Estoy triste, (se oyó una voz infantil de niña en el bosque)
¿quién anda ahí? (preguntó un poco asustado un niño)
TRENCITAS: Soy yo, Trencitas y estoy muy muy muy muy triste.
CANTARIN: pero... ¿dónde estás? No te veo, sal para que pueda verte.
NIÑA: ¡No!, no puedo salir, estoy llorando y estoy muy fea, no quiero que me veas.
CANTARÍN: Anda Trencitas, no seas cría, anda sal, prometo no mirarte a la cara ¿vale?
TRENCITAS: humm, no sé ¿y si me engañas?
CANTARÍN: No te engaño, de veras, prometido, ¡sal de una vez ya!
La niña salió de detrás de un árbol y comenzó esta conversación:
TRENCITAS: ¡No me mires!
CANTARÍN: Vale, prometido voy a mirar a tus zapatos. Dime, porqué lloras?
TRENCITAS: Lloro porque hace unos días en este árbol que tengoa aquí detrás he visto escrito mi nombre y junto a él la palabra feaaaaa, aaaahhh buahhh... ¡mira!
CANTARÍN (mirando el árbol): ¿Y?
TRENCITAS: ¡Cómo que y!, pues que no sé quién lo ha escrito ni quién me ve tan feaaaaa, snif, snif.
CANTARÍN: Bueno, bueno, tranquilízate, a lo mejor ha sido solo una broma de alguien que no sabía que te ibas a poner a llorar, ¿no?.
TRENCITAS: Ah, pues no lo había pensado así, claro que tonta, y cuando me vea que he llorado ya no lo volverá a escribir, claro, tienes razón es mejor olvidarlo... gracias por tus palabras.
A la mañana siguiente el niño se volvió a encontrar a la niña esta vez sin esconderse, sentada junto al árbol:
TRENCITAS: buahhh, buahhh.
CANTARÍN: Pero, ¿otra vez llorando?, ¿qué te pasa esta vez?
TRENCITAS: Esta vez es peor, bajo el nombre de fea está escrito Horrorosaaaahhhh, buahh, buahh.
CANTARÍN: Anda, ¿qué mal no? ¿quién será? hay que tener ganas de fastidiar para poner esas cosas ¿no? Bueno, tranquila, a lo mejor no es algo escrito para ti, puede que sea tu mismo nombre pero no seas tú ¿no te parece?
TRENCITAS: Anda, eso tampoco lo había pensado, claro puede que esa no sea yo. Ya me quedo más tranquila, gracias de nuevo amigo.
Y niña y niño volvieron a despedirse.
La escena se repitió de la misma forma por espacio de tres semanas, todos los días en el mismo árbol, la niña decía hoy me ha puesto el apellido y al lado la palabra Bobalicona y el niño contestaba: bueno, tal vez sea una niña que te tiene envidia por lo lista que eres, ¿no?.
Y así días tras días Trencitas lloraba le contaba a su amigo, su amigo lo justificaba, Trecitas se quedaba tranquila, se abrazaba a su amiguito y luego se iba a casa contenta y tranquila. Así la lista de insultos infantiles cada vez era más grande desde fea hasta voz de pito...
Con este último insulto Trencitas se sintió particularmente mal y ya no que ría ni hablar solo lloraba, ya no tenía consuelo en su llanto y Cantarín apenas podía decir nada nuevo para calmarla puesto que se le habían terminado los argumentos para que no pensara en ello, solo la rodeaba con sus brazos y esperaba a que se apaciaguara su tristeza sin decir nada...
Pasado un tiempo de estos episodios, Trencitas un buen día se encontró con otra amiguita suya llamada Perlina y ésta le dijo:
PERLINA: ¿no sabes? tu amigo ese con el que te pasas las tardes llorando hace 10 días ha tenido un accidente con su bici, le han escayolado una pierna y está en el hospital, no puede salir.
TRENCITAS (con cara de sorpresa): ¿qué? ¿qué dices? eso no puede ser...
PERLINA: Sí, me han dicho que tiene aún para varios días.
La niña al escuchar eso, abrió los ojos con gran sorpresa y sin decirle ni una palabra más a su amiga corrió al hospital. Recorrió como una exhalación todas las habitaciones hasta dar con Cantarín que postrado en un cama leía con tranquilidad un chiste.
TRENCITAS: ¡Hola!
CANTARÍN (soprendido): Ah, hola, ¿cómo tú por aquí?
TRENCITAS: Me ha dicho Perlina que habías tenido un accidente, he venido a ver qué tal estabas y cuando vas a volver...
CANTARÍN: Anda, pues gracias estoy bien, ya mucho mejor, muchas gracias.
TRENCITAS: y ¿cuándo vas a volver?
CANTARÍN: Pues no lo sé, creo que aún me quedan unos cuantos días aquí hasta que pueda andar pero no sé cuántos...
Y entonces la niña abrazándose a su amigo le dijo con su inocente y llorosa voz infantil: ¡No! Yo quiero que vuelvas cuanto antes, ¡cuanto antes!!.
El niño confuso contestó: ah, buenoo, gracias por tu preocupación pero ¿por qué tanta prisa? ¿por qué te disgustas tanto?
Y Trencitas ampliando su sonrisa con mirada picarona le dijo a Cantarín: es que si no... ¿quién va a poner cosas feas de mi en el árbol???
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MORALEJA: Siempre existe un momento en que no se puede mantener la "travesura" que se está haciendo sin terminar por ser descubierto. La ausencia de una acción por motivos de la ausencia de una persona, son la garantía de que ambas ausencias son una misma. Pero qué hermoso es que una niña comprenda que es más importante el motivo por el que se hace una travesura, y no la travesura en si misma...
Nota del autor:
Yo prefiero pensar que Cantarín grababa todo aquello en aquel árbol porque así podía estar cercano a su amiguita del alma, Trencitas, pensar eso me hace sonreir ante la historia de estos simpáticos personajes: Trencitas y Cantarín.
Este cuento tiene cedidos los derechos de autor a una productora latinoamericana.