Amaneció el sábado con aire fresco, la humedad se dejaba ver en los cristales de mi ventana.
Al asomarme, me percaté de que las rosas estaban brillantes, hermosas como corandas por el rocío.
Estaba nublado, todo parecía indicar que sería un dia lluvioso.
Me levanté sin mucho ánimo...el agua tibia no consiguió despertarme del todo. Seguía recordando el sueño del que no quería despertar aún, ni después, ni nunca...
Un minuto después, alguien toca a la puerta...que lata, no me he peinado.
Al abrir la puerta, mis ojos se llenaron de realidad. Ahí estaba, el de mis sueños, con un impermeable negro, maleta en mano y un ramo de rosas en la otra.
No supe si seguía soñando, si la lluvia se había hecho ligera en realidad, o acomodando el sueño para hacerlo mas hermoso.
Pero el beso fué real, profundo, cargado de ansiedad, de nostalgia, de recuerdos, de culpas, de perdones...de deseo.
Una llamada bastó para justificar la falta en el trabajo.
A través de la ventana pude ver el día lluvioso mas hermoso en mucho tiempo. Las rosas mas rojas, las gotas mas cristalizadas, vi al cielo llorar conmigo, esta vez de felicidad...