Me ha venido a la memoria lo que me sucedió hace un tiempo...
Andaba con nervios exaltados, de aquí para allá, con prisas. Tras las navidades, era el momento del cambio de los regalos no acertados y esas compras rodeadas del tumulto de unas rebajas lo podían todo en mente, no había tiempo para más. Y aún tenía pendiente comprar un regalo, un regalo de cumpleaños.
Entré en una tienda, de esas que tienen escaparates de colores y un montón de buenos deseos encerrados entre adornos y mil detalles. Contemplé las estanterías llenas de objetos variados y variopintos. Observé un montón de cajas pequeñas, apiladas, cerradas pero nada ví que sobresaliera, que me interesara y cuando ya estaba dispuesta a marcharme de repente atrajo mi atención una escena familiar.
Una niña, revoltosa, revuelta y revoloteando por encima de todos los objetos que encontraba a su paso, sin poner cuidado ni atención en si podía romper algo, su padre sosteniendo una de esas pequeñas cajas en su mano izquierda y su madre, sujetando un objeto que debía ser su contenido.
Con curiosidad quise acercarme, saber qué era aquello que brillaba pequeño en la mano de aquella señora pero resultaba imposible hacerlo sin que me vieran así que desistí.
De pronto el padre en un rápido movimiento cogió el objeto lo metió en su caja y llamando a su hija le dijo: Devuélveselo a la señorita.
Y diciendo esto, soltó la caja en las manitas de la niña y se alejó con la señora curioseando por otras vitrinas.
La niña sujetó con sus dos manos la caja con sumo cuidado, como si le hubiesen encargado una misión muy importante y girando sobre sí misma confundida, miró a su alrededor, entonces me miró, unos segundos, dudosa, dudando... y de repente, viendo que yo la miraba dibujó una sonrisa profunda, diría que igual de satisfecha que cuando alguna vez hubiese encontrado en su libro de cuentos a Wally! y acercándose hasta mi extendió su brazo con el objeto y dijo:
- Tome, nosotros no lo queremos, muchas gracias.
Me quedé quieta, no sabía si reir tal espontaneidad o hacer como que ni le había visto, sonreí acerqué mi mano y cogí la caja. Fue extraño, me quedé observando sin atreverme a abrirla, como si lo que guardara fuera un tesoro que no podía mirar.
Pasaron unos segundos y entonces lo decidí. Sin abrir la caja me dirigí al mostrador la posé encima y dije:
- por favor ¿me lo puede envolver?, es para regalo.
Salí de la tienda con un pequeño paquetito envuelto con un papel blanco. No recuerdo si ponía un felicidades, un espero que te guste o simplemente el nombre de la tienda pero yo iba orgullosa, confiada, tranquila. Este era su regalo.
Al llegar a mi casa me entró la sensatez, ¿como iba a regalar algo que ni sabía lo que era?. No, mejor sería verlo y decidir, tal vez fue una espontaneidad, algo casual. Lo abrí como si fuera un regalo para mi, con emoción, me temblaban las manos... pensando...¿qué sería?
Por fin lo supe.
Ojala no lo tengas perdido en el fondo de cualquier armario...
A veces nos suceden cosas extrañas, sorprendentes...
A mediados de este año he vuelto a encontrar en un pequeña y desconocida tienda otro objeto con los mismos números impresos, me dijeron que ese diseño era único y que era dificil encontrar piezas de ese diseñador ya en el mercado, no lo he dudado, he repetido historia, me lo han envuelto con la misma atención y cuidado que si fuera un regalo para mi... y en mi casa lo tengo, lo abrí el día de mi cumpleaños y me emocioné al verlo, luego lo volví a cerrar y el día de tu cumpleaños lo volveré a abrir, como si fuera ese regalo compartido que nuestros corazones se entregaron hace mucho tiempo creyendo en la amistad, que es la base más noble que tenemos las personas y dejando que la vida nos diera un empujoncito para reconocernos como tales, porque sin las casualidades, sin los empujoncitos de la vida, muchas veces las personas pasamos desapercibidas entre los engaños. Pero al vida es justa, no reune, nos acompaña y con sencillez nos suelta un día las manos para que prosigamos camino de crecimiento por nosotros mismos.
Espero que te haya gustado mi buen amigo.