Estaba dentro de un bosque. Todo era plantas, barro, árboles y el sonido de miles de bichos que moraban en aquel verdoso coso. Estaba oscureciendo y me había perdido, desconcertado, sin saber si estaba soñando, volviéndome loco por tanto pensar en narrar un nuevo relato, o no sabía qué… Cierto, soy escritor, pero en estos momentos me hallo aquí, en medio de esta locura...

Anocheció. El frío era terrible, mis huesos parecían rajarse, mis dientes castañeaban, todo en mí era un terrible dolor... Sentí la picazón de los bichos en todo mi cuerpo. Por más que me cubría con una bolsa de campaña, el frío parecía ser las uñas gigantes de un monstruo de hielo... De pronto, escuché un fuerte aullido… Aquel canto, gestó en mí un brío inexplicable. Sentí unas ganas terribles de salir y correr en busca de un espacio en donde derramar toda aquella energía que me inundaba en aquel momento, ensueño, o lo que fuere...

Salí del lugar en que me ocultaba, y miré hacia lo alto del cielo, y vi, entre las negras ramas de todos los árboles, un pequeño claro de luna que parecía irradiarme, encendiendo una llama en mi alma que no pude controlar... Corrí como un poseso en medio del barro, del grumo de plantas y ramas… Todo era negro, ni mi sombra veía, tan solo seguía un sentimiento más fuerte que yo, que me arrastraba a correr y correr en medio de todo el caos natural en que me hallaba. No recuerdo cuantas veces caí y rodé, pero siempre volvía a levantarme y, a ciegas, empezaba correr y correr, e intuí que buscaba un espacio en el cielo para poder impregnarme de todo el claro de luna...

De pronto, después de un largo despliegue de energía desparramada por todo el bosque, llegué a un sima y, sobre ella, vi a la luna que, en toda su libertad, parecía estar esperándome como si fuera una madre... Frente a ella, sentí mi corazón hincharse e hincharse como si fuera un globo gigante, luego, todo mi ser fue un gruta entre su plateada luz y el paisaje de nocturno... Ante esto, sentí un éxtasis sin palabras, y cuando iba a clamar todo aquello que sentía adentro de mí, volví a escuchar el aullido que brotaba del fondo de mis propias fauces...




Lince, julio del 2005