Tuve la sensación de que abandonaba mi cuerpo.
En un preciso momento, dejé de sentirlo. Era como si cada partícula de él se hubiese desintegrado.
Mi espíritu comenzó a volar, libre de las cadenas del cuerpo. Me sentía liviana como una pluma al viento.
Comencé a hacer cabriolas en el espacio, disfrutando de aquella sensación de ingravidez.
De repente, una especie de torbellino se apoderó de mí, engulléndome en su vorágine.
Tuve la impresión de estar en un túnel que tan pronto ascendía como caía en picado o hacía un tirabuzón.
Había perdido toda noción del tiempo, aquél viaje vertiginoso se me antojaba fuera de sus límites.
Pero de pronto pareció llegar a su fin, porque me sentí rodeada de una insondable quietud.
Una espesa negrura me rodeaba. Me pregunté a qué extraño lugar me había llevado aquél túnel.
Me hallaba de bruces sobre lo que semejaba un lago cubierto de una espesa y transparente capa de hielo.
Su superficie estaba pulida como un espejo y resultaba fría y cálida a la vez, según pude comprobar después.
Porque cuando hice ademán de incorporarme sentí verdaderamente frío... como si un aire gélido azotase mi ser.
Volví entonces a tumbarme de bruces sobre aquella pátina de hielo...y una emanación cálida me confortó.
En la profundidad de aquél lago helado pude observar galaxias de formas indescriptibles que eran un mosaico de colores.
Permanecí embelesada comtemplando aquella maravilla durante un tiempo indefinible.
Cuando finalmente alcé la vista ví brillar en la oscuridad unas figuras enormes que semejaban gárgolas.
Parecían ser de hielo también y lanzaban unos destellos cegadores, como diamantes heridos por los rayos del sol.
Flanqueaban una especie de vórtice que supuse era la salida del túnel a través del cual llegué hasta allí.
En una de las gárgolas brillaban unos ojos rojos que parecían enormes rubíes.
Su cabeza semejaba la de un dragón y su cuerpo era el de un león de garras afiladas como dagas.
Me pregunté si sería un ser salido del averno, pero inexplicablemente no me asustaba.
En mi subconsciente se abrió paso la certeza de que no tenía nada que temer.
Observé la otra gárgola, que tenía la cabeza de un unicornio cuyos ojos semejaban esmeraldas.
Su cuerpo era el de una araña de patas peludas y tan delgadas que parecían a punto de quebrarse.
Ví también un reloj de arena que curiosamente estaba en posición horizontal, en lugar de vertical.
De repente, se formó una intensa neblina azul que poco después comenzó a disiparse paulatinamente.
Y entonces ví frente a mí a mis seres queridos, aquellos que habían muerto.
Sentí como si un torrente de lágrimas rodase por mis imaginarias mejillas.
Y digo así porque en realidad, no las sentía ... ni las unas ni las otras.
Era consciente de estar llorando, pero no percibí la tibieza de las lágrimas.
Intenté frotarme los ojos para enjugarlas, porque sentía como si mi vista estuviese enturbiada por ellas...
Además, quería asegurarme de que no estaba viendo un espejismo.
Pero intentar tocar mis ojos y mis mejillas era como si un ciego intentase palpar el vacío.
Ninguna sensación, ni la más mínima resistencia se ofrecía a mi mano.
Era como meter la mano en el agua....e incluso ésta oponía mayor resistencia que aquél vacío.
Mi sentido del tacto había desaparecido.
Donde supuestamente debía haber un reguero húmedo dejado por las lágrimas, no hallé ni rastro de éstas.
No había humedad en mi mano... y ni siquiera percibía su contacto al tocarla con la otra.
Concluí que lo que veía y sentía no era un cuerpo material, sino un cuerpo astral.
Entonces ... había muerto? ...Cómo si no se podía explicar la presencia allí de quienes habían fallecido?
Todas estas sensaciones y preguntas acudían en tropel a mi mente ...o lo que suponía mi ser consciente...
Mientras tanto, miré en la dirección en que momentos antes había visto a quienes tanto añoraba.
Allí estaban mi madre, mi abuela, mi hermano...y también mis amigos.
Continuaban allí, mirándome sonrientes y con todo el amor de que eran capaces reflejado en sus miradas.
Como una exalación llegué hasta ellos y les abracé uno tras otro, llorando y riendo a la par...o eso creí que hacía...
Sentí el calor que emanaban sus cuerpos, el que me transmitían sus miradas, sus abrazos y caricias...
Pero no sentía la firmeza de sus carnes, la humedad de sus labios al besarme, la textura de la piel de sus rostros...
Y tampoco sentía el timbre de sus voces...
Ellos me comunicaban su amor...lo percibía...y se lo transmitía a mi vez...podía leerlo en sus emocionados ojos...
Pero no habían mediado las palabras entre nosotros. Todo transcurría como en una cinta de cine mudo.
Podía plantearles preguntas y percibía claramente sus respuestas.
Pude captar cuanto no llegaron a decirme nunca...y decirles aquello que su muerte impidió que les pudiese comunicar.
Como si pudiesemos leer nuestros respectivos pensamientos en una sesión de telepatía colectiva.
Aquella era una dimensión que escapaba a las leyes del mundo material.
Era nuestro espíritu el que percibía aquellas sensaciones que no eran físicas.
El tiempo parecía no existir en aquella dimensión.
Imposible decir si habían transcurrido minutos, horas, toda una vida o toda una eternidad.
Pero aquél sobrenatural encuentro debía tener sus limitaciones, porque tan repentinamente como aparecieron, se esfumaron.
De nuevo se tejió aquella neblina azul, ocultándoles a mi vista.
Aún pude percibir sus últimos pensamientos ...
Me decían que no me entristeciese, porque volveríamos a encontrarnos...
Que aún no había llegado el momento de permanecer juntos para siempre, pero que no tuviese prisa...
Porque el caudal de la existencia debía seguir su cauce...
Y me recomendaron que tratase de ser feliz mientras se demoraba el momento de reunirnos de nuevo.
Después, reinó un profundo silencio.
Cuando la neblina se hubo disipado, me encontraba sola.
Ante mí se planteaba un enigma...qué se suponía que debía hacer ahora?
Debía adentrarme en aquél vórtice para regresar al punto de partida?
O quizás debía quedarme allí para quizás tener la posibilidad de volver a ver a mis seres queridos?
Miré en derredor... el reloj de arena se hallaba ahora en posición vertical.
Y el vórtice del agujero por el que llegué a aquél lugar había desaparecido...
Aunque eso no me inquietó...no me seducía la idea de volver al ígneo sendero formado por pilares de lava ardiente...
Una especie de siseo acaparó mi atención.
Lo producía la actividad febril de las patas de araña tejiendo una red con la saliva del unicornio.
Al salir de su boca su consistencia era fluída pero se transformaba en goma elástica a medida que iba tejiendo la red.
Pero otro ruido desvió mi atención del unicornio...provenía de la cabeza del dragón.
Por sus fauces comenzaron a salir llamaradas de fuego ...e iba derritiendo la gruesa capa de hielo bajo mis pies!
Todo sucedió a la velocidad del relámpago.
El unicornio lanzó su red sobre mí, aprisionándome sin dejarme opción a zafarme de ella.
La capa de hielo terminó de fundirse ...y caí al vacío.
La caída parecía tan interminable como mi viaje por el túnel... pero pensé que terminaría estrellándome en algún lugar.
Aquella red sumamente elástica lo impidió, manteniéndome suspendida en el vacío.
Luego observé estupefacta cómo comenzaba a diluírse en la nada.
Pensé que sin soporte para mi cuerpo, esta vez la caída sería inevitable.
Pero me equivocaba, porque a pesar de la desaparición de la red, continuaba como flotando sobre una nube.
Bajo ella, una estela de luz de color cián adquiría la forma de los peldaños de una escalera en sentido descendente.
Era una clara invitación para que continuase por ella en un descenso que ignoraba a dónde me conduciría.
Aunque más bien me pareció la única opción que se me ofrecía.
Me pregunté qué ocurriría si daba un traspié y me precipitaba al vacío...
Pronto tuve la respuesta, pues tuvo lugar lo que creí el fatal desenlace.
Mas no sucedió lo que temía... se diría que unos muros invisibles impedían mi caída fuera de aquella estela de luz.
Llegué a lo que parecía el final de la escalera.
Los peldaños desaparecían en un banco de espesa niebla.
Titubeaba acerca de si adentrarme en ella o esperar a que algo sucediese, si bien no sabía qué...
Pero como si unas manos espectrales me empujasen a ello, me encontré sumida en la niebla.
Y de nuevo sentí como se desvanecía el soporte bajo mis pies y caía en una especie de negro pozo.
Y caía sin parar, sin que nada pareciese detener mi caida...hasta que toqué fondo.
Mi cuerpo sufrió una violenta sacudida.
Había vuelto a mí, a ocupar la carcasa vital que encierra a menudo mi espíritu...volvía a sentir sus cadenas.
Recordé que poco antes me hallaba meditando profundamente, tratando de abandonar mi cuerpo para hacer un viaje astral.
No tenía la impresión de haberme quedado dormida...
Pero aquello me parecía demasiado psicodélico para ser un viaje astral.
Qué había ocurrido realmente? ...Hice un viaje astral? O quizás había sido sólo un sueño?
Aún tratándose de la segunda hipótesis...acaso no es el sueño una especie de viaje astral?
Alguien dijo que cuando soñamos el espíritu se libera de sus ataduras.
Entonces vive sus anhelos, existe sin las barreras materiales, se muestra como lo que realmente es en esencia.
Etéreo. Y libre.