Lo primero que hizo Bruno luego de que su celular lo abandonara en mitad de una charla con un amigo por falta de baterías, fue observar su reloj sin despegar el pie del acelerador mientras la memoria le ayudaba a recordar donde había dejado el CD de temas movidos, el cual lo acompañaba en cada viaje largo. Busco en la guantera, debajo de su asiento, se impacientó y luego, resignado, sometió a sus oídos con una picante charla risible entre dos tipos de agudas voces en la primera radio que sintonizo. Meneo la cabeza, bostezo, en fin, hizo muchas cosas excepto mantenerse despierto los segundos en los cuales el coche se aparto de la ruta y fue a estamparse contra un viejo sauce al costado del camino desolado.
El haber logrado pisar el freno antes del impacto le evito a Bruno perder la vida pero no consiguió evitar que el choque destrozara la trompa del vehiculo. Sucedió todo tan rápido que el joven sorprendido solo atino a tocarse el torso del cuerpo como para probar que aun estaba todo en su lugar. En ese momento describió mentalmente lo ocurrido como “una desgracia con suerte” y esbozo algo parecido a una sonrisa en sus pálidos labios producto del susto que aun le agitaba el corazón.
Nunca se lamento tanto el no tener su teléfono cargado y decidió salir del auto. El golpe era peor de lo que pensaba. Miro a su alrededor y el silencio de los interminables árboles, mezclado con la nada y la luna llena, agiganto el miedo, así la desesperación comenzó a golpear la puerta en la madrugada que recién comenzaba.
Paso media hora adorando la ruta al costado de la misma y ni el viento fue capaz de animarse a pasar por ahí.
Como queriendo encontrar algo que no sabia bien si existía, camino con pasos largos entre los árboles guiado por una pequeña luz que crecía a medida que el numero de pasos aumentaba. Llego hasta una casa de fachada pobre con señales visibles de decaimiento, aun en la noche. Sobre el marco de una ventana colgaba una lámpara rodeada por bichos. La puerta estaba entreabierta y caminó hacia ella sin advertir el peligro que podía representar para el, pues era un extraño acercándose a la morada en medio de la noche. Se detuvo de un susto al observar un sujeto parado dentro de la casa con un cigarro encendido entre los labios. El tipo, de aspecto rudo, se acerco a la entrada, despacio, sin salir de su refugio para luego voltear y echar una mirada a sus espaldas. Tranquilamente se aparto de la vista de Bruno, sin notar la presencia del desesperado joven, dejando la puerta entreabierta y el humo de su cigarro perdido en el aire.
-¡Hey, hola hola! –soltó el joven accidentado casi en un grito, pero fue en vano. Esto no impidió que golpeara las manos con prudencia pero también con apuro. Antes de intentar darle un golpecito a la puerta, esta se abrió del todo y un hombre le apunto en medio de los ojos con una escopeta.
Nadie le pregunto absolutamente nada pero Bruno empezó a largar palabras, las cuales repitió más de tres veces como su nombre por ejemplo, y la frase “accidente en la ruta, necesito un teléfono” se convirtió en una rutina.
-¿Qué accidente… que ruta? –inquirió el hombre bajando el arma.
Bruno no sabía siquiera donde estaba porque era la primera vez que visitaba la provincia y solo se guiaba por mapas e indicaciones que le habían dado algunos amigos.
-No…no se. –masculló nervioso con la mente en blanco –La ruta… la ruta. Viajaba directo a mi pueblo cuando choque. Estoy a seis o siete horas de casa.
El hombre asintió con la cabeza.
-La ruta seis amigo, la seis.
No era el mismo sujeto que Bruno había contemplado con el cigarrillo en boca. Este era un poco mas bajo y más viejo, o por lo menos a simple vista daba esa impresión.
-Mire –exclamo el hombre -teléfono no tengo. Lo mejor que puede hacer es volver a la ruta y esperar que empiece a cantar el gallo, seguro algún patrullero va a pasar por ahí. Mientras, cuide lo que tenga de valor en el coche, mire que por acá…
Esta vez Bruno asintió con la cabeza y el sujeto bonachón se ofreció a acompañarlo, la escopeta no se fue con ellos pero si los acompaño la oscuridad. En el camino aquel hombre tranquilizo al joven buscando el lado positivo de lo sucedido, subrayando que no había heridas, algún golpazo fuerte o siquiera un pequeño dolor. Los ojos de Bruno echaban miradas entre los árboles buscando alguna amenaza y no tardaron en toparse con algo parecido; aquel tipo del cigarro siguiendo sus pasos, escudándose entre los árboles para no ser visto aunque no lo había conseguido.
-¿Hay alguien mas con usted? –pregunto el muchacho dirigiéndose al hombre que lo acompañaba.
-Vivo con mi hermano –repuso sin despegar la vista del camino.
-Creo que lo vi en la casa –continuo Bruno –antes de toparme con la escopeta.
El hombre soltó una risita.
-A mi hermano le fascinan dos cosas, una es fumar y la otra andar por ahí dando vueltas en la noche. Yo lo dejo, antes me molestaba pero ahora he llegado a comprenderlo un poco más. Lo necesita tanto como el cigarrillo, para matar las penas.
La ruta apareció desolada tal y como Bruno la había dejado, al igual que el auto de trompa deforme amalgamada con el tronco de un enorme sauce. El cielo aun estaba muy oscuro y la luna se había deslizado, no mucho. Al joven le sudaban las manos mientras que el hombre en su andar relajado inspeccionaba el coche, adorando también el golpazo, meneando la cabeza en un gesto de negación que no hacia mas que poner en evidencia la torpeza de Bruno. Este advirtió nuevamente la presencia del extraño sujeto y como antes, sus labios abrazaban un cigarro, hasta que de pronto se perdió entre los árboles.
El hombre de avanzada edad seguía pegado al auto, palpando la trompa arrugada del mismo, sin largar palabra alguna. Bruno decidió romper con el silencio.
-Me parece que su hermano quiere acompañarnos.
El hombre lo miro y luego regreso la vista al vehiculo.
-Eso quisiera el –dijo con un tono de voz sereno.
-No, es en serio –continuo el joven –Anda acá cerca, entre los árboles.
Nuevamente el tipo lo miro pero esta vez no le saco los ojos de encima.
-Si el esta acá, usted puede encender su coche y volver a su casa, amigo.
Bruno no comprendió.
-¿Qué quiere decir?
-Hay dos cosas que le gustan a mi hermano –repuso el hombre algo malhumorado –fumar y andar merodeando la casa en su silla de ruedas.
El joven no pudo formar palabra alguna, solo se limito a temblar y agrandar sus ojos mientras su compañero de turno continuo hablando.
-Si amigo, cayo de un tractor hace un par de años y bue… así son las cosas, vio.
Todo se oscureció y aumento de tamaño, la ruta, los árboles, la nada y el miedo. Cuando eso se agiganto la figura del sujeto extraño aquel resurgió a espaldas del buen hombre avejentado y no tubo piedad con el. Si Bruno hubiese logrado salir con vida de todo eso nunca en su vida hubiese podido borrar de su mente la expresión de dolor en el rostro del hombre victima de una enorme cuchilla que termino enterrada en su espalda. Al caer al suelo, al costado del camino, comenzó a desangrarse y Bruno quiso correr pero tropezó con una piedra que lo obligo a conocer el suelo. La caída le causo más daño que el choque. Lo demás… lo demás fue asunto de aquel extraño sujeto y su enorme cuchilla, ese desconocido que siempre llevó un cigarro entre sus labios.