Mi mortal equipo hoy se mueve, trayendo y llevando renaceres de aromas, de formas, de texturas, de temperaturas. Yacen las palabras en mi mente alentándome en el campo de batalla, soy de barro y consciente estoy de ello.

Me duele hasta la médula de los huesos el frío distanciar de las campanas que tañen,  augurando ya la muerte, la separación del alma de su cuerpo.

Duelo conmueve a la razón,¿Por qué siempre el negro o blanco?,

¿la verdad o la falsía?, ¿lo bueno y lo malo? Con inocencia de un niño levanto los velos del olvido dónde veo ese reflejo de esos ojos que en el fondo evidencian otros luceros que me miran a la luz de una vela blanquecina que poco a poco se apaga y desintegra, arrancando como cera derretida un manantial cálido y salino del fondo de los míos.

Deja que la apariencia de los días sonrían a la moza vida que se acerca, aunque los lirios del campo no se vean de la ventana añeja del rocío, del viento de la luz, y de la sombra. Un nuevo despertar de emociones tocarán y entrarán en tu aguacero para colmarlo de miel y terciopelo.

Un dolor para mí es nada, un silencio tuyo, lo es todo, un todo que taladra, tocando un aroma que he derramado en los caminos para sentir que allí he caminado del brazo del recuerdo.