muerte. Cuando se sintió a unos kilómetros de la frontera, por primera vez en su vida, supo lo que es sentirse libre, lo que es ser dueña de su vida.
Seguir, seguir, era su único pensamiento, tenia que llegar a esa tierra prometida donde todo es posible, donde todo esta al alcance de la mano. España, Europa, mi futuro, mi vida. No estaba sola en el camino, había encontrado a otros que al igual que ella quería llegar al paraiso. Su llegada a Marruecos. Hay un pequeño escalofrió recorrió su cuerpo. Sin dinero, sin fuerzas y casi creyendo que no lo conseguiria. Que todo había sido en vano. Solo en el color de su piel, notaba que despertaba el mismo sentimiento, que a los musulmanes, no la querían pero si la utilizaban. Esos meses de espera allí, la prostitucion fue su única salida. Necesitaba comer, dormir y lo más importante tener dinero para dar el salto definitivo.
Pagar al jefe de la patera que la llevaría a su sueño. Fueron eternos, contaba las horas, los minutos, eran ya ocho meses desde que saliera de su pais. Casi siempre escondida en esa casa vieja donde había infinidad de personas todas esperando lo mismo. Todas pensando si no era peor este infierno que el de su pais. Cuando miraba su cuerpo lloraba, no era la misma las palizas, las violaciones y vejaciones habían sido continuas en estos meses. No ya no era la niña que salio. Era una mujer a la que le habían roto muchas cosas en el camino, pero lo que más le dolia era pensar si merecía la pena.
Si tenia sentido ese hijo que llevaba dentro, como un salvoconducto para llegar a su sueño. Cuando lo sentía dentro de ella sus sentimientos se agolpaban rabia, dolor, impotencia. Y en algunos momentos también felicidad, era lo único que poseia, lo único que le quedaba y para él iba a ser distinto.
Llego el dia, ese que esperaba con impaciencia, si el tiempo no lo impedía embarcaría esa noche. Entrego el dinero ese que cada vez que pensaba como lo consiguió, le removía el alma. Con mucho miedo, no sabia si verdaderamente saldría o no vería mas al patron. Habia muchos que habian pasado por eso. Pero tuvo suerte sobre las siete vinieron a buscarla, solo una bolsa de plástico negro le podía hacer compañia. En ella llevaba un vestidito para su bebe y un pequeño abrigo.
Estaba al llegar lo sentia, quizas solo en dos o tres días le vería la carita. Tendra suerte nacerá en España. Cuando llego a la playa vio cientos de personas todas al igual que ella con una pequeña bolsa y tres pateras, en la orilla.
En cada una de ella entraban cuarenta o cincuenta personas. No podían moverse, casi ni respirar, sentia los lamentos de algunas, las que estaban mas cerca del combustible. Al entrar este en contacto con el agua salada les producía enormes quemaduras. Pero no podían moverse se hundirían todos.
Ella solo se tocaba fuertemente su barriga y pensaba estamos llegando, espera hijo, espera. Fue un tiempo que ni recuerda, le pareció eterno. Solo veía mar y caras aterradas o de dolor. Cerro los ojos por un instante y pensó en todos esos compañeros de camino que perdieron su vida en él. Y en todos los que la habían perdido en esas aguas. Rezo a ese Dios que desde hacia meses tenia olvidado. Era lo único que le quedaba. Era a lo único que podía agarrarse. A el y a su pequeño. Tenia que vivir, por él. Aun con los ojos cerrados escucho un gran griterío dentro de la patera. Al abrirlos vio como habían llegado, la costa era rocosa, oscura pero era su paraiso. Lo conseguimos hijo. Merecio la pena. Salto la ultima y empezó a correr por los riscos de la playa. Lloraba, reia, gritaba. Era como si después de muchos meses se sintiera viva. Se sentó en una gran roca y allí espero. Le dio tiempo a recordar a sentir que lo consiguio. Que no fue en vano. Llegaron muchas personas guardia civil, medicos. Los miro y se dejo llevar. Pensó, hijo estamos a salvo, ya paso todo. Pero en su interior seguía sintiendo miedo. Miedo a lo desconocido. Miedo a que la tierra prometida estuviese solo en su corazón.