En la última fila, una blancas y delgadas manos doblaban lo que más podían, un papel. El salón habría estado en completo silencio sino hubiera sido por el reloj mural que avanzaba con rapidez, desfigurando los rostros de los alumnos que angustiados lo miraban.
Era el último exámen del año y para muchos, la única oportunidad para salvar el semestre. Faltaba media hora para finalizar aquel martirio y, algunos ni siquiera tenía la mitad de la prueba lista. Sin embargo, para el que estaba sentado al final de la primera fila, ese reloj no lo afligía. Con su exámen completo, sólo esperaba la oportunidad para lanzar ese papel que había doblado con tanta paciencia, al segundo puesto donde se encontraba la muchacha del cabello más largo y hermoso del curso. Negro como la noche, brillante como el sol, cubría la espalda de la joven, hasta aquella cintura que parecía moldeada por el mejor escultor.
Pasaban los minutos y papel en mano, soñaba estar con ella enredando entre sus dedos ese cabello sedoso, alborotado por el viento otoñal, bajo un sol de tenue calor acompañándolos. De pronto, la voz de la maestra lo hizo volver de su ensueño. - Jóvenes, terminó la hora, pasen las pruebas hacia adelante, por favor. El ansiado momento, se le venía encima. Espero que la profesora le diera la espalda y lanzó el papel en cuyo interior decía:
" Si la luna saliera de día, sentiría envidia de tu belleza. Me tienes loco, te espero a la salida. P.D.: soy el último de la fila. Bastaba que ella se diera vuelta hacia él, para que la ansiedad que lo carcomía cediera; pero, la joven no daba ningún indicio de interés.
Sonó el timbre. Salió de los primeros para dirigirse a la salida de la universidad y cuando la vio aproximarse, ella lo ignoró por completo y la confusión se apoderó de él. Repentinamente, una muchacha tocó su hombro. Era la chica más inteligente de la clase, pero carecía del más mínimo atractivo. Le enseñó el papel y sorió coqueta.