(Cuentos de María Pelo Verde)


Mateo era un viejo pescador que vivía en un puerto pesquero y durante el verano enseñaba a los niños de la capital que iban a pasar sus vacaciones a pescar. Les enseñaba a preparar los anzuelos con trocitos de calamar, a lanzar el hilo y a sostener la caña en la forma adecuada. A veces clavaban la caña en la arena, la afianzaban para que el viento no las tumbara y paseaban por la orilla del mar sin alejarse mucho.

El viejo Mateo les contaba a los niños historias de pescadores, unas ciertas y otras inventadas, lo hacía especialmente tratando de captar la atención de Lucía la única niña del grupo y la única que no tenía caña.

-¿Quieres que te deje una caña?- le preguntó un día Mateo.
- No, a mí lo que me gustaría pescar son
estrellas, pero no estrellas de mar, de las que brillan por la noche-.

-Pues esas no se pescan con caña sino con otro método-.

-Enséñame a pescar una estrella-.

-Bien,ésta noche cuanto salgan las estrellas iremos a la fuente, allí es donde ellas se bañan porque el agua salada empaña su brillo.-

Lucía y Mateo se dirigieron a la fuente, los otros niños no quisieron ir a pescar estrellas.
Cuando llegaron ya brillaban las estrellas y se reflejaban en el remanso de agua de la fuente.
Lucía arrimándose al borde metio una mano en el agua sin esperar las instrucciones de Mateo e intentó atrapar una pero sólo consiguió hacerlas temblar.

-Tienes que hacerlo con ésto y muy despacio-, dijo Mateo dándole un tarro de cristal.

Lucía tomó el tarro y lo introdujó en el agua despacio muy despacio para que la estrella no se diera cuenta de que iba a atraparla. Al sacarlo
Lucía vio en el fondo la estrella, ¡qué contenta se puso!.
-¡Tapa el tarro para que no se escape!-.

Han pasado muchos años y Lucía va a veranear con sus hijos al mismo puerto pesquero pero ya no está Mateo para que les enseñe a pescar.

En un estante de la cocina Lucía guarda el tarro con la estrella. Una estrella de papel plateado pegado en el fondo que por una noche la había convertido en pescadora de estrellas. Un hermoso recuerdo que conservaba el brillo de la ilusión.

Y... colorín colorado este cuento se ha acabado y el próximo no ha empezado.