Salía de camino a la playa, como todas las mañanas para correr. Me gustaba mucho hacer deporte al levantarme. Pero aquella mañana fue distinto, siempre que salía no había nunca nadie a esa hora en la playa, sin embargo aquel día había una preciosa muchacha con un bikini amarillo, de cabello recogido y con una rosa enlazada en él, sentada en una toalla, donde había también una manzana roja y un libro, al parecer era Romeo y Julieta. Aquella muchacha estaba como ausente, con la mirada fija en el mar, envuelta por el sonido de las olas, mientras los primeros rayos de sol matinales acariciaban su preciosa piel. Yo pasé de largo y seguí mi rutina como la de todos los días.
A los dos días me seguía resultado extraño, aquella muchacha siempre en la misma postura, pensativa, incluso se podía denotar cierta tristeza en sus ojos.
Al siguiente día, antes de llegar a la playa pensé en decirle algo a aquella preciosa muchacha, mi sorpresa fue que cuando llegué, ella no estaba, aunque seguían ahí su manzana, con un suave mordisco y su libro pero no había rastro de ella. Entonces decidí coger el libro y de él cayó una nota, escrita a mano dónde se podía leer: Hola soy Inés, te he esperado 3 días, en el mismo lugar y a la misma hora, pero nuca una palabra, me sentía sola, abatida, mi vida era un tormento, y al verte pensé que había encontrado un haz de luz, pero me equivoqué, ya no tengo esperanzas en nada, mi vida es un tormento y como dijera en alguna ocasión Kurt Cobain, “es mejor quemarse que apagarse lentamente”. Para cuando leas esta nota ya no estaré aquí, estaré en el jardín infinito, donde tal vez, llegue a ser feliz.
Abrumado por aquellas palabras, crecía sobre mi un sentimiento de culpa, así que me levante apresuradamente y miré a mi alrededor, pero no vi nada. Me acerqué a la orilla y vi flotar una rosa, entonces me vino a la memoria, que ella llevaba una rosa roja cerca de la oreja. Sin más dilación me metí en el mar en busca de su cuerpo y a unos pocos metros la encontré, yacía flotando, la cogí rápidamente y la llevé hasta la orilla, intenté practicarle los primeros auxilios, pero ya era tarde, el cuerpo de Inés alcanzaba el sueño eterno entre mis brazos...
me encanto tu relato ,es muy bonito ,te felicito.....besoss chau