Había una vez... ¡No! Todas las historias empiezan con esa frase cliché. Me he sentado hace medía hora en esta maquina y lo único que he podido escribir ha sido mi nombre que de memoria ya sé. No se me ha ocurrido nada, debe ser que la musa hoy no le dio las ganas de acompañarme o que mis neuronas se han declarado en huelga debido al mal uso que les doy.
En realidad trataba de escribir alguna historia que arranque algo de mí sin necesidad de recurrir a tantas mentiras, actividad de la que por cierto me considero experto. Se me ocurrió escribir sobre un beso fugaz, una mirada escondida, la piel erizada o alguna chica pretenciosa pero en el trayecto que recorrí para sentarme a escribir la historia y la estructura de aquella aventura que empezaba a imaginar se extravió hacía un lado que no conozco muy bien, creo que se llama olvido o tal vez simple distracción. La mera verdad es que estoy harto de cuantas veces resultar tan evidente, sé que todo es producto de mi precaria imaginación y por ello recurro, avergonzado y asustado, a los fantasmas que siempre y por siempre me van a perseguir. Sé mentir cuando escribo y decir la verdad no me cuesta entonces atravieso una ligera contradicción acerca de lo que escribo y llegó a la conclusión de que si yo fuera unos de las desafortunadas personas que reciben una historia mía cada vez que se me antoja escribir, simplemente: No la leería o en todo caso, leería aquel escrito sabiendo que detrás de él se esconde una persona que vende sus miserias al mejor o peor postor, lo cual inmediatamente me convierte en un obrero de algún tipo de negocio sucio, aunque en el fondo sé que muchas veces me he sentido demasiado feliz luego de embarrarme las manos luego de escribir una historia.
Quise hacer aquello hoy, por ejemplo, sólo que los tiros estaban lejos de dar en el blanco.
Ayer se me ocurrió una idea que al principio tenía un matiz descabellado pero que luego, hasta ahora todavía me resulta intrigante y muy emocionante. Asome un momento la mirada por la ventana, me senté muy junto a ella y tenía muy en claro que sólo me levantaría si es que por ahí pensaba alguna ser humano, no me interesa escribir sobre extraterrestres. Vivo en un suburbio alejado y generalmente desolado, sobretodo en estos calientes días de verano, así que sólo tuve que esperar tres horas para ver pasar a la primera persona. Era una chica, debe tener mi edad (o sea: Muy joven), le he visto algunas veces, tiene un nombre que no me gusta pero unos senos que sí. Camina muy ligera, como si flotará, no oculta una sonrisa cuando me ve mientras yo trato de ocultarme: Temo que sospeche la misión que me he encargado. Cuando ya no pude verla más corrí hasta mi habitación, saque de un lugar secreto mi agenda de apuntes y me dedique a cumplir mi propósito: Tenía que inventarle toda una vida a esa chica. Primero le cambie el nombre, le reduje dos tallas de brasier, elimine esa manera tonta de caminar y resulto ser más atractiva. Le invente algunas características, le obsequié extrema simpatía y algo de ingenuidad. La involucre en un amor furtivo, la condene con un oscuro pasado y le obsequie miles de penas. Ya no se parecía mucho a la chica inicial que hace unos momentos había visto pasar. Estaba traficando con su historia y lo más importante: Sin percatarme en un principio pude darme cuenta recién hoy que sin querer había encontrado un personaje que me servirá para alguna historia. Entonces aquella chica ya no me pareció tan desconocida. Yo sabía su historia.
Hay planes turbios dentro de la literatura y creo que no es buena idea confiar en escritores. Me pregunto si será por eso que cada vez escucho menos secreto de mis amigos, espero que sean lejanas las razones que los obliga a tomar tal decisión. Me fascina escribir, pero también pienso que es mi dios y mi cruz, es decir, por un lado me da miedo escribir por que temo que aquello haya sucedido sin darme cuenta y olvide disfrutarlo o lamentarlo pero también adoro escribir por que de alguna forma mi carga se hace más ligera, debe ser como la noción que he aprendido del amor: Temo amar demasiado por que al final siempre termino perdiéndolo. Perdón si el último comentario no tiene nada que ver.
Tenía sólo un personaje pero toda la incapacidad del mundo para inventar una historia. Estoy seguro que ese va a hacer mi oficio: Inventar historias, sólo que ahora ya tengo en claro que como vano oficio esta bien pero que si pienso adentrarme cada vez más debo estar atento a las mafiosas distracciones que van a buscar eliminarme cuando les haga frente en alguna historia que empiezo a escribir. Creo haber llegado a la conclusión que de que no hay malos escritores (Teoría que en parte me alivia mucho) sino más bien que existen malas historias y no porque estén mal contadas, lo que en realidad sucede que los personajes que algún momento estaban destinados a cumplir un rol fundamental y único, cansados o aburridos optaron por tomar un camino distinto, para escribir hay que ser un experto en el arte del convencimiento, de lo contrario muy pronto te das cuenta de que te estas quedado solo. Hay que venderse si es necesario, lavar ideas en cualquier historia, secuestras por largos periodos a la inconsciencia, de lo contrario uno se vuelve blando fácil de los esperpentos gordos. Todo esta permitido en esta guerra imaginaria, incluso involucrar a seres que nunca imaginaron ser gordos, cantantes o solitarios en el mundo inmortal de la literatura. Y bueno, luego de descubrir un misterio que por mucho tiempo se escondía puedo asegurarme que desde hoy estaré más atento a los detalles, contrataré agentes y guardaespaldas que a su debido tiempo me avisen que la mejor historia en camino y sólo debo esperarla sentado, capturarla y obligarla a que se revele sólo para mí, total: Estos son mis negocios sucios.
Bueno Jesús, ésto no es un cuento, es mas bien... uno de esos gritos intensos que nos envían nuestros sentimientos, nuestros miedos,nuestros deseos insatisfechos o satisfechos en demacía. Tú has decidido escupirlo sobre la página en blanco; me parece un grito de auxilio, pero de esos que no necesitan respuesta; expresado de tal forma, que deleita nuestro mundo interior, nos invita al análisis del todo, y nos contiene en los tropezones propios. Gracias.