Un pequeño niño llamado Joaquín – 4
Capítulo 4 “David contra Goliat”

Sabía que tarde o temprano debería enfrentar al gigantón. Era muy grande y muy fuerte. Pensé, será como aquel combate entre David y Goliat.
También pensé… ¿por qué no hacer mi honda romana?
Con una tijera corté una funda de almohada y le di forma de honda.

Para quienes no sepan, una honda romana verdadera era hecha de cuero. Se colocaba una piedra en el medio (más ancho), se sostenían ambos extremos en la mano y se revoleaba por sobre la cabeza. La fuerza centrífuga aumentaba la velocidad inicial en la piedra resultando así un proyectil más efectivo.
La piedra era lanzada hacia el blanco soltando uno de los extremos.

Día del enfrentamiento…
Luego de finalizadas las actividades de estudio había un descanso de actividad libre.
Sabía que el gigantón me buscaría para vengar a sus amigos así que podría elegir el campo de batalla... él iría a buscarme.
Me dirigí a la cancha de fútbol. Recogí una “tosca” (barro endurecido por el sol) en el camino y la puse en mi bolsillo.
La honda la tenía cual cinturón.

Esperé en la cancha.
Él apareció… con sus amigos.
Se acercan y se detienen a cierta distancia.
El gigantón sonríe y con un gesto de su mano les dice a sus amigos que esperen allí.
Camina hacia mí… preparo mi honda.
Se detiene sorprendido…
- ¡Alto!... ¡Alto!...
Es la voz del anciano padre Patricio que adivina la confrontación y se acerca levantando su mano derecha.
Demasiado tarde… ¡Vuela la piedra hacia la frente de Goliat!
Goliat se agacha y la piedra da en el rostro del padre Patricio… le partí los lentes.
El cura cae aterrizando como un avión sobre el fuselaje… tantea inútilmente buscando sus espejuelos.

Goliat es fuerte… yo veloz.
Cruzamos golpes… sangra mi nariz.
Me enfurezco y mis puños se estrellan en su cabeza… me duele.
No sé por qué siempre que me enojo ataco a la cabeza.
Luchamos… es más fuerte.
Me tumba sobre el césped de la cancha, está montado encima de mí y apresta su golpe. Levanta el puño alto y descarga el golpe.
Muevo mi cabeza y el puñetazo da en el suelo.
Grita tomándose la mano derecha con la otra.
Muevo mi torso, él pierde equilibrio y me zafo.
Arrodillado toma su muñeca que parece dolorida… se pone la mano debajo de la axila quejándose.

Entre cada quejido cierra sus ojos… le pateo la cara.
Se toma ahora la nariz que también sangra… está ligeramente mareado.
Cierra y abre sus ojos agrandándolos buscando quitarse el mareo.

Me arrodillo frente a él… separo sus manos y lo tomo del cuello de la camisa… mi cabeza vuela hacia su rostro.
Lo observo… sangran sus labios.
El blanco de mi cabeza es ahora su nariz… dos curas me sacan.

¡Eres un salvaje!... vamos camina (me llevan ante el Director).

El Director - ¡Otra vez tú!
- ¿Qué tengo que hacer contigo?
- Quedan desde este instante suspendidas todas las actividades recreacionales para ti.
- Rezaras diez vía crucis.
- Pelaras papas en la cocina.
- Si vuelvo a tener una queja sobre ti serás expulsado.
- ¿Qué tienes que decir?

Mis ojos enrojecidos quieren traicionarme… tengo un nudo en la garganta.
Respiro profundo, me paso las manos por los ojos y respondo - No señor… nada que decir.

(Continuará)