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Los ositos revoltosos

Osete y Osito vivían en un hermoso bosque donde había colmenas cargadas de panales de rica miel y un río de aguas cristalinas donde bañarse y jugar con los peces. 

Pero eran muy traviesos los dos ositos y más de una vez se perdían mientras perseguían a alguna mariposa, por eso la mamá de Osete y Osito, mami Osa, les castigaba sin poder ir a bañarse o jugar con los demás ositos.

Cuando los ratoncillos del bosque estaban descuidados tomando el sol, solían correr detrás de ellos, obligándoles a huir temblando de miedo.

En una ocasión los traviesos ositos quisieron coger un panal de miel de lo alto de un árbol.


Mientras Osete miraba lo que hacía su hermano, Osito trataba de subir a las ramas. Se acercó y se acercó al panal y alzando las zarpas dio a la colmena con gran fuerza. De lo que no se había percatado es que dentro de la colmena estaba la abeja reina con su gran ejército, que salieron zumbando. Del susto, Osito empezó a bambolearse y... zas, cayó al suelo con gran estrépito. 

Ufff… Menos mal que mami Osa no les había visto, si no, seguro que les habría regañado y llevado a ambos agarrados de las orejas hasta casa.

Estaba oscureciendo en el bosque y recordaron que mami Osa les reprendería si llegaban tarde a cenar. Pero de camino a casa se encontraron con primo Osón que dormía plácidamente sobre la hierba mientras agarraba con la zarpa un gran salmón recién pescado. 

Se acercaron en silencio para coger el rico alimento. Conteniendo la respiración llegaron junto a él... Pero en ese preciso instante despertó y con un potente rugido hizo que Osete y Osito se cayeran de espaldas por causa de la sorpresa.

¿Qué venís a buscar aquí? -Rugió primo Osón.- El salmón es mío y solo mío. Si me enfado os daré con él en la cabezota para que nunca olvidéis que no se debe robar. 

Llegaron a casa y después de hacer los deberes, bañarse y cenar se pusieron a jugar armando tanto alboroto que mami Osa decidió darles un escarmiento por tanta travesura. 

Osete y Osito, atados el uno al otro por sus colas hubieron de permanecer en un rincón, mientras los ratones y el primo Osón que se asomaban a través de la ventana celebraban con sus risas el castigo de los ositos revoltosos. 

Fin

 

Cuento de Eva Moreno Montilla

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