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Categoría: Terror

Una mujer es perfecta, dos mujeres son excitante pero más de tres pued

Era Octubre y se acercaba la hora ritual de los brujos o el día más dulce de los niños, lo recordé porque al timbrar en una casa que debía censar estaba dedicadamente decorada con calabazas, guirnaldas, murciélagos y brujas. Cuando me abrieron, dos perros se lanzaron en contra mía para investigar mis intenciones.

Desde que entré percibí una energía extraña en dicha casa que por cierto tenía una luz tenue fantasmagórica; la casa se componía de dos pisos y en el segundo había un balcón con las puertas abiertas, hacia frío allí y caí en cuenta que a veces los fríos repentinos por la espalda no traen nada bueno.

Varías mujeres con cabellos largos salieron de todos los lados a saludarme, unas con miradas tranquilas, otras de mal humor y otras con sensualidad; pero primero entrevisté a la mujer mas vieja de la casa, ella fumaba y me invito a un cigarrillo con tinto, lo cual me daba vértigo pero a la vez confianza. Ella me iba contando que allí vivían 10 a veces 11 mujeres de diferentes edades 25-45 y un hombre que estaba enfermo.

-Un hombre, quien es, donde esta? Era una extrañeza en tan fémino lugar. 

Yo me levanté a buscarlo y ella me tomó del brazo subrayando que estaba enfermo, entré al cuarto en el segundo piso y lo vi, era un hombre al volumen de las cobijas corpulento grande y cuando entré estaba rodeado de mujeres que lo cuidaban o aparentaban cuidarlo. Sus ojos estaban perdidos en el cansancio, en el dolor y no me respondió ninguna pregunta. Su aspecto era terrible y escuálido, su cara y manos que eran lo único que podía ver estaban pálidas y pensé muchas cosas en ese instante. Así que pregunté:

-¿Y de que está enfermo?. Me encontraba preocupado no por el, sino por lo que me corría pierna arriba.
-No lo sé, parece un cáncer o algo así. Me respondió la bruja más antigua y me sacó del cuarto.

Tan tenso me sentí que desee salir corriendo, pero la mujer más joven y bonita se sentó al frente mío para que la entrevistara, debo aceptar que el ambiente cambió en un instante, vi esa fuerza sexual que habitaba en ella y me hipnotizaba, sentí que me acariciaban, que me besaban; desperté vi su escote, el asomo de un pezón y el sudor frío en mi espalda ascendió hasta los confines del sexo; lo acepto, logró excitarme hasta la fantasía.

Y todo este ambiente en el que me sentía tan hechizado, hizo sentirme rodeado por una fuerza de mujer, tan almizclera y real que mi razón la interpreto como preludio de brujería. No me hacia sentir mal, mas bien hacia fluir adrenalina, quería averiguar que había más allá, aunque fuera riesgoso. 

Sentía, no se por qué miedo o porqué entidades, que ellas querían ser dominadas y a la vez protegidas por mí y desee con muchas ganas hacerle el amor a la mujer más joven. Quise que no acabara ese día laboral y a la vez sentía pavor al recordar la imagen tétrica del hombre enfermo en esa cama, como si todas las mujeres se hubieran unido para absorberle la vida poco a poco. Saqué fuerzas, quería explotar, por fin me levanté y me despedí. Lo confieso, dolió irme pero cuando tenía un pie afuera me sentí aliviado y bien con mi mismo porque había salido de ese estado alterado. Ya no estaba hechizado, era yo con mi libertad. Aunque ahora al hablar de ello sienta esa misma sensación de letargo excitante.

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