Es el profeta del fin del milenio, camina pausado y tras cada paso va dejando un roció de palabras que estremecen al cuerpo, no da miedo el decir que todo se va acabar, si no como predice los hechos de la realidad, por que lo estamos viviendo.
En una extraña guerra, un hombre con desesperados gritos mira hacia el cielo, su cuerpo ensangrentado cubre el suelo de un rojo que estremece al mismo tiempo en el que vivimos, - se llena de miedo el alrededor y le da miedo asta al mismo Dios. El hombre se agarra el estomago y entre los dedos se le viene un pedazo de su cuerpo. No es el único, el cielo se llena de llantos y la tierra de cuerpos, el suelo se queda manchado de un color eterno.
En una capilla un misionero de Dios, da el sermón dominguero, los fieles creen toda palabra que sale de su boca y lo consideran imagen perfecta del la humanidad, en principios y sentimientos. Al acabar la misa y pasar las horas, una nota en los medios de comunicación altera el orden entre el publico, aquel misionero de Dios fue presa de una pasión que invadió su cuerpo, una pasión carnal – no fue el, lo tentó el Diablo – una pequeña niña es prisionera de sus arrebatos y victima de esta penosa situación, para ella no queda mas que llorar, piensa que tal vez algún día todo se olvidara.
Una ciudad que asoma sus techos por encima del agua, es victima del llanto de Dios, hay cuerpos que flotan hinchados, unos atorados en las alcantarillas y otros en los barrancos. En otra ciudad, por las noches una multitud de niños duerme retorciéndose de hambre, y solo el silencio es testigo de su llanto mudo, amargo, por que las calles, la luna y las estrellas les sirven de cobija, - es el consuelo que les queda.
El profeta del fin del milenio camina con su libro bajo el brazo, va a una colina y con su voz ronca espera que la poca gente que por ahí pasa se detenga al oírle hablar.