El parece ser un chico caballero, es corpulento y tiene cierto aire de fuerte y sincero, sin embargo ella delata ser muy frágil y delicada, a la vez amable y femenina. Es fácil saber que están enamorados. Caminan por una de las calles más importantes de la ciudad, deteniéndose a ver el reflejo de sus siluetas abrazados en algún canal. Son muy jóvenes, quizás ella es menor, pero calculando a simple vista tienen la misma edad o se llevan pocos años o meses.
El cielo esa noche está estrellando totalmente, las constelaciones describen que la noche será especial para vivirla sólo de a dos. La luna da esa misteriosa luz que embriaga a todos en una mezcla de placer y sombras tenues que engañan al corazón jurando que será eterno ese momento. Entre las calles más antiguas de la exótica y mística ciudad de Venecia caminan de la mano, él la mira de reojo contemplando la belleza de ese rostro bajo el hechizo de la luna; ella sonríe tímidamente intimidada por la dulce curiosidad de su amado. Una estrella fugaz cruza el cielo para sorprenderlos con un deseo, él toma sus manos fundiéndolas en las suyas, luego mira sus ojos. No hay palabras, sólo miradas que entre ellos son el código exacto para que sentirse únicos, ya que nadie más que ellos van sentir y comprender sus miradas.
Los silencios se hacen largos, y parados frente al reflejo del agua se abrazan. Ella separa su rostro suavemente hasta enfrentarlo, él se acerca para darle un beso en cual su alma se entrega por completo. Quizás el tiempo se les escurre de las manos y al separarse ella abre sus ojos y dejando escapar un brillo de lágrimas lo sorprende. Pero esas lágrimas no son de dolor ni tristeza, son de amor, como pocas veces sentiría en su vida, un amor puro que en ese momento gobierna todo lo que ella llama vida, mundo y universo. Siente que nada, pero nada, ni el recuerdo más triste borrará de su alma ese momento, siente que el amor de alguien hizo que la vida si valiera la pena, que ese amor que él le da llenará cada poro, partícula, célula de su vida, que será lo más maravilloso que existiese aquí y donde fuese.
Él, tal vez, no lo ve como un poema ni una canción bella, lo ve como algo real. Un “ahora” con una promesa de “para siempre”. Entrega su vida a esa mujer y niña, o chica, que lo hace sentir raro, que sabe que es lo que buscaba exactamente en él y en la vida. Esa persona que al mirarla oye hablar a su corazón y jurar que ella es todo, absolutamente todo, lo que lo hace y hará feliz.
Jamás ninguno de los dos ha sentido tanto amor, jamás ninguno ha sentido a Dios en su alma. Pero esta noche lo sienten y aunque les tomara todo el resto de vida para describir y explicar lo maravilloso de estos minutos no podrían porque para su magia, para este amor, no existe una palabra hermosa que describa para demostrar lo que sienten, no la hay.
Él se zambulle en sus ojos y ella se embriaga en el marrasquino de sus labios. Ella lo ama y él también la ama. Para los dos es soñado tocar sus manos, más allá de poder rienda suelta al deseo y dejar que sus cuerpos se encadenaran el un al otro, prefieren el roce de sus manos, que es más puro e inocente, y además, es el detalle más precioso de un amor de ángeles.
Ella mira sus ojos y él lee el mensaje. La toma de la mano y la lleva corriendo hasta un callejón entre algunas de esas calles viejas de la ciudad. Detrás de las sombras de esta noche él y ella se pierden.
Nunca sabré si ellos siguen juntos, sólo sé que ni él ni ella olvidarán el significado de sentir el amor en el alma. Quizás lloren, rían, canten, griten, quizás vuelvan al ir y venir de la vida, pero sé que nunca se olvidarán porque el paso del amor en la vida es realmente único es algo que se mide sin medida y, como si fuera poco, es la única razón para vivir.