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Testigos La Luna y El Mar

“Ningún amor es más verdadero que aquel
que muere sin haber sido revelado.”
Holmes, Oliver

Es la esquina de los recuerdos, de los momentos, de los días y las noches en que el pequeño circo improvisado entretenía a los habitantes del barrio a cambio de una sonrisa.

El malabarista, el mayor de los tres hermanos, hacia su numero con sus naranjas un poco mallugadas mientras la gente hablaba con su miraba y sus pupilas dilatadas; el come fuego, el segundo, con su lengua algo seca por el alcohol, dejando boquiabiertos a sus admiradores; y aquel, el chico de 15, escondido detrás del rostro de su personaje cómico: el mimo. Sus imitaciones de la gente lo incentivaba mas a fabricar aquella sonrisa de pena en los rostros de los habitantes del vecindario, mientras las monedas caían en su maltrecha bufanda y así, sus días continuaban para aquellos huérfanos, que a la puesta del sol se retiraban a su cuevita a repartir el fruto de la alegría que le hacían sentir a la gente… otro día mas.

Al día siguiente, ya la esquina esperada el pequeño show, aquella muestra con personajes incognitos; de pronto, las naranjas empezaron a acariciar el viento con su sube y baja, el fuego iluminaba la mirada de los presentes y aquéllas manos blancas intentaban contener el muro de la gracia y la alegría, y así, los días pasaban en aquella esquina donde la felicidad se contagiaba a su alrededor.

Uno de tantos días, entre aquel festín de malabares y trucos, los ojos del mimo se paralizaron y así su gracia. Y cual fue la razón, el mimo se quedo inmóvil, observando el interminable pasillo de la catedral, sus ojos no parpadeaban, sus manos sosegadas en su pecho, su cuerpo reposado en su ultima gracia, y allí, su razón de tal extraña postura, el tiempo se detuvo casi por completo para el mimo y mientras por el pasillo se revelaba la graciosa figura de una niña, caminando sonriente de la mano de una señora algo anciana. Aquella niña no era más que la simple expresión de una constelación de sentimientos al alba de una mirada inocente. Los ojos de aquella niña se fijaron en los del mimo, contemplando la tristeza del maquillaje, al instante que su brillo reflejaba la felicidad desbordada a la admiración de tanta hermosura, mientras ella se acercaba. La gente alrededor comentaba la gracia del mimo por estar inmóvil todo ese tiempo, pero ellos no entendían la razón. En un instante dado y más rápido que el aletear de un colibrí, aquel mimo, saco de sus mangas una rosa, extendiendo su mano hizo reposar una figura de pétalos sobre un mar de cabellos castaños que vacilaban al coqueteo del viento, mientras una sonrisa misteriosa y a la vez tímida era ofrecida a aquel mimo paralizado entre un gracias se escapaba de los inocentes labios de aquella niña, al tiempo que una corriente de luces abrazaba y hacia levitar al mimo que se perdía en un profundo viaje de inconsciencia emocional; aquellas luces invadían su torpe ser, provocando una avalancha de sentimientos sobre su propio cuerpo, haciendo ver a su alrededor una pintura donde su lienzo era su mente y los pinceles, aquellos ojos estremecedores de una ilusión echa realidad al pasar un día por entre los desconsoladores suspiros de una esperanza que se perdía con cada paso que lo alejaba de su sueño, al tiempo que una naranja golpeaba su pobre boina, haciendo que este torpe volviera un poco a su realidad, viendo marchar a la gestora de una sensación nunca sentida, haciendo honra a su maquillaje triste.

Al terminar el día, los hermanos volvían a su humilde guarida y así compartir las ganancias; aquel mimo decidió contemplar la noche con su amiga la luna, con una hermosa vista al mar mientras su cuerpo descansaba sobre una raíz de un árbol cortado a la que había bautizado “La Cuna de los Pensamientos”, la cual invocaba cada vez que sus sentidos solicitaban una conciliación con su ser; aquel mimo no dejaba de pensar en esa figura frágil fracturaba su corazón, ya sabia que su amor correspondido era una fantasía, pues las familias de altos dominio condenaban la unión con un incapaz de generar riquezas y con esta conclusión, aquel personaje concilio su sueño en medio de la resignación al no poder nunca acercarse a aquel ángel… que fría es una promesa sin la presencia de una vida sin su amor.

Aquella niña, pertenecía a una familia descendiente de una doctrina militar y, como es de esperarse, su padre, un general, era el comandante de las fuerzas militares que servían al reino que guardaba esta historia.
Después de muchos años, de resignación y desamor, aquel mimo ya era un gran artista y aun conservaba aquella magia de hacer brillar sonrisas de pena a su alrededor, pero su maquillaje revelaba el verdadero rostro de su corazón; triste.

Un día de tantos, el mimo sintió algo en su pecho, un ahogo sin explicación, sentía que su corazón se iba a salir de su débil pecho y, la razón de tal extremo sentimiento fue la presencia de aquella niña echa mujer en su pedazo de lugar de alegrías… solo una baldosa los separaba de sus deseos, para sorpresa del mimo, ella andaba sola y detuvo su marcha solo para encontrar la brújula de su mirada, y al fin, detrás de un poco de maquillaje entristecido, pudo encontrar el alma de sus latidos; a lo que el viento aparecía buscando un lugar entre ellos, sus manos se acercaban para encontrarse en un espacio correspondido en las pequeñas sensaciones de sus dedos y poder ver volar mariposas a su alrededor, instalándolos en un universo de infinita calma, por un instante, en que una vos de mujer madura detuvo tal magia: la abuela de la niña había llegado en el momento justo e interrumpir aquel acercamiento entre estos dos seres que habían encontrado en una calle, un sentimiento inesperado. Aquel concierto de sensaciones y colores, había culminado por culpa de un pensamiento y una posición discriminativa que los impedía unirse.

Esa noche, el mimo acudió a su raíz para poder pensar un poco, pensar en ella, pensar que no podía hacer nada mas hacerle caso a su resignación y buscar la forma de olvidarse de ella. Pero era mas fuerte lo que habitaba en su corazón, algo más que un rostro, una acogedora vos, un delicado gesto de gracia por sus bromas y una mirada picara al despedirse cada vez que pasaba por su lado. Así opto por no volver a la esquina, para así evitar verla, evitar la burla de la realidad y el sarcasmo de un destino hipócrita. La esquina carecía de risas, mientras que los fantasmas de la monotonía enfermaban cada vez mas al pequeño show, faltándole la gracia del mimo, mientras que aquella belleza pasaba por el escenario abandonado, alzando la mira en busca de una cara triste, que en contradicción desencadenaba su gran felicidad y regocijo y, al no encontrar aquella mirada triste, su corazón se contagio del mismo sentimiento y con un jalonazo de brazo por parte de su abuela, aquella mujer, abandonaba la esquina sin quitar su extrañada mirada del lugar.

Un día de tantos, en que el mimo consentía la luna desde su raíz y apenas se escuchaban las olas golpear las rocas, una extraña visita sorprendió al mimo, y en su llegada un reclamo suyo estremeció mas al mimo: “debo estar loca para atormentarme sin una razón, pero sabes que, voy a luchar junto a ti para fortalecer nuestro amor así sea por encima de cualquier obstáculo, así que toma mi mano demostrémosle al mundo que nosotros podemos mas que sus pensamientos, claro esta, si estas dispuesto hacerlo conmigo.”

El mimo no podía dejar de sorprenderse y sin titubear un instante exclamo simplemente: “Te amo, desde aquel día en que tu inocente figura ilumino mi rostro, y si es la posibilidad de cambiar mi vida para bien, estoy dispuesto a lograrlo por encima de lo que sea y poder estar junto a ti.”

Dicho y hecho, aquel momento se congelo en un solo instante con beso que unía sus cuerpos sobre un césped que era abrazado por la brisa del mar y un correspondido suspiro sellaba aquel instante siéndolos únicos testigos la luna y el mar.

Desde aquel momento, la lucha entre esto dos jóvenes quedo en solo palabras desechas y prefirieron hacerlo de una forma especial, decidieron vivir su amor en una aventura, arriesgándose a ser descubiertos; en el día, el pequeño show desplegaba sus actos y la fanaticada era cada vez mayor, creciendo en popularidad por todo el reino, convirtiéndose al fin en un espectáculo de admirar. Aquellos jóvenes realizaban su acto a su altura, el papel principal de esta historia, ellos dos, que al estar el show presente, solo eran la inspiración del otro, ella desde las gradas y él, el mimo desde la aren. Y al llegar la noche, entre eternos besos y cuerpos entrelazados por el inmenso amor que los unían, los únicos testigos eran solo la luna y el mar.

Simplemente
PEDRO
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.26
  • Votos: 149
  • Envios: 1
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