Érase un ángel que vagaba por la tierra con las alas cortadas.
Tan grande era su pena de no poder regresar al cielo nunca más que llenó océanos de lágrimas hasta que sus ojos se secaron y agrietaron y su bello rostro se descompuso en una blancura cérea y espectral.
Su tosco y perdido caminar era seguido por famélicos perros y niños de ojos vidriosos que miraban absortos sus dos muñones de la espalda: la mutilación de su esencia, la refutación de su ser y otrora su más grande gloria, hasta que las madres los escondían urgentemente en sus casas de barro.
Aquel no era un ángel cualquiera, sino que había sido el más bello e imponente de cuantos habitaban en el cielo, pero sus amistades con el humano V. lo habían condenado a lo que ahora era y en lo que se convertiría después, muchos años después, cuando ambos al fin murieron y se encontraron en el mundo mágico: en aquel ser verde, viscoso y cariñoso conocido hoy por todos como Guj.
Ahora siempre van juntos y se quieren y han aprendido a vivir en la mediocridad y a debatirse en la locura de la risa y de los vericuetos de sus caprichosos cerebros. Pero muchas penas tuvieron que pasar hasta que en sus corazones dos cicatrices quedaron fraguadas.
Ahora todo ha pasado. Sus corazones ya palpitan con más o menos candor y los muñones de la espalda de Guj no son más que malformaciones ya aceptadas con resignación o cicatrices de guerra de sus batallas imaginarias contra las brujas del mal fario. Los dos van juntos por el mundo mágico haciendo locuras y discutiendo, compartiendo sus secretos de otros tiempos de los que ya no pueden acordarse, y por eso se los inventan, como lo de aquella chica que un día quiso a V.
Aquello fue hace muchop tiempo, y ya ella debe ser un ángel también, y por eso a veces V. mira al cielo sabiendo que un día vendrá porque así se lo dijo. Sólo es cuestión de tiempo; del tiempo que no existe en este mundo mágico ya para nadie.
Todo esto sucedió en el futuro o sucederá en el pasado, y aunque de los nombres no pueden tener memoria a veces V. le susurra a Guj al oído el nombre de aquella chica, como una ligera brisa fresca. El nombre de su estrella; y es entonces cuando los dos se quedan sentados en una roca y los párpados les empiezan a pesar. Se tumban somnolientos y duermen con una sonrisa de bondad en sus rostros. Y cuando están dormidos ella viene y Guj nota cómo sus alas brotan de nuevo y V. cómo su corazón palpita. Sienten cómo todo está perfecto.