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Melchor, Gaspar y Baltasar preparaban su equipaje un año más para salir a repartir regalos la noche del cinco de enero. Era un equipaje muy grande, pero ligero a la vez. Menos mal que tenían mucha ayuda. Millones de pajes que se encargaban de todo.
Pero ese año, no se sabe cómo, Baltasar se cayó del camello justo cuando empezaban el viaje.
-¡Ay! -se quejó Baltasar -. ¡Qué caída más tonta!
-¿Estás bien, amigo? -preguntaron a coro Melchor y Gaspar.
-Me duele mucho el tobillo. Creo que no lo puedo mover.
Los pajes corrieron a ayudar al más joven de los Reyes Magos, pero aquello no pintaba nada bien. Baltasar apenas podía moverse. Ese cinco de enero no podría repartir regalos.
-¿Qué voy a hacer? -se lamentaba Baltasar -. Muchos niños me esperan, y se llevarán una gran decepción cuando no me vean en la cabalgata y se encuentren sin los regalos que yo les tengo que entregar.
-Tranquilo, Baltasar -dijo Melchor-. Buscaremos un joven paje que pueda sustituirte. Eres mago, podrás pasarle tu poder durante un rato para que sea capaz de estar en millones de sitios a la vez.
Melchor y Gaspar buscaron entre los pajes, pero ninguno encajaba. Unos eran muy rubios, otros muy pelirrojos y otros demasiado jóvenes.
Melchor y Gaspar se estaban volviendo locos. Los pajes eran muy serviciales, pero ninguno servía para sustituir a Baltasar. Si no era la piel era la forma de los ojos, o sino el tipo de pelo.
Entonces, a lo lejos, Baltasar vio a un niño desconocido que no iba vestido de paje.
-¡Espera un momento! ¿Puedes acercarte hasta aquí por favor? -dijo Baltasar.
Al darse la vuelta, los Tres Reyes Magos se quedaron mudos. El niño era perfecto. Su piel oscura, su mirada intensa y brillante y su sonrisa encantadora dejaron a todos admirados.
-Me he perdido -dijo el niño-. He salido a buscar algo de comida para mi familia y me he perdido. No sé cómo volver a casa.
-Pobre niño, nosotros te ayudaremos -dijo Melchor.
- Esta noche visitaremos todo el mundo -continuó Baltasar-. Ven con nosotros y así cuando lleguemos a tu casa, te podrás quedar allí.
-¡Estupendo! -contestó el niño-. Yo iré con Baltasar.
-Lo siento, pequeño, no va a poder ser-dijo el rey Baltasar -. Me he caído del camello y me duele mucho el tobillo. Creo que no puedo viajar esta noche. De hecho estábamos buscando un sustituto para mí cuando… cuando… ¡cuando has aparecido tú, como caído del cielo!
Baltasar se dio cuenta de que aquel niño podría ser el Rey Baltasar esa noche. No sólo por su aspecto, sino por la nobleza de su corazón. Podía verse a distancia la naturaleza amable y cordial de aquel muchacho.
-¡Claro que os ayudaré! ¡Os lo prometo! -dijo el niño-. Pero yo no soy mago. ¿Cómo conseguiré viajar por todo el mundo en una sola noche?
-Yo te prestaré mi poder -dijo Baltasar -.Verás qué divertido es.
Baltasar le dio al muchacho unas cuantas instrucciones y emprendió su viaje con Melchor y con Gaspar. Nadie notó la diferencia.
A la mañana siguiente, se reunieron Melchor y Gaspar con el verdadero Baltasar para contarle la experiencia. Allí estaba también el joven sustituto.
-Ha sido una noche perfecta.
-Todo ha salido muy bien.
Los Tres Reyes Magos hablaron y hablaron durante horas. Mientras el pequeño se fue alejando de los Magos para ocultar su cara de tristeza. Pero los Reyes enseguida se dieron cuenta de lo que pasaba. El niño que tanto les había ayudado se había quedado sin regalo.
-¿Cuál era tu deseo, pequeño amigo? Con tanto ajetreo no te hemos dado tu regalo.
-Yo sólo quiero volver con mi familia. Mis hermanos pequeños estarán tristes y hambrientos.
Ni Melchor ni Gaspar se habían acordado de la promesa que le habían hecho al niño. Iban a dejarlo en su casa cuando pasaran por allí.
-¿Por qué no te has quedado en casa con tu familia cuando hemos pasado por allí? -preguntaron.
-Si me hubiera quedado allí no hubiera podido terminar de repartir los regalos como os prometí.
-¿Sabes qué? Yo te llevaré -dijo Baltasar -. Mi tobillo está mucho mejor.
Baltasar llevó en su camello a su pequeño sustituto de vuelta a casa. Cuando llegaron todo el mundo los recibió con los brazos abiertos. Los más pequeños no se lo creían. ¡El mismísimo Rey Baltasar estaba en su casa con el mejor regalo del mundo! ¡Su querido hermano, al que creían desaparecido, estaba allí con ellos!
Toda la familia agradeció de corazón al Rey Baltasar que les hubiera devuelto al niño. Baltasar les contó lo que el niño había hecho, y todos sintieron gran admiración por el niño, al que felicitaron por su generosidad.
-En agradecimiento, os daré lo que queráis -dijo Baltasar.
-Ya tenemos todo lo que queremos, Rey Baltasar -dijo el más pequeño de los hermanos-. Mi hermano está en casa y está bien. Ninguna otra cosa vale tanto como que estemos todos juntos.
El Rey Baltasar se fue, emocionado con aquel encuentro. Desde entonces llama a su pequeño sustituto todos los días 5 de enero para que le eche una mano en La Gran Noche, porque nada le causa mayor alegría que llevarlo de vuelta a casa y ver cómo lo recibe toda su familia.[navidad]
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