"¿Acaso puede encontrarse el cielo
en el asfalto?"
Sandra Uribe Pérez
¿Y esto? ¿Qué es? ¿Qué sucede? ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?. Esto no estaba así ayer. ¿Cómo? ¿De la noche a la mañana? ¡No puede ser! ¿Quién lo ha cambiado? ¿Por qué?. No estoy de acuerdo. Alguien debería explicarme esta situación. Me descontrola. No hay razón para cambiar lo ya establecido. ¿Dónde está la nueva ley? ¿Quién la promulgó? ¿Por qué no avisaron con anticipación?. Me hubiera preparado. No lo acepto. ¿Quién tiene derecho a modificar las cosas sin importarle lo que los demás piensen?. Es una locura. Me irrita. Me incomoda. Me llena de pánico. No lo entiendo. ¿Qué es esto?. No. No lo tolero. ¿Qué voy a hacer?. Nada. No puedo hacer nada. ¡Oh, Dios!. ¿Por qué lo has permitido?. Esto va más allá de mis fuerzas, de mi comprensión. Y ahora no logro evitarlo. Es mi única salida. Alguien debió imaginar que esto sucedería. Que el egoísmo de alguien desencadenaría inevitables consecuencias. Quizás ése crea que ha logrado un triunfo pero con el tiempo descubrirá que fue un error. Nada se puede cambiar de la noche a la mañana y pretender que nada pase. Esto es fatal. ¡Por favor, no se me acerquen!. Es una decisión tomada. No lo puedo evitar. ¡No se arrimen! ¡No me toquen! ¡Idiotas! ¡Estúpidos!. Ustedes no son más que tristes marionetas manejadas al antojo de payasos que simulan felicidad. ¿Acaso no lo ven? ¿No ven lo ridículo de esta nueva situación? ¿No ven que es un despropósito?. Pero yo no les seguiré el juego. No me plegaré a sus patrañas. ¡No se me acerque se lo digo! ¡Es mi vida! ¡Es mi decisión!. Y no me queda otra alternativa. ¿Es un absurdo, me dicen?. No lo creo. No traten de convencerme. ¿Por qué no tienen valor de luchar como lo hago yo? ¿Por qué se callan y lo aceptan todo sin chistar?. Para mí esto no es justo. Yo no estaba preparado. ¿Cobarde, me gritan?. No. No saben lo que dicen. ¿Alguno de ustedes podría explicarme lo que pasó?. No. ¿Verdad?. Como lo ven, no tiene sentido. Es ilógico, ¿cierto?. ¿Habla de realidad? ¿Cómo dice? ¿De qué pretenden salvarme? ¿De la muerte? ¡Oiga, usted, el de chaqueta y casco amarillo! Ni lo intente. No se aproxime. Podría lamentarlo. ¡Imbéciles! ¿No ven que tengo razón? ¡Usted también, señorita!. Por favor, quédese ahí. No se mueva. ¡Oh, Dios!. Nunca imaginé llegar a esto. Yo creía en la vida, en la verdad, en el amor. ¿Pero, por qué no podemos vivir en paz, respetándonos, aceptándonos? ¿Por qué permites que se altere el destino de las personas y de las cosas?. Tú, Señor, que todo lo gobiernas: ¿Dónde estabas anoche cuando alguien decidió cambiar el orden establecido?. No. No. No admito este terrible caos. No lo puedo soportar...
Bogotá-Colombia. Mayo 20 de 1.993