“No es azul, es más oscuro pero tampoco es negro…o sí, quién sabe”. El tapón de la botella parecía haberse vuelto también en su contra, así que decidió servirse otra copa de ese licor que ayudaba a quitar importancia a la realidad.
Clara aún llevaba el vestido de novia, las medias, los zapatos, algo viejo, algo nuevo, algo prestado, pero nada azul. Llevaba una hora a oscuras en el sofá de su casa tumbada boca abajo contemplando como la vida no estaba hecha para ella: su novio, con el que ese día hacía cuatro años, acabada de dejarla plantada en el altar con un “no” de lo más inesperado. No había sabido reaccionar. Terminó la copa y tiró la botella contra una ventana golpeándola “A lo mejor me ha faltado algo azul y por eso me ha pasado lo que nunca quiere ninguna mujer de 27 años…” “…O que nunca me ha querido y por cobardía no me lo ha dicho , y se ha inventado esa historia, pero es que cuatro años son cuatro años y no, no puede ser eso, o sí, yo ya no sé que pensar, porqué no viene, ¿te estoy esperando sabes?..ni siquiera me atrevería a mirarte a la cara, así que mejor así...bueno no, no, ven por favor ven, no puedo vivir sin ti, ven…” y comenzó a llorar por cuarta vez.
“-Clara, te quiero… pero no puedo casarme contigo. La semana pasada…- silencio-….la semana conocí a una chica, se llama Ester y…nos hemos acostado un par de veces y estoy demasiado confuso, es realmente encantadora, no dejo de pensar en ella ni siquiera cuando estoy contigo; pensaba que podía olvidarla…pero es que es inútil. Ahí en el altar no he sido capaz de mentirte y decir que sí quiero casarme contigo, porque no lo sé” “No has hecho nada mal Clara, ¿crees que no me odio a mí mismo por hacerte esto?”. Esas habían sido las únicas explicaciones que Alberto le había dado, y que Clara recordaba una y otra vez en su cabeza.
Alberto llevaba ya horas sentado el banco de enfrente de la iglesia llorando, completamente agotado cuando decidió ir a casa de la chica que impedía su felicidad: Ester.
Pero antes de ponerse en pie se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo estando donde estaba y que debía salir corriendo antes de que Clara hiciese alguna locura. Ester no era como Clara, no se parecían en nada, no sólo en lo físico sino en todo, la forma de hablar, de mirar, de sonreír, de parpadear…todo.
Clara era castaña clara, con cabellos más oscuros y más rubios; su cara era ovalada, los ojos marrones, sus pestañas largas, tenía una piel suave, una boca y labios delicados, sonrisa dulce...era guapísima; su carácter no era tan perfecto, era maniática del orden, pero le gustaba perder el control de vez en cuando y en esos momentos era la persona más divertida que nunca había conocido; cuando no, era seria, responsable y comprometida, pero siempre optimista y extrovertida, se preocupaba por él…En una palabra, era un auténtico cóctel de emociones.
Se levantó lo más rápido que pudo, corrió como nunca antes lo había hecho, y se subió en el primer taxi que encontró. Casi sin aliento dio la dirección de su casa. Durante el camino no dejaba de reprocharse lo que había hecho, y rezaba continuamente para que a Clara no se le ocurriese hacer cualquier tontería, ambos sabía como era ella, se tomaba las cosas demasiado a la tremenda.
El tapón seguía ahí, mirándola, dudando de si era o no era azul. Clara seguía llorando y suspirando, llorando y bebiendo licor, llorando y dándose cuenta de que lo que más quería en este mundo era Alberto, y que sin él nada tenía sentido. No sabía si el tapón era azul porque la habitación estaba a oscuras con las persianas bajadas, pero no le importaba; estaba harta de todo y con un manotazo lo tiró al otro extremo del salón. Tras unos minutos se quedó dormida, pero en seguida se despertó y aturdida sacudió la cabeza y lo primero que vio fue de nuevo el maldito tapón, parecía que se estaba riendo de ella. Se levantó a recogerlo y al agacharse sonó la puerta. Era Alberto, totalmente desarreglado, despeinado y con los ojos muy llorosos; estaba destrozado. Ella se emocionó al verlo, y temblando se fue levantando. Alberto estaba muy sofocado y se acercó despacio, y sólo dijo una palabra.
-Perdóname
Se acercó más todavía y mirándose los dos fijamente durante unos segundos, él la abrazó. Clara no hizo nada, no entendía que estaba pasando, no sabía si ese “perdóname” era porque se arrepentía de haberla dicho que no quería casarse con ella, o si se refería a que no había hecho bien dejándola plantada y que si que quería casarse. Por eso no le abrazó; únicamente esperó, y Alberto al incorporarse le retiró el pelo de la cara, pero no veía si Clara sonreía o no, así que subió las persianas y de nuevo cogió a Clara y totalmente emocionado contestó:
-Sí quiero casarme contigo porque eres la mujer de mi vida; no sé cómo he podido olvidarme de estos cuatro años, lo años más felices de mi vida, mi deseo es casarme contigo; tú eres mi felicidad, sólo te pido que me perdones y que aceptes casarte conmigo.
Ella suspiró suavemente; no quería saber qué había pasado, sin Alberto había ido a ver a Ester o no, pero el caso es que él, el hombre de su vida estaba ahí a su lado pidiéndole matrimonio.
-Claro que quiero casarme contigo
Se abalanzó sobre él, y en un instante rápido, ahora que las persianas estaban subidas miró al tapón y se alegró de que fuera azul.
-Mira- dijo enseñándoselo
-¿Qué?-preguntó él.
–Nada- contestó riendo y abrazándole de nuevo.
un tapón???? no hubiera sido mejor una liga azul???y el titulo:en busca de la liga perdida q frustó una boda" ajajjaaja..no te lo tomes a mal eh? q es una bromilla..:P