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Categoría: Románticos

Duanae 2

Soy tonta!, Cómo se me ocurre escribir un e-mail a alguien que no conozco, con la de pirados que hay en la red!, bueno, menos mal que no puse mi dirección de correo, por lo menos no corro el riesgo de que me conteste y se pase el día mandándome mails.

Me dejé llevar por una historia un poco ñoña, la verdad es que lo hice por que me pilló un poco depre el día, son momentos, me siento rara cada vez que pienso en Jose, me entra una sensación de frió que hasta en pleno verano se eriza la piel. Hoy hace exactamente un mes que no se nada de él, cada vez intento hacerme más a la idea de que sus últimas palabras eran las últimas de verdad. Por eso ayer, quizás buscando una historia un poco más alegre que me animase el día, entré en aquella pagina web de cuentos. Leí un par de ellos que no me aportaron nada, historias sosas, sin principio ni fin. Hasta que llegó la suya, primer sock al leer la primera línea, “Querida Ana”. ¡No, no puedo ser yo, pero seguiré leyendo!. A medida que leo se me hace un nudo en la garganta, empiezo a ver mal a raíz de unas lágrimas que se aprietan en mis párpados dispuestas a desatar un mar. Lo que hace desatar a la marea es la última palabra del cuento, “Jose”.

No creo que sea él, bueno, estoy segura, cualquier esperanza es una ilusión, Jose nunca demostró ser una persona de mostrar sus sentimientos de una forma abierta, costaba mucho encontrar a su verdadero yo. Pero respondo al cuento, le envió un mail, no sé que contar, pongo lo típico de que me ha gustado mucho su cuento y que la historia se parece a la mía. Aunque con matices, como ya he dicho antes la historia me parece un poco blanda, así que supongo que será cierta, que será la forma que tiene quien la escribió para pedir perdón. Como no sabía como acabar el e-mail aprovecho el final del cuento que es Granada para comentar al autor que si quiere se ponga en contacto con mail conmigo para disfrutar de mi ciudad, eso sí, no pongo mi dirección, solo es una manera cordial de despedirme.

Pasan cuatro días, liada hasta los topes con mis últimos exámenes de la carrera, no puedo siquiera echar un vistazo a mi correo. El Viernes por la noche vuelvo a entrar en la red, sin quererlo me veo guiando el cursor hacia la página web donde está el cuento, vuelvo a leer el cuento, se me vuelven a empañar los ojos, cada vez me reconozco más en él. Decido descargarme el cuento para no tener que conectarme cada vez que quiera leerlo.

Las dos siguientes semanas son post exámenes, eso quiere decir que mucha “fiesta”, noches de alcohol y algún que otro regalo de plantas sabias. Pero cada noche, si puedo, releo el cuento, nunca me había sentido tan bien con una mezcla de soledad y tristeza como la que me provoca. ¿Estará el autor con la misma sensación que yo? ¿Qué sentía al escribirlo?. ¿Debería volver a escribirle?.

Hace dos noches conocí a Hugo, simpático, guapo, con un toco de ingenuidad. Aprovecho la sequía que sufre mi boca para regarla con él. Mi última intención es convertirle en mi novio. Estoy demasiado cansada de Jose como para meterme en otra historia. Pero creo que él está más enganchado. Se lo cuento, le explico que, aunque con mucho cariño, ahora mismo mi único objetivo soy yo,yo y yo. Y Siddharta, así firmaba el autor de “mi cuento”. Sin querer le cuento a Hugo lo que yo me he negado durante tres semanas, la existencia de alguien que con su forma de escribir me ha cautivado. Sonrojada, por que yo también era la primera vez que lo escuchaba, me da un beso en la frente y me previene, “que tenga cuidado, que hay mucho loco por ahí, pero también hay muchos corazones”. Además de guapo, cursi. Se va y volvemos a estar solos Siddharta y yo.

Necesito despejarme, es Sábado por la tarde y no tengo plan, buscaré a mis amigos en el chat para ver planes de esta noche. Siempre lo hacemos así, mi padre lo llama las gilipolleces de las nuevas generaciones. Y entro como Silfi, que no es nada, pero cuando empecé en los chats los que me gustaban estaban cogidos. De repente me tiembla la mano, enciendo un cigarro nerviosa y vuelvo a comprobar un nombre en la lista de personas conectadas. Siddharta. En la conversación está preguntando si alguien conoce a Duanae, tiene que ser él. Abro un privado. Necesito hablar con él, comento que yo la conozco, no me atrevo a decir que soy yo. Me empieza a contar la historia que ya es parte de mi piel, pero me alucina el interés por conocerme, como “habla”, la dulzura de sus palabras y cuando comenta que cree estar enamorado de Duanae, empiezo a llorar y reír a un tiempo. Debe ser lo que se siente al estar enamorada de verdad, huracán de sensaciones.

No le conozco, pienso racionalmente, pero mientras me regaño a mi misma, estoy dándole una pista, que si de verdad le intereso entenderá. Dejo caer el sitio por donde suelo estar de marcha, donde puede ver a Duanae, en ese momento desconecta del chat. ¿Habré hecho bien o tendré un psicópata persiguiéndome?

Dudo entre salir de marcha o meterme en la cama muerta de miedo, puede más la curiosidad y me arreglo para salir. Estoy toda la noche metida en el mismo bar y vigilando a los tíos raros de por allí. A las tres y ante el panorama que pasó de expectante a aburrido decido irme a casa. Mis amigos quedan apurando la última copa.

Bajo la cuesta hacía la plaza, Granada es preciosa de noche, paso por detrás de un chico sentado en la acera, miro, sigo caminando, me doy la vuelta, me coloco detrás suyo, lleva vaqueros raidos, deportivas adidas y una bandolera, pero lo que me había llamado la atención fue su camiseta, en su espalda una inscripción, Siddharta. Con las piernas temblando, el corazón desbocado y la voz cortada me planto delante suya. No me ve, respiro tres veces y le hablo, “Perdona, te resultará raro, pero...¿Por qué llevas una camiseta que pone Siddharta?” atino a preguntarle. Me mira, se pone de pie, no es muy guapo, pero atrae. Se me va la cabeza, el vértigo me puede. Habla, me dice la frase más maravillosa que me podría decir, la esquela de Jose, Hugo y el resto que hayan pasado por mi vida: “Siddharta era el nombre de Buda antes de llegar al Nirvana, pero ahora mismo soy Ulises, mi Penélope, Duanae”. Sigo sin saber quién es, pero le beso.

FIN
Datos del Cuento
  • Autor: Siddharta
  • Código: 1966
  • Fecha: 05-04-2003
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.85
  • Votos: 62
  • Envios: 1
  • Lecturas: 5776
  • Valoración:
  •  
Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Psique
invitado-Psique 29-05-2003 00:00:00

"Si las sombras os hemos ofendido pensad esto y nada mas, que os habeis quedado aqui dormidos mientras estos hechos ocurrian...." ("El sueño de una noche de verano" Shakespeare)

Siddharta
invitado-Siddharta 26-05-2003 00:00:00

Hola psique, gracias por el comentario que me has mandado. ¿Cuál es tu e-mail?

Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 06-04-2003 00:00:00

No estoy seguro si Herman Hesse hubiese gustado de ver sus apropiaciones por aquí. No acostumbro a leer diarios de vida, pero no pude evitar leer el suyo...está entretenido. Saludos míos.

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