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«¿Cansado del típico viaje de nueve días y siete noches a Punta Cana? ¿No le interesan en absoluto las cenas con el capitán del crucero de turno? Déjese asesorar por nuestro personal especializado; le garantizamos una experiencia que no podrá olvidar.
Sería presuntuoso afirmar que Viajes Fiumicino & Sierra es su única alternativa, pero más de cien años a la vanguardia del sector turístico nos avalan como su mejor opción. Con nosotros se ha coronado el Everest, hecho espeleología en la Caverna del Mamut y buceado en el mismísimo Triángulo de las Bermudas. Poseemos la mejor infraestructura para el turismo espacial, experiencia única que podrá contar a sus seres queridos desde nuestro complejo recreativo Arias V, a orillas del Mar de la Tranquilidad, y ahora, tras años de investigación, le ofrecemos la increíble aventura del viaje en el tiempo (*).
Admita que no sintió satisfecha su inquietud cuando deambulaba entre las ruinas de Pompeya, Mérida o Palmira. Egipto, Petra, Stonehenge,... no son más que tristes testimonios de una grandeza que ahora ponemos a su disposición, para que viva en primera persona, siempre de la mano de los mejores guías contemporáneos, el día a día de la fascinante epopeya humana (**).
Viajes Fiumicino & Sierra. Todo el tiempo por vivir»
(*) Viajes Fiumicino & Sierra se haya sujeto a normativa estatal.
(**) Consulte disponibilidad de destinos en su agencia de viajes.
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-¿Por qué pone esa cara? Al fin y al cabo somos una empresa dedicada al turismo.
-Pero estamos hablando de viajar en el tiempo.
-¿Y?
-Pues, señor De Naerol... Que no es organizar un crucero por el Mediterráneo, precisamente.
-Entienda que no hay mucha diferencia entre una máquina del tiempo y la lanzadera espacial Discovery... O que un motor diésel. Tenemos la tecnología y la ponemos al alcance del público más exigente.
-Bueno. Supongamos que sea así de fácil...
-No lo suponga. ES así de fácil.
-De acuerdo. ¿Cómo funciona exactamente?
-Comprenderá que no puedo darle los detalles técnicos. Sólo decirle que no todo es energía nuclear y que aún hoy se pueden conseguir muchas cosas con el vapor de agua.
-Entiendo. ¿Qué me puede decir de la «disponibilidad de destinos»?
-Que no es más que un contratiempo que esperamos solventar en breve. Por desgracia no podemos desplazarnos en el espacio, por lo que si el turista quiere visitar Pompeya antes de la erupción del año setenta y nueve debe hacerlo desde nuestra oficina en la estación de Roma Termini, y llegar a la ciudad por los medios habituales de la época, lo que es toda una experiencia, se lo aseguro.
»Tenemos oficinas repartidas por todo el mundo, de forma que no hay destino al que no podamos llegar.
-¿Y eso de la normativa estatal?
-Verá. Aunque nuestra actividad se financia exclusivamente a través de fondos privados, hemos de someternos a la Ley Bradbury, con la que el Gobierno regula los viajes en el tiempo.
-¿Bradbury? ¿Como el escritor?
-Precisamente. La ley se escribió basándose en tres reglas que debía cumplir el viajero del tiempo en El sonido de un trueno, uno de sus cuentos.
-Las recuerdo: no olvidar nada en el pasado ni traerse nada de allí y, por supuesto, no cambiar la historia. Creo recordar que el presente del protagonista se veía afectado por la muerte de... ¿Una mariposa?
-Exacto, una mariposa. Pero he de decirle que eso es pura literatura. Por nuestra experiencia puedo asegurarle que el tiempo no es tan voluble, y que una mariposa muerta en el pasado no entrona al dictador de turno, como ocurría en el cuento.
-«Por nuestra experiencia», ha dicho... ¿Está insinuando que sus viajes en el tiempo pueden producir alteraciones?
-Mire. Nosotros hacemos todo lo que está en nuestra mano para que no se produzca ningún cambio. Aún así puede que algunas historias intrascendentes se vean alteradas; que los viajeros del tiempo hagan, siempre de forma involuntaria, que dos personas jamás se lleguen a conocer, o que alguien sea un poco más pobre... O un poco más rico.
-¿Y qué piensa el Gobierno de esas «historias intrascendentes»?
-Al fin y al cabo nuestro negocio llenan las arcas del Estado, así que nos dejan hacer siempre que los cambios producidos no afecten a nivel macrohistórico.
-Tendrá que perdonarme pero eso que dice me resulta escandaloso.
-¡No me venga con sermones! Peor lo hicieron las industrias madereras en el Amazonas. Y como le he dicho, hacemos todo lo que está en nuestra mano para que la Historia escrita con mayúsculas no se vea afectada, así que no me joda o doy por terminada la entrevista.
-No era mi intención... importunarlo. Sólo quiero informar a los lectores.
»Dígame qué medidas son esas de las que habla.
-A ver. Por un lado, el guía que acompaña a los turistas controla que todo se haga dentro de los márgenes establecidos. Por otro, la Ley Bradbury establece que el viaje no puede ser inferior a ciento cincuenta años, el equivalente a cinco generaciones.
-¿Por qué cinco generaciones?
-Porque tendemos a beneficiar a nuestros hijos, padres o abuelos, ya sea por afecto o por cultura de familia. Más allá de cinco generaciones es difícil mantener esa afinidad. Así, nuestros clientes viajan a un pasado en el que sus abuelos aún no han sido engendrados; a un tiempo en el que sus nietos han muerto con toda seguridad... Eliminada la tentación, no se cae en el pecado.
-Aún así, el turista podría ayudar a Hitler a ganar la Segunda Guerra Mundial.
-Para eso está nuestro guía y vigilante. Además, vuelve a hablar de ciencia ficción. Imagínese en un mundo en guerra del que no sabe más que lo leído, con una lengua y una cultura que no es la suya y sin información precisa con la que moverse. ¿Quiere ayudar a Héctor en la defensa de Troya cuando no puede acercarse al Presidente del Gobierno para hablar de las pensiones? ¡No me haga reír! Napoleón lo mandaría fusilar por espía cuando intentara prevenirlo de la fatídica jornada de Waterloo.
»Por otro lado, no se sorprenda si le digo que el hombre se siente más inclinado a beneficiar a su equipo de fútbol, sea cual sea la época en que se encuentre, que a evitar holocaustos que no conoce más que de sus estudios.
-No sé por qué no me extraña... ¿Ha ocurrido alguna vez?
-Ocurrió. Y tuvimos que intervenir.
-Increíble...
»Y ya para terminar, señor De Naerol. ¿Qué puede decirme del futuro?
-¿Futuro dice? El futuro como nos lo han vendido no existe, simplemente porque no ha ocurrido. ¡No ponga esa cara! Como reportero de la revista científica Qué Curioso debería tener la mente más abierta. ¿No le parece?
»Si tomamos como base el calendario Gregoriano, el presente de la humanidad se encuentra en el año dos mil cuatrocientos veintidós, exactamente a las una y veinte de la mañana del día veintiséis de octubre, hora local. Más allá no hay nada.
-Entonces...
-Entonces, mi querido amigo, tanto su presente como el de los otros nueve mil millones de personas que habitamos el planeta en éste dos mil cincuenta y cinco, sucedió hace trescientos sesenta y siete años... y unos días. ¿Capta la sutileza?
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