UNA FAMILIA YUGOSLAVA
Estamos en el año de 1.938, aún no he nacido, mis padres gente acomodada, con mucha suerte en los negocios deciden viajar a Palestina y venden todas sus pertenencias. Antes de partir viajan a Novisad para despedirse de su hermana. Mi padre es el hermano menor entre seis varones y tres hembras. Con bisabuelos nacidos en Turquía es descendiente de una de las tantas familias sefardita expulsadas de España durante el reinado de los Reyes Católicos.
Nacido en Belgrado y con una habilidad nata para la compra y venta era casi un terrateniente en su país, en sus tierras, según contaba mi madre eran muchas las familias que le trabajaban los cultivos. Pero el gran sueño de Teodoro Herzel de alguna manera le había despertado sus sentimientos sionista. Al llegar de la capital, al pueblo en que vivía su hermana se deja deslumbrar por un hotel en la avenida principal. El poder compartir un tiempo con su hermana y el hecho de que mi madre estaba embarazada fueron motivos suficientes para hacerlo decidir quedarse y comprarlo. Se pospone por uno o dos años más el viaje.
En la postguerra mi madre mantenía este hotel en donde se servía comida a cuarenta personas. En el patio de atrás había un aljibe que medía siete metros y la usábamos para recoger agua de lluvias, porque según mamá esta era especial para la blancura de la ropa. El tanque lo teníamos sin ningún tipo de permiso cosa que a la larga nos costó un gran problema. Lo extraño era que en mi casa contábamos con agua corriente, luz y teléfono. Pero mamá era algo muy especial en todo, en la escogencia de mis juguetes, de mis ropas .en mis vajillas de niña, y hasta en la blancura de la ropa. Se me había prohibido acercarme al tanque, destaparlo eso jamás se lo hubieran imaginado. Pero la travesura de niña me hizo destaparlo y tratar de sacar agua con una palangana para bañar a mi primito. Al llenarla el peso de la palangana era tal que me caí dentro del tanque y si no fuera por uno de los comensales asiduos al restaurante que oyó el ruido, ahí hubieran terminado mis días.
Apenas pasan dos años desde que mi papá había comprado el Hotel cuando uno de sus hermanos vino de la capital diciéndole que habían detenido a sus padres, hermanos y hermanas y que no los soltarían hasta tanto el no fuera a Belgrado o de lo contrario los matarían. Mi madre muy certera y práctica le hace ver que su viaje en nada beneficiaría a sus hermanos La guerra había comenzado y por los cuentos que ya se escuchaban, de ir él, lo lógico era que ya no volviera vivo. Muchas horas de insomnio pasó mi madre tratando de convencer a mi padre para que no fuera, pero su terquedad y su responsabilidad no le permitían ver lo que iba a pasar. En la mañana siguiente, mi madre nos cuenta, con que pasión se despidió de mi, de mi madre y de mi hermana. ...Jamás imaginábamos que sería la última vez que los veríamos con vida.
Mi abuelos, mi padre, mis ocho tíos, y la mayoría de mis primos, fueron ejecutados, no hubo un ápice de la supuesta dignidad humana, que a tiempo hubiera evitado esta masacre. Esta es mi deuda al siglo veinte. Pido a Dios no se vuelva a repetir, por el bien de mis nietos y de la humanidad
Era el momento de actuar, mi madre no podía permitir que nos pasara algo, ella era responsable por la vida de sus dos hijas y de su madre y era de esperar de un momento a otro que vinieran por nosotras. A la primera que se llevó de la casa fue a mí, me colocó con unos campesinos que tenían un solo hijo y por muchos meses fue mi escondite, así colocó a cada una de los nuestros en distintas casas, solía venir a visitarnos y a darles dinero para ayudar el costo de nuestra manutención. Por ciertos rumores el señor que me albergaba buscó a mi mamá para que me mudara a otro lugar mas seguro. Algún campesino delató al que me había escondido y por no entregarme, como castigo le mataron a su hijo. De este señor tengo recuerdos muy especiales de su bondad, corazón y nobleza. Lo he vuelto a encontrar muchos años después y sé que me quiere como a una hija. Cuando los comunistas luego de la guerra empezaron a entrar en Yugoslavia, mi madre le regaló sus tierras.
Pero para el pueblo judío la diáspora es y ha sido lo más normal. Crecí en Israel junto con mi madre, mi hermana y su hija. En una oportunidad trabajando para la nacional abodá, me encargaron de escoger el personal de relleno para la película que iban a comenzar a filmar, Éxodo. Puse todo mi empeño y logre colmar las expectativas del director, quien para el estreno del film en la ciudad de New York me envió los ticketes de avión y los de hospedaje por tres semanas con los gastos incluidos. Me presentan a un venezolano nacido en Rumania en la ciudad de New York. Salimos por varias semanas, nos comprometemos, luego nos casamos y fuimos a vivir a Caracas.
Así, bajo el cuidado y la protección de mi madre, entre escondite y escondite evadimos a los nazis y a los campos de concentración durante toda la guerra. Seguimos en el hotel hasta el año de 1.950 año de nuestra alía (viaje a Israel). Donde nos establecimos, ya mi abuela había muerto cuando llegamos, o sea que de nuevo le tocó a mi madre velar sola con sus dos hijas pequeñas.
En mi primera noche en New York y con la experiencia de ver tantos rascacielos, tantos negocios iluminados, tantas luces, me impresioné por la similitud con mi pasado, cuando estando sola sin tener cerca a mis padres, en una casa extraña oculta con extraños durante la guerra, me asomaba a la ventana a ver el cielo y me maravillaba el titilar de las estrellas y el resplandor de las bombas. Mientras al igual que ayer, hoy al verlas lloro por mi soledad, por el recuerdo y la falta de mi padre.