~Un día tuve el alto honor de recibir una tarjeta de invitación del profesor de una de las escuelas de provincia, donde trabajé durante algunos años.
No había más, tuve que asistir. Los demás colegas del invitante me ponderaban los altos conocimientos de sus alumnos lo que, por cierto, no me extrañaba de ninguna manera.
El programa llevaba el sello de todo un trabajo de arte; pues las letras eran grandes, irregulares, coloradas, celestes, amarillas, ostentando además dos leones cafés y unas flores azules.
Tocaron la campanilla y alegrote entró un muchacho como de quince años con un vestido nuevo luciente y mirándose los botines. Me concedieron el dichoso programa, abrí, y era la página de "Botánica".
—¿Conoce algunas flores hermafroditas? —pregunté—. ¿Pudiera darme un ejemplo?
- Como no señor, con el mayor gusto: flores hermafroditas son el cura, sus dos ayudantes —los monaguillos—, según los llaman y algunas veces el sacristán.
—¿Y cuándo florecen?
—Una vez por la cuaresma.
—Bueno, está bien. ¿Pudiera decirme algo del jacinto?
—¡Oh! del Jacinto, ese pícaro; se dice que está en amores con Rosa, la sobrina o no sé qué del señor cura.
—¿Y de qué cosas se compone?
—De muchas cosas ¡vaya!; entre otras le citaré: una corbata, un pantalón...
—No, no, se compone del cáliz y las corolas...
—Es verdad, precisamente iba por ahí; el cáliz, señor, es de uso diario. El señor cura cada mañana se sirve en él un cáliz de vino, y eso en el templo. Y en cuanto a las corolas, me refiero a Rosa, no hay más que verla la cara, ¡y qué cara!, ¡muy cara! Vale mucho señor.
—¿Y conoce usted los frutos?
—¡Oh!, mucho; todos hablan de don Frutos Ruibarbo, es nuestro diputado; un hombre sabio, según dicen, alto como un álamo, grueso como un durazno y feo como un molle. Sin embargo no sé por qué le dicen cabeza de corcho, cuando a mí me parece de calabaza.
—Amiguito, esas cosas son graves.
—Sí señor, son graves; aunque no sé quién, creo mi profesor, decía que eran esdrújulas.
—¿Conoce usted algunos nombre de planta?
—¡Oh! mucho, v.g. Floro Olmos, el hijo del corregidor; Geranio Flores, el rival de Jacinto; Lino Trigo, el munícipe y Margarita Flor, su señora.
—¿Ha oído hablar usted del girasol?
—¿De Lirio Girasol?, todo el mundo habla de ella; es la hija del boticario; puedo decirle, señor, que gira mucho, y siempre quiere hacerlo hacia el sol; es decir hacia las monedas; he ahí porque no se ha casado con Florestón, el hijo del diputado.
—¿Pudiera decirme algo de la composición de un tronco de alcornoque?
—No señor, no me atrevo, porque es la suegra de mi primo Tulipán, y puede llegar a ser mía.
—Pero, ¿hacia dónde cae?
—Fácil es adivinar señor, hacia las espaldas.
—¿Y cómo se llama usted?
—Rosamundo.
—¿Rosamundo?
—Sí señor, y por añadidura Granado y Malvavisco.