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Una noche; solo una noche.

Despertar gritando y sudando por tu ausencia.El malestar; vale la pena.

Aquí estamos, yo y mi padre, avanzando lenta y pesadamente en el automóvil, abriéndonos paso en la lluvia y la oscuridad. Simplemente no tenemos por que estar aquí; podríamos estar en casa: él tendido en la cama y yo, bueno; yo estaría ocupándome de lo mío. Tal y como hice la otra noche.

Estaba en mi cama leyendo, escuchando música o simplemente mirando el techo, no puedo recordarlo. Sonó el teléfono, una, dos, tres veces; finalmente conteste. Era Armando, me estaba invitando a una reunión en su casa, en un rechacé la invitación, pero tras una leve insistencia cambié de opinión. Salí de la comodidad del hogar y empecé a caminar, pasando por calles oscuras, parques solitarios, complejos residenciales, etc, etc. Finalmente llegue a casa de Armando. Allí estaban todos: amigos y un montón de extraños; por sus caras supe que tenían hay entre dos o tres horas, estaban ebrios. Saludé, reí, pedí un cigarrillo, escupí unas o dos veces y pase a la cochera (que era el lugar en el que estaban las bebidas).

Sobre una mesa había botellas de whiskey, ron y tequila. Al lado de la mesa una hielera con cervezas. No sabia por donde empezar, finalmente opte por tomar una cerveza, la destape y me senté sobre la hielera. No tenía la más mínima intención de hablar con nadie, después de todo las conversaciones eran ecos del pasado que quedaron grabados en nuestras conciencias: football, sexo, recuerdos de la adolescencia- que para algunos había quedado enterrada desde hacia ya “mucho tiempo”, entre dos y tres años- todo esto marcado con el exquisito toque de la embriaguez. Tengo que admitir que han sido años magníficos. Pero ya no es lo mismo, amigo, ya no es lo mismo: hemos dejado de conocernos, los placeres se volvieron rutinas y toda rutina conduce al hastío; y por favor, no me mal interpreten, amo a todos esos imbéciles, realmente los amo y ellos a mi. Después de todo hemos reído, llorado y orinado juntos. Creo que todo cambió – para mí- tras una dulce e inocente velada.

Habíamos tomado mucho esa noche y antes de que terminara me levante de mi asiento, y, adoptando mi usual posición de gurú dije: Miren, dejemos de hacernos pendejos, lo único que nos mantiene juntos es el alcohol. Oh, oh, oh, que error Fernandito que error.
No escuche ninguna palabra, pero sus semblantes lo decían todo; decepción, ira, piedad, embriaguez, embriaguez; borrachos hasta el culo, todos. Pasó el tiempo y pedí disculpas, me sentí mal.

Pero al estar sentado sobre la hielera vinieron los recuerdos y supe que tenía razón: las personas se acercaban a mi, saludaban se servían ron, vodka, tequila y pedían que me levantara para tomar una cerveza; me miraban, sonreían, hablábamos un poco y se iban.

Estaba a punto de largarme y al levantarme no pude evitar ver la botella de whiskey; estaba llena, había sido olvidada por todo mundo. No por mi – pensé- unos o dos vasos y me voy. Error Fernandito error. Las cosas volvieron a la normalidad.

Abandoné mi puesto y adopte la posición y papeles habituales: bufón, confesor, imbécil, guía, etc, etc. Tan pronto se fueron los extraños, los amigos partieron en busca de aventuras y más alcohol: los automóviles corrían por las calles desoladas, en su interior, las carcajadas y la música se mezclaron creando una armoniosa confusión. Paramos en la playa y refrendamos compromisos orinando, vomitando y preparándonos para olvidar.

Eran cerca de las 5 a.m, me dejaron cerca de casa, nos despedimos y emprendí la retirada. El camino era magnífico, las luces artificiales creaban sombras deformes e impactantes. Yo bailaba – literalmente- dentro de esa atmósfera. Estaba aturdido, cansado, me tambaleaba y caía una y otra vez sobre el pavimento; la oscuridad se desvanecía, el alba empezaría a clarear de un momento a otro.

Llegue a casa. Caí sobre mi cama y justo antes de que los sueños se fundieran con la embriaguez pensé: no necesitas esto, realmente no lo necesitas.

Y aquí estoy, ha sido un largo camino pero pronto estaremos en el hospital.
Don Jorge- mi tío- lo ha hecho de nuevo. Tal vez lo golpearon, atropellaron o ultrajaron sobre un pequeño charco de sangre o vomito mientras estaba tirado sobre una sucia banqueta. No se, no se. Todo estamos hartos de lidiar con su puto alcoholismo; en esta ocasión es diferente para mí. Quiero que esto acabe de una vez por todas, quiero estar en mi cama ocupándome de lo mío, tal y como lo he hecho en tantas, tantas, tantas, tantas, ocasiones. ¿ Error Fernandito, error?
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1 comentarios. Página 1 de 1
Juan Andueza G.
invitado-Juan Andueza G. 14-06-2003 00:00:00

Y yo opino que sería bueno que fueras largando el alcohol, que se traspasa hasta en lo deprimente de tu bien lograda narración.

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