LOBITO ROJO Y CAPERUCITA FEROZ
Hace muchísimos años. Hace tantos años, que los hombres vivían en cuevas, no había tele, ni electricidad ni ordenadores. Los que se encontraban un poquito más altos en la evolución se agrupaban en poblados. En uno de esos poblados habitaban una varias familias felices, sin más problemas que los causados por las manías de la naturaleza, los lobos y algo más que diré después.
El poblado se extendía sobre un valle muy fértil, con árboles frutales, ganados de ovejas , cabras y gallinas felices retozando al sol. Es decir, todo estaba bien, menos el miedo a los lobos que habitaban en las montañas que rodeaban al poblado, y una niña. Sí. Eso dije. Una niña.
Cuando el viento del invierno bajaba por las faldas de las montañas con él bajaban los hambrientos lobos, porque en los picachos desapacibles no encontraban caza para alimentarse.
Con el hambre se volvían atrevidos y causaban estragos en los rebaños. Tenían tanta hambre, que no les importaba llenarse el hocico de plumas de gallina.
La otra preocupación era la niña. Una niña linda, pero tan gamberra, traviesa, maleducada, contestona y no sé cuántas cosas más, que nadie quería jugar con ella. Era huérfana y sólo tenía una abuela que fue la única que sobrevivió a los disgustos causados por nuestra protagonista. Así que, nadie la llamaba por su nombre, sino por Caperucita Feroz.
Caperucita, porque siempre llevaba un gorro de piel y feroz, porque era feroz. Feroz con los mayores y pequeños, pendenciera, peleona y cruel con los animales.
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La manada de lobos se ha reunido. Celebran un acontecimiento especial. Acaba de nacer un lobezno precioso. Tiene el pelaje suave, terso y brillante, de un color rojizo que lo diferencia de los demás lobos, tan rojo como un atardecer en el mar. Por eso, papá y mamá han bautizado a su cachorro con el nombre de Auuu Iii, que en idioma de lobos quiere decir Lobito Rojo.
Pronto empezaron los problemas, pues el lobito no se comportaba como los de su especie, no quería aprender a cazar, jugaba con las flores y perseguía mariposas.
_ Este lobito me va a matar a disgustos- decía Mamá Loba aullándole a la Luna, como si tuviera la culpa.
_Pero, mamá. Es que no me gusta hacer daño a mis amiguitos- contestaba el lobito con voz aguda.
_ Mira, hijo. Nosotros los lobos matamos para comer, para no morirnos de hambre. Y un lobato fuerte como tú debe acostumbrarse a cazar y para que cuando seas mayor te respete la manada. ¿Te imaginas a un lobo vegetariano ? ! Qué asco !
Pero lo que más preocupaba a Mamá Loba era la peligrosa costumbre de su cachorro de acercarse demasiado al poblado, y no precisamente para cazar algún ratoncillo- como hacían los demás jóvenes-para ir aprendiendo, sino para algo nunca visto en un lobo: le gustaba observar escondido detrás de unos matojos como jugaban los niños del poblado. Y viéndolos jugar, sus vivos ojitos rasgados brillaban de ilusión.
_ Lobito Rojo. No te acerques al poblado.Vete a jugar al bosque. No olvides que los hombres son peligrosos.
_Déjame ir, anda, mamá. Yo sólo quiero ver cómo juegan con una cosa redonda a la que dan patadas y lanzan muy alto.
_ ! He dicho que no y es que no !
Pasaron los días y el lobatillo procuraba obedecer a su mamá, aunque de mala gana, hasta que una tarde, casi sin darse cuenta, se apartó del bosque, se acercó al poblado y...ocurrió.
_ ¿A dónde vas, lobito, tan solo por estos andurriales ? Preguntó Caperucita Feroz con voz
melíflua-bueno, melíflua es algo así como suavona pero sin serlo, o sea, de mentira, fingiendo-
_ De paseo, a ver jugar a los cachorros de hombre.
_Pues vente conmigo, que vamos a jugar.
Y el pobre lobito, que no sabía lo que le esperaba, se fue confiado con la niña, que, efectivamente, lo primero que hizo fue ponerle una soga al cuello y luego, cuando llegó a su casa lo ató a un árbol. Allí empezaron sus torturas.
Los días y las noches se sucedieron igual que pasa en la actualidad: unas detrás de otras, pero para nuestro lobito eran siglos, atado al árbol, aullando a las estrellas, llamando a su mamá. Sus aullidos eran tan lastimeros que nadie podía dormir en el poblado y ponían los pelos de punta.
Nadie se atrevía a decirle nada a Caperucita, pero todo el mundo estaba harto, no había derecho,
aunque fuera un lobo, pero tan pequeño y gracioso que se olvidaban de que era hijo del mayor enemigo del hombre: el lobo.
La niña apenas daba de comer al lobito y si alguna vez le soltaba la cuerda, era para divertirse de la forma que más humilla a un animal. Le ataba piedras a la cola- entonces no se habían inventado las latas-y cuando Lobito corría despavorido, Caperucita se reía tanto que se le saltaban las lágrimas y se le caía el gorro.
Allá arriba, en lo alto de la montaña, los lobos se desesperaban. Hacían frecuentes visitas al poblado para tratar de rescatar al cautivo, pero los hombres del poblado los expulsaban con piedras, palos y flechas.
Pero a los lobos les empujaba ahora algo más fuerte que el hambre. La solidaridad y el cariño. Todos querían a Lobito Rojo, sobre todo Mamá Loba, que aullaba de dolor y rabia.
Hasta que un día, Lobo Jefe mandó un correo a otras manadas de lobos. Todos acudieron a la llamada salvaje y pronto pudo formarse un ejército lobero. Un ejército disciplinado, silencioso, que bajó por las cañadas, bordeó el río, dispuesto a luchar contra el hombre, su extraño enemigo.
Esta vez no cazarían animales. Esta vez sus feroces y contenidos gruñidos, sus bocas babeantes y sus larguísimos colmillos daban fe de su espíritu de combate.
Cuando los hombres se dieron cuenta de lo que se les venían encima, sólo tuvieron tiempo de refugiarse en sus cabañas y contemplar el destrozo que causó la enorme jauría, por la furia lobina desatada. Pero Mamá Loba no pensaba en la venganza, sino en rescatar a su pequeño.Buscó por todo el poblado, arrastró el hocico por la tierra buscando su rastro, se desolló las patas tratando de abrir puertas y ventanas...hasta que lo vió. Allí estaba su lobito, atado a un árbol, delgadito, con los pelos de punta y las orejas gachas. Cuando madre e hijo se vieron, sus rabos se movieron como aspas de helicópteros, dieron saltos de alegría,lanzaron grititos – creo que se llaman gañidos-y se lamieron como si fueran dos polos de chocolate.
Pasados los primeros momentos de efusión, Mamá Loba se dio cuenta de que alguien más estaba allí. Una pálida niña con un gorro de piel, recostada sobre un árbol, la miraba con ojos espantados, paralizada y muda de terror. No lo pensó un instante. De un salto de atleta se lanzó sobre la niña que cayó desvanecida al suelo al ver los blancos colmillos que mostraba un labio fruncido hacia arriba como en una carcajada siniestra, babeante y furiosa.No la mataré ahora-pensó- y agarrándola por la ropa se la llevó a rastras camino de la montaña, a su guarida, para comérsela relajadamente y saborearla doblemente, por un lado por su carne y por otro por la venganza.
Cuando llegaron al bosque, la niña, más bien que volver en sí, volvió en no, pues casi se desmaya de nuevo. Toda la manada se la quería merendar.Gruñidos, babeos, brillo de dientes bajo la Luna...
_ !!! No. No os la comais, hermanos, que es mi amiguita !!! ! Por favor, por favor !- se escucho el alarido de Lobito rojo.
Los lobos quedaron estupefactos- que significa algo así como atontados-ya que no esperaban tan extraña reacción. Pero Caperucita no se lo podía creer. Ella que nunca tuvo amigos, héteme aquí-
expresión anticuada que quiere decir algo así que , vamos, que si yo hubiera estado allí, me muero del susto-pues héteme aquí, repito, que un animal al que había maltratado, la llamaba amiga.
Los demás Lobos, compadecidos más de Lobito que de la niña, la dejaron en paz y se marcharon a comer bellotas, ya que no había otra cosa. Lobito se abalanzó sobre amiga y empezó a darle lametones en la cara hasta ponérsela asquerosa de baba. La niña, que en el fondo tenía corazón y sentrimientos, se arrepintió de todas sus fechorías y abrazó con gratitud a su amigo.
Lobito, su mamá y sus amigos acompañaron a Caperucita al poblado.Pero antes de llegar, la niña los reunió a todos y les dijo:
_ Hermanos lobos. Gracias por haber respetado mi vida. En agradecimiento, haré de embajadora ante mi pueblo y vosotros, para que no os persigan más. Pero a cambio, teneis que prometerme que no volvereis a atacar nuestros rebaños.
_ Todo eso está muy bien, jovencita- exclamó un lobo canoso- pero cuando falta la caza en el bosque no tenemos más remedio que comer pollos, ya me dirás si no que comemos ¿ tomates ?
_ Sí comereis. Claro que comereis. Les diré a mis paisanos que repartan su comida con vosotros y ya no tendréis necesidad de cazar, a no ser animales dañinos o enfermos, ratas, ratones y cosas así, bueno, más que nada para que os sintáis desentrenados.
_! Sí ! - contestaron todos a una como en Fuenteovejuna, mejor dicho, como en Fuentelobuna.
Aunque sea difícil crerlo, el pacto entre animales y bestias se cumplió. Siempre reinó la paz en la aldea, que a partir de entonces, se llamó Fuentelobuna. Las consecuencias fueron provechosas para ambas partes, pues los lobeznos se hicieron muy amigos de los niños y crecieron a su lado. Tan amigos, que cuando fueron grandes, se hicieron guardianes del poblado, y pobre del animal de cuatro o de dos patas que se atreviera a acercarse por los alrededores.
Algunos lobos, más independientes, se quedaron en el monte y sólo bajaban de vez en cuando, pero otros, se quedaron en el pueblo. Caperucita fue creciendo también y se hizo tan popular y admirada, que la eligieron alcaldesa, o como se llamara entonces, que ni lo sé ni importa. Hizo mucho bien al pueblo y fue una buena jefa, amable y justa con personas y animales.
El ejemplo de Fuentelobuna cundió y otros poblados copiaron, pactaron con los lobos y les fue muy bien. El ejemplo se extendió por el continente y por el mundo como una mancha de aceite. ! Qué bueno que siempre fuera así ! Pero...
Lobito Rojo creció. Se hizo un lobo grande y fuerte, de hermosos y profundos ojos negros y rasgados. Tuvo hijos, nietos, bisnietos, tataranietos, retataranietos, rerrerrerretataranietos que jugaron con los hijos, nietos, etc etc de Caperuza...y esto dio origen a través de los años a una nueva especie de lobos mansos, defensores de rebaños, fincas, hogares, compañeros, guías de invidentes, compañeros y amigos de los hombre: LOS PERROS.
GUAUUU...FIN
Esto es una prueba. Sólo quiero agradecer los comentarios, sean buenos o malos.