Los días futuros se levantan ante nosotros
como una fila de pequeños cirios encendidos,
pequeños cirios dorados, cálidos y vivos.
Los días pasados permanecen entre nosotros triste hilera de cirios apagados.
Los más recientes humean todavía,
cirios fríos, fundidos e inclinados.
No quiero verlos; su aspecto me aflige.
El recuerdo de su antigua luz me daña.
Y contemplo delante mis cirios encendidos.
No quiero ni volver la cabeza
ni constatar, temblando, cuán rápido
la sombría hilera se alarga,
cuán pronto los cirios apagados se multiplican.
Está bien utilizada la metáfora, es muy adecuada pero creo que debería incluir alguna referencia a esos cirios que ya no son tales sino un amasijo informe de cera derretida que toma caprichosas formas no definidas. Quizá podría ponerlos en relación con los más intimos recuerdos, que tan a menudo se evocan, reviviendo la llama de los cirios que los representan.