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Terrible Venganza de Jenny, la Gorila

-Los reuní aquí porque quiero contarles una historia…, la historia más asombrosa que escucharán en su vidas- dijo el viejo Sandoval, dando una larga pitada a su oloroso habano cubano-. Ustedes saben que mi gran pasión es la caza mayor, y que a causa de esta noble actividad de caballeros, he ganado unos cuantos enemigos a lo largo de mi vida. Lo que no saben es que mi enemigo más fabuloso no es un hombre, sino un animal. Una gorila llamada Jenny. Si tienen un poco de paciencia, explicaré sobre el asunto, porque creo que vale la pena escucharlo.

     "Fue hace mucho, a principio de los ochenta, cuando escuché hablar de ella por primera vez, en la selva del Congo. Según el relato de los aldeanos, existía en la selva una gorila a la que llamaban Jenny, que poseía la inteligencia de un hombre y lideraba una manada de quince o veinte gorilas, todos ellos imposibles de ver y mucho menos de cazar. Varios de los hombres que trataron de cazarla terminaron de la peor manera, de hecho el último de ellos, un inglés de porte distinguido y aristocrático, había sido encontrado en lo alto de un árbol de teca, con la cabeza girada hacia atrás y su rifle de última tecnología metido profundamente en el trasero. No sé si todos estos rumores eran reales, pero lo cierto es que después de escucharlos quedé naturalmente obsesionado con Jenny. Me propuse conseguir lo que nadie hasta el momento había logrado: darle caza. Había una sola fotografía de Jenny, que un turista afortunado había conseguido tomar meses atrás. Con eso me bastaría para reconocerla y atraparla. Contraté a varios hombres para que me ayudaran con el rastreo, y luego de un día entero de preparativos, en el cual nos aprovisionamos y cargamos nuestras mejores armas y trampas, partimos rumbo a la selva.
    "No aburriré a mi audiencia contando los pormenores de aquella caza que duró dos semanas enteras, pero sí diré que Jenny era realmente muy astuta y en varias ocasiones burló nuestras emboscadas más efectivas. Aquella endemoniada gorila se movía como una sombra y su manada no se quedaba atrás. Sin embargo, al cabo de quince días mis hombres lograron sorprender al grupo, o al menos parte de él, mientras bebía a la vera de un arroyo. La mayoría de los animales escapó, aunque logramos matar a dos de sus integrantes. Ninguno de ellos era Jenny. Uno era un gorila viejo, que prácticamente no tenía dientes y con seguridad no viviría otro año más. El otro era un bebé. Un bebé gorila, de no más de diez meses de edad. Y es aquí donde comienza la parte extraordinaria de la historia.
    "Reconocimos al bebé en la foto del turista. Estaba trepado a la espalda de Jenny: era su hijo. Así que decidimos utilizar el cadáver del bebé como carnada. Empalamos su cuerpo cerca del campamento y aguardamos, apostados detrás de una trinchera natural formada por las rocas de un montículo, la llegada de Jenny, pero nunca apareció. Yo pensaba quedarme en la selva el tiempo que fuera necesario, estaba realmente entusiasmado ante la posibilidad de capturar a la legendaria gorila, pero un desgraciado accidente interrumpió forzosamente la cacería. Uno de mis guías cayó por un acantilado y se rompió el cuello. Digo que fue un accidente, porque en ese momento realmente creímos que lo era, aunque luego, en vistas de lo sucedido, me vi obligado a reconsiderar los hechos…
    "A regañadientes abandoné la expedición y regresé a mi hogar. Jamás había vuelto de una jornada de caza con las manos vacías, por lo que me sentí inútil y miserable. Aunque la cabeza del bebé gorila, que mandé a embalsamar y que ahora cuelga de una de mis paredes, en más de una ocasión actuó como triste consuelo.
     "Seguí con mi vida, con mis negocios. Cambié varias veces de nacionalidad, fundé unas cuantas empresas y quebré otras tantas, me casé y tuve descendencia. Pasaron los años, las décadas, y ocurrió algo que jamás pensé que ocurriría: me hice viejo. Y siempre, durante cada uno de mis años de vida, pensé en Jenny. ¿Aún seguiría viva? ¿O finalmente alguien habría logrado cazarla? Eran preguntas que me obsesionaban y en muchas ocasiones no me dejaban dormir. Más de una vez tuve la intención de regresar al Congo y terminar con aquello que había quedado pendiente en mi vida, aunque luego tuve que admitir la locura de mi pensamiento, porque ya era tarde para intentarlo. Mi tiempo había pasado, y sólo parecía quedar la resignación.
     "Hasta que ayer, durante uno de mis paseos vespertinos, volví a verla."
    El viejo Sandoval sacó un papel de su camisa y lo extendió sobre la mesa. Su audiencia, compuesta por seis silenciosos y fascinados hombres, se inclinó sobre el papel y leyó lo siguiente:
    ¡Llega a la ciudad el Circo Más Fantástico del Mundo!
    Malabaristas. Payasos. Leones recién capturados en la selva africana.
    ¡Y la presencia estelar de Rita, la Gorila Ajedrecista!
    Debajo había una foto algo granulosa de una carpa de circo, y una gorila vestida con frac sentada en actitud pensativa frente a un tablero de ajedrez.
    -Es ella- dijo el viejo Sandoval, dando emocionados golpecitos a la foto-. La reconocí enseguida. Está más vieja, como yo, pero es ella. ¡Es Jenny! ¿Se dan cuenta de las implicancias de todo el asunto? ¿Acaso creen que se trata de una coincidencia? ¡Pues no! La gorila se dejó atrapar por el circo, ¿entienden? Era su única forma de llegar hasta mí; los circos viajan por todo el mundo y ella sabía que tarde o temprano nuestros caminos se cruzarían. Durante todo este tiempo ha estado planificando su venganza, pensando en su bebé muerto, en mí. Y ahora, después de tantos años, se han dado las circunstancias tan esperadas por ella. Ya sabe que estoy aquí, porque esta tarde escapó de la jaula. Es por eso que los he reunido, caballeros. Quiero que conozcan a este ser tan extraordinario, que seguramente me visitará al caer la noche. Quiero que conozcan a Jenny, antes de que la gorila muera bajo mis propias leyes.
     Las manos del anciano, nerviosas y trémulas, hurgaron debajo del sillón y sacaron el rifle del .45., el mismo que mucho tiempo atrás había dado muerte al hijo de Jenny.
     Los hombres se miraron entre sí, azorados. Uno de ellos, el más anciano, habló en voz baja:
     -Pero, Sandoval… - dijo, eligiendo cuidadosamente las palabras-. Si esa gorila es tan inteligente como dices… ¿no crees que podría aplicar contigo la ley del Talión? Ojo por ojo, diente por diente...
     Los ojos de Sandoval de repente se pusieron acuosos. Miró hacia los hombres y una expresión de horrible entendimiento cruzó su rostro avejentado.
     -¿Qué quieres… qué quieres decir con…
   Pero no llegó a terminar la frase. En ese momento los cristales de la ventana se hicieron añicos, y una cabeza ensangrentada cayó rodando por la alfombra. Se escuchó desde la oscuridad una especie de risa enloquecida, algo que no era humano pero estaba cargado de sentimientos de odio y triunfo, y luego el silencio regresó a la sala, roto únicamente por el llanto desconsolado de Sandoval, que se había arrodillado para acariciar suave, muy dulcemente, la cabeza de su hijo.

 

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