La manta se deslizó suavemente por la cama, cayendo silenciosamente al suelo, y provocando una sutil corriente de aire frío que se escabulló por debajo de las sábanas haciendo tiritar a Pablo. El viento helado confundió sus sentidos y lo hizo despertar. Sus ojos se abrieron de par en par. Las pupilas se fueron adaptando con cuidado a la oscuridad, y luego de algunos segundos ya podía ver claramente.

Instintivamente arrastró su pierna fuera de la cama y tocó con la punta de los dedos el suelo. No se molestó en buscar ningún calzado, sino que se dirigió directamente hacia la cocina. Refregándose los ojos abrió la puerta de la heladera, y una intensa luz lo iluminó, dibujando largas sombras alrededor de todo el lugar, dándole un aspecto más sombrío que nunca. Tomó una botella de agua y sorbió ávidamente del pico. Se secó los labios con su hombro, dejó la botella en su lugar y cerró la puerta bruscamente. Nuevamente todo el sitio se sumió en una profunda oscuridad, y tuvo que esperar unos segundos a que sus ojos se acostumbraran.

Al volver a su cuarto una sensación extraña lo envolvió. Sintió como si cientos de ojos lo estuviesen mirando desde los rincones más profundos de la casa. Volteó rápidamente mirando a sus espaldas en busca de "algo". Pero la oscuridad lo cubría todo. Giró nuevamente y continuó el camino hacia su cuarto, pero la sensación de ser observado continuaba, y lentamente lo iban sumiendo en un extraño vacío. Su corazón comenzó a latir más rápidamente y su respiración se hizo más sonora. Su tranquilidad se fue desvaneciendo y la necesidad de volver a la seguridad de sus sábanas se hizo más presente. En ese momento, cuando sus pasos se aceleraron, algo lo detuvo de golpe.

-Se que estás allí -pronunció Pablo sin preámbulos.

El silencio se hizo insoportable.

-Se que estás allí hoy y todas las noches -repitió con seguridad-. No sé qué es lo que deseas, pero estás allí y me sigues a dónde voy, continuamente persigues mis pensamientos y los invades, invadiendo a su vez mis sentidos. Cercas mi mente con alambres de púa, y haces que sangre dolorosas ideas.

-Entonces, ya lo sabes -pronunció una voz, que no era voz, que provenía de todos y de ningún lado.

Pestañeó rápidamente, giró varias veces la cabeza mirando hacia todos lados, pero no pudo ver nada y aquella sensación de inseguridad desapareció de su ser. En el fondo de su cráneo retumbaban aquellas palabras que hacía tanto tiempo estaba esperando escuchar.

-Se qué estás allí, pero no sé lo que deseas, ni quien eres.

-Yo soy lo que tu más odias, soy despreciado por aquellos que no ven en mi el lado excitante, soy el que te hace dar infinidad de vueltas en la cama en la noche, el que produce esos sueños que te desvelan y que hacen que pienses durante el día. Yo soy eterno. Vivo desde que el hombre es hombre, desde que tu has nacido y hasta la tumba te acompañaré. Aparezco cuando no me desean, y desaparezco en el momento más inesperado, pero siempre volveré.

-Pero, no comprendo, qué es lo que deseas de mí -dijo él temblando de frío.

-De ti no deseo nada, no tengo principio ni tengo fin. Existo, simplemente existo. Soy el que te puede transportar a aquellos lugares desconocidos, aquellos lugares en los cuales no deseas estar, pero en los cuales es inevitable que estés.

-Pero, ¿quién eres?

-¿Acaso aún no te has dado cuenta?, ¿acaso existe alguien o algo semejante a mí?. Piensa, busca en el fondo de tu cerebro y encuentra la respuesta a tu pregunta; ahora más que nunca deberías saberlo.

-Tienes razón, ahora los sé, y me avergüenza decir que he vivido tanto tiempo sin saber que tu eres el Miedo.