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Categoría: Hechos Reales

Traumas...

A veces cosas insignificantes que nos suceden cuando niños nos pueden dejar marcados para el resto de nuestras vidas...

Judith fue golpeada varias veces siendo muy pequeña por esas cosas al parecer sin importancia, tanto que aún lo recuerda y al contarme sus ojos se humedecen hasta casi brotarles el llanto, entonces me pregunta:

-¿Puede algo tan banal doler tanto, a pesar del tiempo transcurrido?-

Yo que soy su madre y tengo la experiencia le contesto que si, que puede suceder y no es ridículo que al recordarlo le llegue a conmover como el primer día.

Entonces comienza a recordar:

Mami, a lo mejor ni te acuerdas, pues yo tenía tres años a lo sumo, cierto día llegó a la casa la tía Juana con mis primos, le habían comprado a Marlen un muñeco de peluche blanco en su cajita de plástico transparente, cuando lo vi me quedé extasiada con él, aún puedo sentir el olor a nuevo y veo claramente las florecitas rosadas que adornaban el envase, a partir de ese momento no quise jugar con nada más y mientras mi prima y mi hermana regaban toda la sala ,como siempre, con todos los juguetes y Adrián y Jorge Luis hacían de las suyas mortificándonos yo sólo tenía ojos para el osito, tanto que Marlen en un arranque de ternura me lo regaló.

Esa misma semana fuimos a pasear a la Isla y nos quedamos unos quince días, fuimos tu, mi hermana y yo; papi no fue porque tenía que trabajar...

Me pasé todo el tiempo anhelando el regreso para poder ver mi peluche, tu no quisiste que lo llevara pues era un “ trasto más que cargar...”

Cuando llegamos a la casa lo primero que hice fue correr hacia el escaparatico donde lo habíamos guardado...

Pero...

¡ No estaba!
Papi explicó: Al otro día de irse ustedes tu tia Juana vino a recogerlo porque Marlen no le pidió permiso para regalarlo...

Seca Judith sus lágrimas y entre pucheros y risas me dice algo abochornada:

Yo debo ser boba, ahora hablando esto contigo comprendo porque siempre me han gustado los peluches y cada vez que he podido hacerme de uno, lo he logrado bajo cualquier circunstancia, ¡es casi patológico!

Pero la cosa no terminó ahí me dice entre risas y lágrimas.

Cuando ya iba a la escuela debo haber tenido seis años, Susel ¿No la recuerdas? fue una de mis más queridas amiguitas, me regaló un bebé de goma chiquitico, no tenía ropa pero era encantador parecía un niño de verdad. Me pasé todo el recreo jugando con él y me parecía que el reloj no caminaba para que llegara la hora de salir, pues quería llegar a la casa para bañarlo y que tu me ayudaras a coserle unas ropitas...

Sonó el timbre por fin, lo guardé en mi mochila y partí para la casa radiante de felicidad...

En cuánto llegué al vestíbulo me quité la mochila de la espalda para sacarlo, pues quería enseñártelo enseguida que abrieras la puerta...

Pero por más que lo busqué no lo encontré, al parecer era tan pequeño que se cayó y no me di cuenta.
Recorrí el trayecto de punta a punta no sé cuantas veces llorando desesperada, revisé cada tramo de calle y acera, miré por las alcantarillas y nada...

¡la tierra se lo había tragado...!

Esa tarde al ver mi tardanza saliste a buscarme, me encontraste llorando desconsoladamente, asustada preguntaste el por qué del llanto, te conté lo sucedido y me consolaste con cariño diciéndome:

No llores así, ya tendrás otro mejor...

Me tomaste de la mano y fuimos para la casa...

Jamás supiste que ese día perdí una parte de mi corazoncito...
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
  • Media: 5.58
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
javo
invitado-javo 21-11-2004 00:00:00

me gustan estos cuentos que ablan de la niñez vivida quizas por que para mi son los mejores recuerdos y me gusta leer cosas parecidas a mi ni ñez. para ti hoy!felicidades¡

javo
invitado-javo 19-11-2004 00:00:00

mas que tristeza tu cuento,me causa armonia pues me gusta recordar la niñez,no me cabe duda que ers de comportamiento alegre,asi me gustaria ser

Amanecer
invitado-Amanecer 19-11-2004 00:00:00

No hay nada que compense el valor de lo que se recibe con desprendimiento. No es el valor material, sino esa muestra de amor, ese regalo que nadie te puede quitar ni se puede perder.

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