- ¡No, espera! - el muchacho estaba apoyado en una de las jambas de la puerta. Metió la mano en el bolsillo y sacó un papel arrugado.
El jinete, airado apenas unos instantes atrás, mostraba ahora una amplia sonrisa.
- ¿Y qué le dirás a Rebeca? - preguntó con tono persuasivo - Recuerda que no quería decir nada hasta haber vuelto.
- Descuida, ya le convenceré de que no era necesario su presencia. De todos modos, ella es tan sólo una bruja de nivel 2. Sin embargo, lee bien lo que está en el papel. ¡Ay de ti como no sigas las instrucciones al pie de la letra! Entonces en lugar de llamar al espíritu del bosque, lo que harás es enojarlo, y eso puede ser peligroso.
El muchacho alargó la mano hacia su interlocutor.
- Ahora págame. ¿Cuánto dijiste, cincuenta monedas de oro?
- Nada de eso, listillo, dije treinta y cinco, y ninguna más.
El jinete tomó un saquito de su cinturón y se lo lanzó al joven. Un instante después partió al galope.