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El principe de la Noche

EL PINCIPE DE LA NOCHE

Cae la noche en Satrapa y los angustiados padres comprueban, nerviosos los postigos de las ventanas. Topes de puertas atrancados, luces encendidas en cada cuarto y nubes de incienso recorriendo los recovecos de la casa, en la materialización de viejas costumbres supersticiosas.

En todo lugar conocido del reino tener la dicha de engendrar una bella doncella y ser capaz de educarla en las artes, la etiqueta y la coquetería, es una bendición. Una garantía de que la muchacha será capaz de conseguir los favores de algún poderoso y renombrado joven, y de esta forma, aspirar a una vida de lujo y dicha colmando de prestigio a la vez a su familia.
En todo lugar... menos en Satrapa
Porque en noches de luna llena, cuando en siroco cambia repentinamente de dirección y las dunas se inclinan hacia poniente. En noches como la de hoy tiemblan los corazones al oír el sonido del viento golpear en los postigos de las ventanas, porque la arena puede traer consigo al Príncipe de la noche.

Mitad hombre mitad demonio El principe de la noche cabalga sobre una estela de leyenda entre los tejados de Satrapa, su embozo porta el viento por donde pasa y lleva consigo un manto de oscuridad. Su negro sayo tiene bordados de oro, y en su rostro se adivina la más absoluta frialdad, porque el Príncipe de la Noche nació muerto, al estar su helado corazón cubierto por un solido bloque de hielo.
De día comanda ha una despiadada banda de asesinos y ladrones del desierto, guiando a sus secuaces con mano de hierro. De noche el ladrón se transforma en príncipe y acude a la ciudad a alimentarse.

Se dice que tiene un harén de mas de cien mujeres escogidas por el mismo de entre las más bellas de la ciudad: . Seducidas por la belleza ultraterrena del príncipe las jóvenes son hechizadas y a partir de ese momento, viven pensando en la noche en que el príncipe antoje en ir a visitarlas, colándose por la ventana y profanando su lecho.
El príncipe necesita hacer latir su corazón y por eso va robando poco a poco el calor del corazón de su victima. Quitándole su misma esencia, el príncipe hiela el alma de sus amantes, consumiéndolas en lenta agonía, con su frío beso de muerte, hasta que solo queda de ella una fina lagrima helada, que el guarda solo como recordatorio de que debe buscar una nueva sustituta.

Una tarde de mercado entre el ruido de los comerciantes y los puestos de fruta, una oscura figura con un extraño colgante en forma de lagrima, escrutaba entre la muchedumbre.
A lo lejos creyó percibir algo, Una negra y ondulante melena, saliendo de entre las entretelas de un capuchón. Los reflejos del sol refractaban directamente en aquel cabello, hiriendo los ojos del príncipe. Nunca antes había visto aquella figura, de eso estaba seguro. La observo en la distancia, y aunque su rostro estaba cubierto, pudo percibir una gran belleza en aquella figura. Su elegancia... su porte... Un andar como si flotase por encima de la arena... Una belleza que transgredía el capuchón más grueso y se irradiaba como una luz en la noche.
-Tú serás... -, penso. En el momento en que la figura se aparto del bullicio y entro en una zona intransitada. El príncipe se mostró ante ella. Percibió unos ojos que asomaban entre la capucha como dos joyas engarzadas, mirándolo impasibles y clavándose en los suyos, como dolorosas agujas.
El príncipe sabia que debía hacer ante eso, mostró su rostro inmaculado, y con airoso porte se acerco a ella, murmuro un hechizo como si de un canto de amor se tratara y se apresto a recogerla en sus brazos, sin embargo algo ocurrió... En vez de sucumbir en su pecho la muchacha dio media
vuelta y comenzó a correr.
Desconcertado, el príncipe apenas conseguía seguirla. Maldiciendo a Dioses innombrables, el Príncipe siguió a su víctima hasta la zona alta de la ciudad, donde la vio desaparecer en el palacio Real. De modo que era eso, debía de tratarse de una cortesana o una hechicera. ¡Cómo aquella miserable se atrevió a oponerse a su poder!. En lo más helado de su corazón comenzó a odiar a la encapuchada figura. Un odio como solo un demonio era capaz de fraguar. Algo visceral que recorría sus venas e hinchaba sus sienes: -¡Venganza!, ¡Venganza!- rugía el príncipe.

Regresó a su guarida y preparó una daga envenenada con el veneno de mil escorpiones. Al caer la noche, montó el espíritu del viento y se encaramó por las murallas del Palacio. Burló a todo la guardia y saltando por los tejados comenzó a registrar las mil y una habitaciones de palacio, en busca de aquellos arrogantes ojos que lo habían hipnotizado: -¡A él!.-Fuese quien fuese descubriría demasiado tarde cuan cruel podría llegar a ser la venganza del número uno de los demonios, el consumir de almas, el príncipe del desierto y la noche, que nunca había fallado y nunca más volvería a fallar.

Poco antes de medianoche había registrado todas las habitaciones, todas menos una, ¡la de la propia sultana!.Ahora entendía algunas cosas, pues se decía, que la sultana era sin duda, la más bella mujer de todo el Reino. Una persona que aunaba las grandezas de los ejércitos y la pureza del agua. Aunque ya era tarde para ella. Silencioso como el aire, el príncipe cruzó los grandes visillos del ventanal y penetró en la habitación de la sultana. Corrió el dosel y contempló su cuerpo desnudo sobre la seda. Ahora tendría la venganza que le abrasaba su cuerpo. Empuño la daga que goteaba veneno y la alzó sobre su cabeza. Asió con fuerza y descargó el golpe fatal.

Una fracción de segundo antes de que el cuchillo cercenase la carne, la cabeza giró dejando contemplar al príncipe el rostro dormido de la sultana. Fue incapaz de terminar el golpe... Se quedó embelesado contemplando aquellas facciones, la daga se escurrió de sus manos y sintió como el ardor de su odio le abrasaba todavía más. Lo consumía en una incandescencia. El príncipe no sabía que lo que él creía era odio, había resultado ser resultado ser desde el principio el más puro y verdadero amor.

Sin poder evitarlo, inclinó su rostro hacía la sultana y la besó con ternura. Cuando sus labios se juntaron, el fuego de mil fraguas descendió por la garganta del príncipe, cruzó su pecho y reventó el hielo de su corazón.

Con el rugido del témpano, la sultana se despertó y llamó a la guardia, sobresaltada al encontrarse con un intruso en su habitación. El corazón del príncipe, ahora sin la protección del hielo era muy débil y estaba encogido. Postrada a los pies de la cama, fue capturado y arrojado a una mazmorra, donde pasó la noche en medio de fortísimos estertores y sacudidas del más puro dolor y sufrimiento.

Al amanecer , instantes antes de que la hoja del verdugo cayese implacable sobre su cuello, el príncipe de la noche sonrió.

Si voy a morir, pensó, es porque al fin he conseguido estar vivo.




A la sultana de mi noche
NAcho
Datos del Cuento
  • Categoría: Románticos
  • Media: 5.48
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2 comentarios. Página 1 de 1
Mil-aromas
invitado-Mil-aromas 24-08-2003 00:00:00

sencillamente...hermoso,pero lo mejor ese final...él vivió.

Alex el flagrante
invitado-Alex el flagrante 24-08-2003 00:00:00

Me parece un cuento muy bien estructurado, pero recuerda Naxo que me lo as copiao!!!!!!!!! Era mi ideaaaaaaaaaa!!!!!! Por lo demás es de lo mejor que e leido ultimamente. Un saludo.

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