Al viejo le pareció escuchar ruidos extraños, por lo que bajó el volumne de la radio para oír, pero solo fue la nada...
Levantó los hombros y continúo escuchando su programa favorito de la tarde.
Cada vez que la noche se acercaba el tenía miedo; pero no un miedo irracional, de niños, sino un miedo auténtico, real y casi palpable, que llegaba a sofocar con los calmantes recetados por el médico de cabecera.
Luego de cenar y de inspeccionar puertas y ventanas como acostumbraba hacer, se acomodó en la cama y colocó su dentadura postiza en el vaso con agua siempre listo en su mesita de noche, se quitó los lentes y apagó la luz.
De pronto siente una presión en el pecho y el mismo ruido extraño, pero con más fuerza, como si estuviera tan solo detrás de la puerta.
Se incorporó rápidamente prendió la luz y nada... solo el vacio mismo de su desnuda habitación.
El sudor le perlaba la frente... intentó calmarse, respirar más profundo... luego constató que el sonido aquél, tan chirriante, en una mezcla de gritos, suspiros, hierros retorciendose y electricidad había cesado nuevamente.
¿Que será? se preguntó; pero en la intimidad de su alma él lo sabía bien y lo peor es que no había esperanzas de escapar de aquello.
El martirio se extendió durante una semana exacta, tal como sabía que sucedería.
El hedor inconfundible de la carne en descomposición inundó la casa de los vecinos, que alertados por la ausencia del viejo llamaron a la policia.
Lo encontraron de espalda, sentado en la única silla que había en su habitación. Al girarlo lo encontraron con la garganta abierta, la boca cosida con hilo y la lengua clavada con cientos de alfileres en sus manos.
la escena grotezca desorbitó los ojos de quienes lo observaban, inquietos ante tal aberrante hecho.
Algunos dicen que lo que le sucedió fue un ajuste de cuentas...
Otros que el diablo se cobró lo pactado...
Y hay quienes creen que el haberse salvado de aquel accidente automovilístico en el que por culpa de su imprudencia murieron sus nietas y su mujer, hizo enfurecer a la parca, que acostumbrada a cocechar los cuerpo con su hoz no le perdonó tal astucia y se vengó.
Lo cierto es que su muerte es aún un misterio, sin puertas violadas, sin robo a la vista, sin nada de nada.