En un tupido bosque ubicado en un rincón del mundo, habitaban millones y millones de aves que cantaban, chillaban, silbaban , y trinaban todos los días; unos lo hacían en la mañana, otros en la tarde y algunos lo hacían en la noche, así que toda la vida del bosque se iba en un interminable cantar.
Entre tanta algarabía musical producida por las aves en el bosque, había un avecilla muy pequeña que era el autor de un melodioso trino, era un trino tan hermoso y tan suave que se ahogaba entre tanto bullicio, que el mismo se hacía inaudible a cualquier hora del día.
La pequeña avecilla, en un intento por regalar sus melodías al paisaje, se levantaba muy tempranito para que el frío ambiente de la mañana se impregnara de su canto, pero era inútil; al mas breve sonido emitido por él, se despertaban las otras aves las cuales comenzaban a cantar tan fuertemente que hacían imposible escuchar su débil canto. Después intentó cantar en la noche, cuándo las aves estuviesen dormidas, pero como había aves que cantaban hasta altas de la noche, que se quedaba dormido esperando la oportunidad de un silencio para derramar su canto, por lo cual tampoco logro su cometido.
Una fría mañana, la pequeña avecilla, decidió emprender camino hacía otros bosques, tal vez más pequeños, tal vez menos poblados; donde pudiera expresar su melodioso canto para adornar el paisaje; y así sin más ni más, salió de su nido entonando su dulce trino que fue derramando a lo largo y ancho del floreado camino por donde se alejaba sin decir adiós.
Al amanecer todas las aves como de costumbre comenzaron su bullicioso canto y ninguno notó la ausencia de la pequeña avecilla, sólo las flores, que aquella mañana se habían marchitado negando su color y su fragancia al bosque, porque extrañaban aquel suave y delicioso trino que tanto las deleitaba y que habían dejado escapar para siempre, sin poder decirle lo importante que era para ellas su presencia, y debido a su largo silencio la pequeña avecilla nunca pudo sospecharlo.
Como siempre, muy bien escrito, y con una moraleja de aquellas, ya que indica que hasta la naturaleza puede descomunicarse. Muy bueno.