En aquel lugar enorme y frio pernoctaban más de setenta ronquidos, formando un barullo palpable y sólido como el croar enardecido de un estanque lleno de sapos en celo.
Sólo eran unos muchachos que se levantarían sobresaltados a las siete de la mañana y formarían con los ojos hinchados y legañosos, tosiendo, carraspeando, y rascándose todo lo rascable,para empezar una nueva jornada.
Pero ahora en la medianoche es preceptivo dormir.

Por la brisa de los ventanales, rozando las toscas cortinas, se desliza con sigilo un duende invisible, minúsculo, casi ingrávido, capaz de deslizarse por el ronco manto de la estancia como un aliento.

Es un inspector.
Le encanta su trabajo, meterse en los chicos uno a uno, a ver qué traen.

Pablo está nadando en su playa de San Vicente, llevando con el chapoteo de sus pies a la hermosa Juli sobre el colchón de aire...

José canta canciones de vino y fiesta agarrado a tres amigos, en ese punto etílico que nunca debiera ir a más y empeorar...

El Javi, que no salió en su vida del monte, vuelve en este momento a él, y allá que viene su perro Chato con un palito en la boca...

Daniel Márquez ya va por su kilómetro nueve en la maratón de la ciudad, cuando un ruido en la litera de encima lo desconecta. Intenta, tras ponerse del otro lado, continuar donde lo dejó, pero no le es posible ya y se ve obligado a comenzar de nuevo.....Mañana se levantará con agujetas.

Alfredo, el autor del ruido, no da para soñar mucho, no llega a más, tal vez colorines...

Mario está haciendo gestos con el morro como de chupar, porque se está encendiendo un canuto de maría.... Este, dormido o despierto, siempre anda en lo mismo.

Juanjo Bakuma está siendo blanco y las cosas le van mejor en este pais de gentes pálidas y descoloridas...

Antonio Gil, el Tony, se encuentra esquivando a dos guardias municipales y zigzaguea con cara de cabrón, esperando comprobar qué contiene el bolso que le arrancó a la señora de un manotazo...

Gabriel entra en el delirio, viendo por fin desde la primera fila un concierto de los Rollings...

Y el duende llega a donde Jose Luis García, ese muchacho que cierra mal los ojos y que cuando duerme aun parece que siga mirando de soslayo. Ve que está asustado, vino voluntario, se equivocó o lo equivocaron, es casi un niño. En su mente sólo quiere espacio para Sonia. La llama, pero está demasiado inquieto, demasiado tenso para conseguir traerla. Y entonces vuelve a soñar que llora.

Pero al verlo, el duende, hace lo que no tiene permitido, se desliza por la ranurita de los párpados y le arrulla con la voz de Sonia, le dice lo que necesita oir, le toca con su tacto y le pinta las mejillas con el color de sus labios.

Pasó la noche y un altavoz atruena la compañía. Se levantan todos acelerádamente, a trompicones, se calzan las botas con torpeza y se disponen en formación delante de sus literas.
El cabo llega gritando con soberbia y pasa lista a los reclutas.
Carraspean, tosen y se rascan, dicen cuatro groserías y se terminan de vestir para el desayuno y las maniobras.

José Luis García, mientras se lava los dientes frente al espejo, recuerda que anoche debió cerrar mal sus ojos, porque algo notó que se colaba por ellos.
Por fin vino Sonia a su mente, después de venticinco dias.
Ahora siente menos miedo, porque sabe que cuando la noche regrese, sólo tiene que volver a dejar mal cerrados los ojos.