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El pequeño Zumbón estaba harto de levantarse todos
los días muerto de hambre.
En la época de los mamuts, los tigres de sable y los
grandes bosques de coliflores locas,
Zumbón y su tribu lo pasaban fatal...
Zumbón era hijo del mago Zumbao, y los dos
pertenecían a los zumbones, una tribu con muchos problemas...
Cazar mamuts era dificilísimo,
¡y no digamos defenderse de los tigres de sable!
Y luego estaban los bosques de coliflores locas, los más raros
que han existido jamás.
¡Sus árboles eran tan caprichosos que cada día se volvían del
color que les daba la gana!
Además, los árboles de coliflores locas se llevaban fatal
unos con otros...
Una mañana, los árboles de coliflores locas se llenaron de peces,
pero en cuanto los zumbones fueron a cogerlos...¡zas!,
los peces desaparecieron.
-Papá, tú que eres mago, ¿no puedes obligar a los árboles a
portarse bien? -preguntó Zumbón.
-No debemos cambiar la naturaleza -contestó Zumbao.
Al día siguiente, Zumbón y su padre tenían más hambre que nunca.
Esta vez, de los árboles de coliflores locas colgaban frutas con una
pinta estupenda. Pero justo cuando Zumbao fue a coger una gran piña... ¡ZAS!,
todas las frutas desaparecieron.
¡Que rabia!
De pronto, ¡donde había frutas aparecieron cucharas tenedores y cuchillos!
¿Para qué servirán estos palos brillantes?, se preguntó Zumbón, extrañado.
Y como a los árboles de coliflores locas les encantaba fastidiar, ¡empezaron a
lanzar cubiertos por todas partes!
Una gran espumadera aterrizó en la cabeza de Zumbao.
¡Los árboles de coliflores locas no sabían lo peligroso
que era enfadae a un mago hambriento!
-¡Basta! -gritó Zumbao, colorado de rabía, y lanzó un
poderoso conjuro.
Al fin y al cabo, ¡para eso era mago!
Cuando empezaron a salir estrellas de las manos del mago,
¡los árboles de coliflores locas se pusieron blancos de miedo!
Zumbao les gritó, enfadadísimo:
-A partir de hoy seréis solo... ¡coliflores!
De repente, los árboles se volvieron pequeñitos y se juntaron entre sí.
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