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Categoría: Cómicos

Una historia compulsiva

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, compulsivo/-va se aplica a la persona que actúa inducida por un impulso fuerte que no puede controlar. He decidido recurrir al diccionario para conocer el significado de esta palabra, ya que llevo unos meses que todo lo hago compulsivamente. Como compulsivamente, fumo compulsivamente, bebo compulsivamente. Todo en mi existencia es compulsivo. Y es un hecho que me preocupa sobremanera pues, hasta hace dos meses, nunca comí, fumé y bebí compulsivamente. Por tanto, he intentado buscar una explicación sobre este hecho, y no he tardado mucho en darme cuenta de que, el problema de comer, fumar y beber compulsivamente, radica en el estado de inquietud que mi cuerpo crea por la dichosa crisis que está azotando a mi vida. Y no hablo de crisis sentimental, sino de crisis financiera. Pero el problema de mi compulsividad no acaba aquí, se puede extender ya que, si como, fumo y bebo compulsivamente, estaré gastando compulsivamente pero, lógicamente, cuando se acaben los pequeños ahorros que he conseguido reunir y esta crisis siga adelante, no me quedará otro recurso que robar compulsivamente. Créanme, no es fácil mantener a una familia con 800 euros de paro, mi mujer no trabaja; fuera de casa, claro está, porque la pobre no para en todo el día, y mi querido hijo come como un auténtico animal, lo que hace que el poco dinero que entra en casa se esfume casi sin tocarlo. Así que, llegado a esta situación y después de ejercitar mi imaginación incansablemente, he tomado la decisión de intentar escribir para poder optar al premio de narración que, en una de mis múltiples visitas de esta semana al bar, pude observar en el apartado de cultura del periódico local, y de esta manera poder optar a llevarme el dinero en metálico del premio. Aunque puedo imaginar que no estaré solo, pues la crisis es para todos y, por tanto, no seré la única persona que trate de escribir para dar un respiro a la maltrecha economía familiar. Pero claro está, ¿qué escribe un “palurdo” como yo sobre una plantilla en blanco de Word, que no sabe ni cómo funciona; plantilla que se encuentra en el ordenador que me regaló el banco por hacer un depósito de 3.0 Euros, y que ahora no quiere renegociar mi hipoteca?, ¡tiene guasa la cosa! Pues quizás, sólo desee escribir barbaridades. Y ése es el problema, que seguro que con tales estupideces, infinidad de errores gramaticales y faltas de ortografía el jurado pasará por alto mi relato. ¡Todo lo veo negro, compulsivamente negro! No sé qué hacer, lo único que tengo claro es que necesito el premio; más bien el dinero, y la manera de conseguirlo no me importa. Así que no me queda otra que escribir y dar rienda suelta a mi imaginación.

- 0 -

Acabo de encender compulsivamente mi cuarto cigarro en 40 minutos, y aún veo reflejada en la pantalla del monitor entre estas palabras mi cara; no veo nada más que su reflejo y mi expresión de agobio compulsivo. No sé ni qué escribir, ni cómo, ni tan siquiera se me ocurre una miserable idea que pueda hacerme merecedor del premio. Por más que mi fantasía intenta buscar historias que puedan ser interesantes, no soy capaz de encontrar nada. Y es que mi mente sólo desea escribir compulsivamente sobre esta dichosa crisis que está haciendo tanto daño a mi familia. Ahora mismo, acaba de llegar Pedro, mi hijo, y me ha enseñado el cartón de leche, vacío claro está, y enseguida he entendido su mensaje, -papá no hay leche-, por tanto, como un buen padre que me considero, le he tenido que decir que no se preocupe que mañana le compraré leche, pero claro, ¿de dónde saco el dinero? - he pensado, y encima el “cabroncete” va y me suelta: -sí, mañana, seguro que para tabaco no te falta- y claro, el pobre aún no entiende de crisis, ni de bajones anímicos que te hacen actuar compulsivamente, por tanto, no me ha quedado otra que acariciar su cara y decirle, con todo el cariño del mundo, que mañana tendrá su cartón de leche. Y el problema no es la leche, es el pan, el arroz, la contribución, el recibo de la luz, el recibo del seguro del coche… todo es un problema para un hombre que se encuentra tristemente en paro y con una familia que alimentar. Y así sigo, fumando compulsivamente, sabiendo que me quedan tan sólo unas horas para poder presentar algo ingenioso, pues mañana expira el plazo de presentación. Y sigo sin ideas, y aun cuando me llegue esa mágica “inspiración” de la que hablan tanto los escritores, no sé siquiera si sabré utilizar este dichoso programa llamado Word y, si por casualidad supiera llegar a utilizarlo, tardaría una eternidad en escribir unas palabras, pues os diré que jamás he aprendido a escribir a máquina, y tendré que hacerlo por el método tradicional, el de escribir con dos dedos; pero no dos dedos en cada mano, sólo uno en cada una, ¿me entienden?, ¿me comprenden? También podría ocurrir que fuera merecedor de este premio y me entregaran el premio en un “pagaré”, y al saber cuándo pueda cobrarlo porque, como bien dice, la palabra “pagaré” es futuro, y el futuro no es presente, y yo lo que tengo claro, es que a mi hijo no puedo decirle eso de “comerás” en este presente que nos toca vivir. Pero no deseo hacer suposiciones sobre algo que no ha ocurrido aún. La cuestión es que necesito crear una historia capaz de ser merecedora del premio. No puedo perder el tiempo, el caso es que, casi sin querer, he sido capaz casi de atestar un folio de palabras, así que procuraré concentrarme. ¡ya lo tengo!.ja, me acaba de llegar la inspiración compulsivamente. Creo que la historia, la trama y los personajes ya los tengo planificados. Sólo me falta el título. Veamos, creo que la titularé: “El libro de la verdad”. Creo que el título dice mucho de la historia. Así comienza:

- 0 -

Cada día, el recuerdo de aquel pupitre viejo, se hace más patente en mi vida. Han pasado muchos años, pero aún, siento el roce de su madera vieja en mis manos, y puedo imaginarme todos los nombres allí escritos. En aquel pupitre, afloraban los sentimientos sin remedio, día a día, yo lo llamaba “El libro de la verdad”, parecía como si el mundo conspirase contra todo lo ajeno al amor. Siempre tuve curiosidad por conocer a Estrella, entre todas las vivencias en forma de frases cortas resumidas en el pupitre, una de ellas era clara y concisa: “Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidarse es difícil para quien tiene corazón”. Al leerla intenté imaginar el motivo que había llevado a Estrella a escribir esa frase. Quizás eso no importe en la historia que voy a contar, pues cada uno de nosotros expresamos nuestros sentimientos de distinta forma, pero lo que sí está claro, es que esa frase se ha repetido en mi vida infinidad de veces, porque para mi también ha sido difícil olvidar.

- 0 -

Me llamo Eva, Eva López Alcántara, quizás esto tampoco es relevante, pero quisiera dejar constancia de mi nombre, pues yo también soy parte de la historia de ese “Libro de la verdad”.

El pasillo estaba vacío. La sirena había sonado ya repetidas veces, y yo me encontraba aún subiendo las escaleras para llegar al cuarto piso donde se encontraba mi clase. Sabía que llegaba tarde, pero también me imaginaba que el nuevo profesor de Literatura lo haría. Mientras corría por el pasillo, intente imaginar la cara de aquel profesor. Al llegar a la puerta exhausta, pasé mi mano por la falda intentando camuflar sus arrugas. Quería dar buena impresión. Abrí la puerta y allí estaba. Maldita sea.- pensé. Por un instante la clase quedó en silencio, mientras, él giró la cabeza y me miró fijamente. En ese momento me quedé petrificada, no sabía qué decir, me sentía mal.

- Bueno días, ¿señorita.?
- Eva. Eva López Alcántara.- dije con la voz entrecortada.
- Bonito nombre. Veo que a parte de llegar tarde su falda no presenta un buen aspecto. ¿Le ha ocurrido algo señorita Eva?.- preguntó con tono sarcástico.
- No., sólo que, lo siento, es que.
- No sienta nada, las cosas pasan porque han de pasar, pero ¿no piensa usted que a veces estas cosas se pueden evitar?.- preguntó mientras dejaba sobre la pizarra el borrador de tiza.
- No lo sé señor, de veras lo siento- contesté con voz temblorosa.
- Vuelvo a repetir, no lo sienta, pero veo que no ha contestado a mi pregunta. La veo aún medio dormida y le aseguro que en mi clase necesito gente bien despierta. Tome asiento, por favor.

Me quedé en blanco, no supe qué contestar aunque, si he de decir la verdad, tampoco entendí en ese momento la pregunta, ni su contexto, ni por qué en ese momento se realizó. Miré a mi alrededor, todo parecía en su sitio. Todo menos el nuevo profesor, del que aún no sabía su nombre.

- Bien. Me llamo Álvaro, y tengo el placer de sustituir a vuestro antiguo profesor, hasta que se reponga de su enfermedad. No sé el tiempo que estaré con vosotros, pero ante todo os pido respeto y dedicación; para nosotros, como profesores, el mejor premio es sentir que nuestros alumnos comprenden nuestras enseñanzas, pero sobre todo reciben una correcta educación.

Al decir esas palabras miré a mi alrededor, intentando ver el efecto que habían causado en mis compañeros. La clase estaba en silencio absoluto. Miré a María. Ella estaba con la boca abierta, escribiendo garabatos en el pupitre. Luis estaba mirando a Álvaro, mientras sus manos intentaban sacar el libro de texto de su cartera. Entretanto, Soledad jugueteaba con su pelo rizado a la vez que rascaba sus mejillas, ya rojizas del continuado contacto de sus manos. Sentía como si, aquella voz nueva, hubiera hipnotizado a la clase.

- Según tengo entendido, el último día de clase con Don Luis, estabais intentando conocer el mundo poético del Romanticismo. Bien, pues sigamos.- dijo con voz enérgica.

Mientras se daba la vuelta para comenzar a escribir en la pizarra, María me miró y me lanzó una nota. La cogí y la abrí con cuidado, intentando hacer el menor ruido posible. La miré y sonreí y, a continuación, cogí el bolígrafo y escribí unas palabras, volví a arrugar el papel y se lo tiré, con tan mala suerte que la nota cayó cerca de la mesa de Álvaro. Instintivamente, él se dio la vuelta y me miró.

- Señorita Eva, creo que para los secretos del papel no está tan dormida como a su llegada. Sería tan amable de entregarme ese papel arrugado.

Su tono de voz era dulce pero a la vez enérgico. Sentí en ese momento como si mi corazón se saliera del pecho, no era tanto el motivo del posible castigo, sino la vergüenza por ser leídas mis palabras. Y así fue, Álvaro abrió la nota y empezó a leer. Tras un instante de silencio, me miró a los ojos y dirigió su dedo índice hacia mí.

- Por favor, ¿podría levantarse de su silla y escribir estas palabras en la pizarra? Creo que su compañeros deben de saber lo que usted piensa, ¿no cree?

No sabía qué hacer, ni a quién mirar. Mis manos se agarrotaron y mis ojos no podían apartar la mirada de los suyos. Me faltaba el aire. Me levanté de la silla y, mientras me dirigía a la pizarra, por mi imaginación pasaron cientos de desenlaces para la situación. Cogí la tiza y alcé mi brazo derecho.

- ¿No necesita la nota señorita Eva? Me preguntó.
- No, señor.- dije, mientras empezaba a escribir.

Cuando terminé, mantuve la mirada puesta en aquella pizarra. No quería darme la vuelta, sentía vergüenza de esa nota y sus palabras. La clase espetó una admiración mezclada con una carcajada. Me di la vuelta y percibí como Álvaro caminaba entre los pupitres. En un momento dado se dio la vuelta y señaló a la pizarra, y con voz calara y concisa dijo:

- “Es guapo el nuevo profesor”.
- “No sé, tengo que conocerlo mejor”.

- Bonita frase, y más bonita aún, si somos capaces de comprender el mensaje que nos quiere transmitir. Señorita Eva, ¿qué nos quiere insinuar con esta frase?.- preguntó, mientras soltaba la tiza encima de mi mesa.
- Bueno., no sé.- dije con vergüenza.
- No tenga vergüenza, por favor, diga lo que siente, acomode su cuerpo a la silla, aspire lentamente y sea fiel a sus palabras.
- La verdad es que yo., lo siento de veras.
- No lo sienta, sienta sólo que no ha sido capaz de expresar sus sentimientos o sus emociones, sólo eso, no tiene que sentir nada, porque no ha hecho nada malo, sólo ha guardado sus sentimientos por vergüenza y ése es el problema.

Me quedé perpleja ante sus palabras. Miré a mi alrededor, mientras Álvaro se alejaba de mi pupitre. Todo el mundo me miraba. Me encontraba bastante descolocada y mi razonamiento no podía pensar.

- Queridos alumnos. Ningún poeta tiene miedo, ni vergüenza por mostrarnos sus obras, porque en ellas se encierran los secretos de sus vidas y no hay mejor enseñanza que conocer la vida de aquéllos que nos quieren regalar sus frases. Deduzco por sus palabras que usted es una mujer Romántica, ¿no es así?.- Giró su cabeza y me miró fijamente.
- Quizás sí.- contesté.
- Bien, sigamos.- dijo mientras se sentaba en la silla.

Aquel día permanecerá en mi memoria para siempre. Durante mucho tiempo recordé su dialogo, y hoy, es difícil de apartar aquella sensación de bienestar que causaron sus palabras en mi alma.

- 0 -

¡Ay, madre!, qué es eso de que esta página no existe. Para colmo se acaba de levantar a estas horas de la noche mi hijo y me ha vuelto a recordar que sigue faltando leche. ¡Qué paciencia hay que tener!. Con lo bien que me estaba quedando. ¡Ah!, ya tengo la solución, llamaré a mi amigo Jaime y le contaré lo que ocurre y seguro que me ayudará a terminar mi escrito. Anda, pero ahora que me acuerdo, si a Jaime le quitaron Internet hace una semana, ¡Dios mío!, tengo que terminar esta historia como sea. Tendré que ir a un Cibercafé y allí terminarla. Bueno a ver, ya estoy aquí., pero bueno, ¿qué pasa con la conexión?. “No se puede mostrar la página”, ay madre y ahora qué hago. Van a cerrar el Ciber dentro de cinco minutos y la página de Internet sigue sin funcionar por más que lo intento. Llevo ya gastados 10 euros compulsivamente, mejor dicho 13 euros con el café, y la página no da señales de vida. Creo que mi semblante se está haciendo cada vez más espantoso de cara a la multitud. Sólo deseo gritar compulsivamente. Son las tres de la mañana. Volveré de nuevo a casa, descansaré mi mente por unas horas, y madrugaré para ver si la dichosa página de Internet funciona de nuevo, ya que mañana me cortarán a las 10 la conexión a Internet por impago y es el último día de presentación. ¡Intentaré descansar!

- 0 -

Son las siete de la mañana, me acabo de levantar, y la página en cuestión sigue sin funcionar. No puedo más. He estado toda la noche dando vueltas compulsivamente. Encenderé otro cigarro, pensaré y actuaré meditando cada una de mis acciones, pero me queda poco tiempo. Estoy terriblemente cansado. Creo que lo mejor será volver a la cama. No tengo el remedio para tanta adversidad junta. ¡Lo siento, me resigno! No puedo dormir, vuelvo a levantarme y necesito expulsar compulsivamente mi rabia. La maldita página sigue sin funcionar. Son las 9:55 y quedan sólo 5 minutos para el holocausto. Creo que estoy perdiendo la cabeza. ¡No puedo más! Llegado a este punto de agonía, tengo que decir la verdad, necesito decir la verdad y nada más que la verdad, la historia no es mía, está sacada del maravilloso mundo de Internet, de alguien, anónimo o quizás conocido, no lo sé, y tampoco me importa lo más mínimo en este preciso momento. Así que no podrán conocer el final de la historia amargamente y no por culpa mía, sino por la crisis porque, si yo hubiera tenido trabajo como hasta ahora, podría haber terminado de copiar el escrito, que meticulosamente elegí de una página de relatos que encontré en Internet, claro está, si la dichosa página hubiera funcionado mientras disfrutaba de mi conexión. Lo siento de veras, porque sé que imaginarían un final excelente para esta historia, pero sólo pretendo de ese jurado que entiendan mis circunstancias y que, si bien sé que he obrado incorrectamente y que no debía de haber plagiado ninguna palabra que no fuera mía; por eso que llaman “derechos de autor”, todo lo he hecho para poder comprar un mísero cartón de leche para mi hijo. Lo malo de todo, es que si hubiera conocido antes la opción de “copiar-pegar”, no hubiera pasado lo que ha ocurrido. Pero, claro está, no se puede estar en todo, bastante tiene uno con comer, fumar y beber compulsivamente, para encima estar puesto en los avances del software. Sé que mi ignorancia ha hecho que ustedes se queden sin un final, y yo posiblemente sin el dinero. Tengo que decirles que, hasta ahora, desconocía esta opción, mi hijo me acaba de hablar de ello, “seleccionar todo-copiar-pegar”.- papá, es muy fácil.- me dice el “mamoncete”. Por tanto, en este mismo lapso de tiempo, deduzco que ustedes ya sabrán que escribí el relato sílaba a sílaba, minimizando y maximizando ventanas emergentes, para poder copiar este dichoso relato, que encontré en alguna página de Internet, que desde ayer dejó de funcionar sin motivo alguno y que hoy no volverá a funcionar, ni mañana, ni pasado quizás; sólo funcionará cuando la crisis desaparezca de este país y yo pueda pagar religiosamente mi cuota mensual, como hasta ahora había hecho. Pero, fíjate por dónde, creo que me veo capacitado para dar final a esta historia y poder presentarla al concurso, no quiero dejarles sin ese final que tanto desean:

“Eva se enamoró de Álvaro, y al final, tras muchas dificultades, consiguieron casarse, y fueron felices y comieron perdices… compulsivamente, claro está”.

No hay más que contar señores. Espero que, si no les convence este final, al menos recapaciten sobre el motivo por el cuál, un semejante a ustedes, es capaz de hacer cualquier cosa compulsivamente, simplemente por una necesidad imperiosa de vivir dignamente, y entiendan que el final de esta historia no es lo importante, el momento y la circunstancias, quizás sí lo sean. Me gustaría que ustedes ahora sepan reflexionar sobre mi historia. Y por favor, si sus hijos les piden leche, denles leche, COMPULSIVAMENTE, sin escatimar en gastos, pues cuando la tormenta pasa el sol siempre regresa.
Datos del Cuento
  • Categoría: Cómicos
  • Media: 7.51
  • Votos: 55
  • Envios: 0
  • Lecturas: 7386
  • Valoración:
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Comentarios


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2 comentarios. Página 1 de 1
invitado
invitado-invitado 08-01-2014 00:40:20

Creo que te han calificado mal. Mereces un 10 con este escrito. Solo espero no lo hayas cortado de alguna pagina de internet! eres un gran escritor. Deberias de buscar publicar. eres entretenido, chistoso, tienes ese realismo y sabes cuando terminar. Me encanta. te pongo un 10.

Mia
invitado-Mia 21-09-2010 00:00:00

Me gustó mucho, me pareció original, y muy divertido. Un saludo.

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