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Categoría: Ciencia Ficción

Una flor, un niño y una niña

Hace millones de años, en un planeta lejano del cual no quiero acordarme, cuyo nombre era, diablos!, no me acuerdo, vivían una flor, un niño y una niña. Completamente solos en aquel frío y olvidado planeta, pues todos los demás habían muerto por las guerras nucleares, la desforestación y los desastres naturales.

Los niños pasaban el tiempo bailando alrededor de la flor, cantando y diciendo poemas. La flor los miraba impávida, vigilante, temerosa de que la arrancaran de la tierra, y a su vez, los cuidaba tierna y dulcemente, como una madre, proporcionándoles el oxígeno que los mantenía vivos. Ellos amaban a la flor, y se amaban el uno al otro. Sus caricias bajaban desde la cabeza hasta los pies, mirándose, besándose y entregándose en la más profunda de las intimidades.

De pronto, un enorme estruendo los despertó de su locura inocente. Era una nave llena de gente, humanos de todos los rincones del universo que acababan de descubrir este planeta. No pasó mucho tiempo antes de que llegaran los demás, cientos, miles, millones, miles de millones. Como locos se pusieron a construir casas, pueblos, villas, ciudades, metrópolis, megalópolis! En un dos por tres se acabaron los pocos recursos naturales, talándolos y absorbiéndolos para dar lugar a sus fábricas negras, negras de humo y contaminantes que acabaron con la ligera atmósfera.

Una nueva época de progreso e historia había comenzado en el planeta. La civilización lo inundaba otra vez. Pero, como en todas las cosas humanas, también llegaron las cosas malas. Comenzaron a aparecer los conflictos, las diferencias políticas, los prejuicios raciales, la intolerancia, el fanatismo religioso, el terrorismo, el hambre, el miedo, el cambio climático, el racismo, la contaminación, la estupidez, el orgullo, y miles de etcéteras más.

LLegó el tiempo en el que nadie se soportaba y empezaron a fabricar bombas y armas nucleares. Las guerras nacieron, y uno a otro comenzaron a dispararse. Uno tiraba del gatillo y el otro contestaba. Hasta el punto en el que todo el mundo ya estaba en guerra. Los inviernos nucleares se hicieron presentes y el planeta se envolvió por completo en una gigantesca nube negra.

Fue un matanza horrible, una auto-extinción en masa que acabó con todo.

Al final del apocalípsis, en el rincón más lejano y olvidado del planeta cuyo nombre era, caray!, no me acuerdo!, quedaron como únicos sobrevievientes, en la más bella de las soledades, una flor, un niño y una niña.
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