Permanecen erguidos mirando, de frente, el infinito. Dónde unos ven un vacío, ellos ven la meta que marca su ritmo. Y el tiempo pasa, sin derrumbar sus sueños ni sucumbir a lamentos.
Fuertes, guerreros; mantienen el equilibrio sin dejar que el tornado mueva sus rizos. La esperanza les lleva, los sueños les alimentan y sus pasos marcados los sujetan.
Una carrera interminable, un camino largo y un final incierto; y muy esperado. El tiempo pasa, y le permiten el paso, pero sin conseguir la cura de la que les había hablado.
La justicia, sin ver el tiempo, no tiene prisa por ir a su encuentro. No les habla, no les mira, ni tampoco escucha sus heridas. Los ha olvidado, los ha dejado y solos se han quedado. Pero ellos siguen, siguen andando; andando y esperando.
Permanecen erguidos mirando, de frente, el infinito. Dónde unos ven un vacío, ellos ven el final de su suplicio. Y el tiempo pasa, sin llevar palabras sin socavar la esperanza.
Eterna, la espera, aumenta la lentitud de su existencia. Y el susurro se hace constante. El deseo grande. Y la esperanza estalla en un mar inestable.
Un sueño lejano, o quizás cercano. Un sueño presente, o quizás futuro. Un sueño real, o quizás imaginado. Pero siempre un sueño, esperado y ansiado.
El tiempo se alarga, el camino se inclina, y la cuesta nunca termina. Senderos inacabados. Mar de remolinos. Imágenes que sacuden y dan escalofríos. El aliento se corta y el cansancio se nota, dejando cuerpos de almas rotas.
Permanecen erguidos mirando, de frente, el infinito. Dónde unos ven un vacío, ellos ven el inicio de un nuevo ciclo. Fuertes, guerreros con un susurro se dicen entre ellos ¡Levanta, lucha, corre o anda que el tiempo sino devora tu alma!