Yo moriré en un anochecer de Enero.
Frío y acuoso, como yo, morirá el mundo.
Se vendrán conmigo los tópicos que me consiguieron engañar. Las moléculas cotidianas que hacen creer a alguna gente en pequeñeces.
Me llevaré la Luna, la Luna aquella a la que , después de tanto, descubrí preciosa.
Y al chico que a saltitos por la acera, iba riéndose él solo.
Como la sombra perfecta que dibuja la luz de una vela y que quisiéramos conservar eterna, se desvanecerán los mundos cuando me extinga. Los mismos que no existieron antes y que a partir de entonces volverán a no ser y a no haber sido.
Y por ahí quedará quien quede, transcurriendo. Habitando un universo propio, exclusivo, enigmático y grande como su ignorancia misma.
Navegarán a mi lomo, como parásitos de una ballena, los crédulos que lo creyeron todo y los que hicieron ver que no creían, para así creerse más importantes.
El mundo morirá en un anochecer de Enero y no cambiará las cosas.