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La pequeña Rosi viaja con sus padres jirafas. Nicolás, el papá jirafa, conduce muy bien. Va despacito y con mucho cuidado porque en la carretera hay muchas curvas.
-¿Cantamos una canción?
-pregunta Margarita, la mamá jirafa.
Mamá sabe tantas canciones que el viaje se hace muy corto. Pero ahora Rosi no tiene ganas de cantar. Está pensando en un montón de cosas. Piensa en todo lo que se va a encontrar al llegar a La Salvajosa.
Piensa en la abuela Tomasa, que hace unas rosquillas riquísimas y le da achuchones con las manos manchadas de harina.
Y el abuelo Julián, que el año pasado le hizo un columpio en la rama de un viejo almendro.
Pero, sobre todo, Rosi piensa en sus amigos... ¿Estarán este año también allí? Y si están, ¿querrán jugar con ella como antes?
De repente, unos golpes en el cristal la sacan de sus pensamientos...
¡Abuelos! ¡Que ganas tenía de veros!
El mejor amigo de Rosi es un hipopótamo que se llama Paquito. Paquito es grandullón y gordete. Casi siempre va con un bocata en la mano, y le encanta jugar a las chapas con Rosi.
Pero, ¿y si este verano no ha ido a La Salvajosa? O, peor todavía, ¿y si prefiere jugar con otros amigos?
La mejor amiga de Rosi es una cebra que se llama Josefina. Josefina es alegre, presumida y muy lista. Siempre tiene unos planes buenísimos para hacer todos juntos.
Pero, ¿y si ha descubierto algo importante y ya no tiene tiempo para jugar?
El otro mejor amigo de Rosi es un elefante que se llama Alfonso. Alfonso es unos años mayor que los demás, y es muy responsable y sensato. Siempre les da buenos consejos para no meterse en líos.
Pero, ¿y si ahora es tan mayor que ya tiene hasta hijos? ... No, hombre no puede ser, piensa Rosi, intentando tranquilizarse un poquito.
Rosi ayuda a mamá a sacar la ropa del equipaje. Quiere hacerlo deprisa para ir a buscar a sus amigos y comprobar qué ha pasado con ellos. Pero la abuela entra en la habitación, y le dice que deje eso y vaya un momento con ella...
-Mira, hija, quiénes han venido -le enseña la abuela
-¡Chicos! ¡Si estáis todos aquí! -dice Rosi, dándoles a sus amigos un abrazo gigante.
Los cuatro amigos van a dar un paseo por el pueblo. Josefina saca una bolsa de pipas y les ofrece a los demás.
Mientras caminan, se van contando todas las cosas que les han pasado durante el curso.
Josefina les dice que ganó un premio en su clase. Fue por un trabajo de ciencias. Inventó una cartera con cuatro ruedas que se lleva tirando de ella como un cochecito.
También les cuenta que hicieron un desfile con trajes de papel. A ella su vestido le quedó chulísimo.
Alfonso cuenta que estuvo dos semanas en un campamento. Aprendió muchas cosas, como a montar una tienda de campaña. También aprendió a orientarse en el bosque para no perderse. Pero, sobre todo, conoció a un montón de amigos y se lo pasó muy bien.
Rosi no sabe por dónde empezar a contarles cosas... Se acuerda de una tarde que estuvo en un parque de atracciones, de cuando se disfrazó de tomate en los carnavales, de cuando se perdió un día en el supermercado...
Al final, les cuenta tantas cosas que Paquito se harta un poco...
Le pide por favor que le deje a él contar algo, y que luego siga, si es que le queda saliva en la boca...
Rosi sonríe y le dice a su amigo que tiene razón; que hay mucho tiempo para contarles las cosas.
Entonces Paquito pone cara de felicidad y les dice que a él le ha pasado algo muy importante.
Todos se mueren de curiosidad, y Paquito les pide que le acompañen:
-Vais a conocer a alguien muy especial. Se llama Blanca.
Rose se preocupa. ¿Acaso Paquito tiene una nueva mejor amiga? ¿Ya no va a querer jugar con ella como siempre?
Enseguida llegan a casa de Paquito y conocen a Blanca. ¡Es su hermana!
Todos empiezan a hacerle gracias y a darle achuchones. Y se lo pasan muy bien con la peque.
Los amigos han quedado para ir de excursión. Cada uno se va a su casa a hacerse un bocadillo.
Paquito lo piensa mejor y decide llevarse dos.
A las cinco están en la plaza con las bicis, los bocatas y las cantimploras. Rosi acaba de empezar a montar sin ruedines y les pide a sus amigos que no corran mucho.
Por el camino van cantando y contándose chistes. Ninguno corre mucho para que Rosi no se quede atrás.
Paran en una fuente a llenar las cantimploras y juegan a mojarse un poco.
Luego, se sientan en una pradera a merendar y comparten los bocatas. ¡Están buenísimos!
Al terminar, juegan a explorar los alrededores. Alfonso hace de jefe y los demás le siguen.
Es muy divertido, porque se le ocurren unas cosas...
-Venda, ahora todos tenemos que andar de espaldas. Pero, mucho cuidado, que nadie se caiga.
A la vuelta están cansados y les cuesta pedalear.
Esa noche todos se acostarán pronto. Tiene un montón de agujetas, pero se lo han pasado de lo lindo.
Van a ser las fiestas de La Salvajosa. Hay un concurso de calles, y le darán un premio a la que quede más bonita. Casi todos los habitantes del pueblo quieren participar.
Rosi y sus amigos viven todos en la misma calle. Enseguida, se ponen a ayudar a los mayores. Van a hacer banderines con tela y con bolsas de basura. ¡Hasta Blanca ayuda sujetando las tiras!
Josefina tiene una buena idea y deciden hacer dibujos en el suelo. Primero, pintan a Paquito con un bocadillo muy grande en la mano. Después, a Josefina. Pero Alfonso se disgusta, porque Paquito le ha pintado una raya de más.... Piensa que con esa equivocación ya no van a ganar el concurso de calles.
Entonces, a Rosi se le ocurre la solución... Le pintan una raya más a Josefina y... ¡ya está! Nadie notará la diferencia. Luego, Alfonso se pone su traje de explorador y sus amigos le pintan lo mejor que pueden.
Por último, los amigos dibujan a Rosi y a Blanca.... Y los mayores terminan de colgar los adornos.
La calle ha quedado espectacular. ¡Seguro que ganan el concurso!
Nuestros amigos se lo pasan muy bien en las fiestas. Rosi y Josefina participan en el juego del chocolate. Tienen que mojar una magdalena cada una y dársela a la otra, con los ojos tapados. Se ponen perdidas, pero se divierten mucho.
Alfonso intenta romper la piñata con la trompa, sin la ayuda del bastón. Sus amigos le van indicando, pero no tiene mucha suerte.
Y todos participan juntos en la carrera de sacos. Se esfuerzan y se divierten muchísimo. Pero, al final, gana el de todos los años, el canguro Arturo, que pega unos saltos tremendos.
Después de la carrera, los cuatro amigos se sientan un rato a hablar de sus cosas. Rosi recuerda que al día siguiente se tiene que marchar, y todos se ponen un poco tristes. Pero deciden escribirse un montón de cartas durante todo el año, hasta que se vuelvan a ver. Así, será casi como estar juntos.
Y, al día siguiente, todos acuden a despedir a Rosi. Josefina ha hecho un dibujo precioso de los cuatro y le da una copia a cada uno.
¡Hasta el verano que viene, Rosi!
Nos volveremos a ver.
María Isabel Fuentes
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