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UNA MENTIRA EN CUANTO A PELUSA

Cuando alguien me ha preguntado "con quién vives", y yo he respondido "solo con mi viudo padre", debo reconocer que no he dicho toda la verdad.
Antes de decirles por qué, hagan volar su imaginación y presupongan a un hombre relativamente joven, treintaisiete años, en una casa de ocho por treinta metros, junto a un anciano de ochentaicuatro años que te repite, a cada momento, la misma anécdota como si no te la hubiera contado - ¿Imposible verdad? - Debo decirles que, su raciocinio les dá la razón.
Lo cierto es que a todas las personas que se interesan por mi vida familiar siempre les he ocultado que me acompaña un ser maravilloso. Alguien que por las mañanas me llena de caricias invitándome a gozar del día, luego me alcanza las sandalias a fin de que tome mi baño diario y me sigue por toda la casa reclamándome que la llene de mimos.
Cuando me dispongo a arrancarle un poco de comida al mar, ella ya sabe que irá y entonces contornea las caderas mostrando alegría. Al verme coger los aparejos para la cacería me espera en el umbral de la puerta que da a la calle.
Hace poco el galeno especializado nos informó que jamás sería madre, debido a una malformación congénita.
Le dije:

- Ves, no tendrás por quién preocuparte y harás el amor libremente sin miedo a traer hijos para cuidar.

Al mirarme con su cara de venado parecía decirme.

-¡Te tengo que cuidar a ti, despistado y desordenado!

Desde ese entonces se ha vuelto más diligente. Recoge mis sandalias del baño, arrima mis zapatos, pone mi gorro sobre el sofá - No sé por que se lleva mal con las toallas, las debo cautelar para que no las destroce - Pero tengo en ella un gran apoyo.
Ya lleva cuatro años conmigo y nunca hemos tenido una riña, cómo hacerlo, nuestros idiomas son diferentes.

Es mi perra Pelusa.
Mezcla de Pastor Alemán con Doberman, ella es escudera de mi casa. cuando les dije a mis amigos que mi perra gruñía si hablaban mal de mí no lo creían, hasta que lo comprobaron. alguien osó decir que yo era un loco ermitaño. Y Pelusa ...ggrrrrgrrrr

Pelusa goza cuando regreso a casa silbando o dando loas al amor y se entristece al verme cabizbajo y sin ánimo. Pobrecita, siempre trata de contentarme.
Recuerdo siempre aquella vez que olvidé comprarle sus camotes, que son su alimento diario. Sabiéndome culpable puse en su charola mitad de mi almuerzo, no lo comió. Pensé, "está acostumbrada a los camotes". Pero otro día le di un poco de sopa que ya no deseaba y ella, luego de haber comido sus camotes. la devoró. Comprendí entonces que lo de aquel día fue un gesto de amor para conmigo; desde entonces nunca olvido sus camotes. Ya no deseo ver más sacrificios de ese tipo en Pelusa, a quien le pido perdón por no acordarme, sino hasta ahora, de ella, en la narración de mis vivencias.
Datos del Cuento
  • Categoría: Hechos Reales
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