A veces tenemos de esos días en que las palabras se impregnan de tristeza. No hay ninguna fecha especial ni tan siquiera la conmemoración de un evento que haga recordar algo. Es tan solo que en esos días se nos cae la vida un poquito encima, y se nos echa sobre los hombros como una manta de realidades y al notar sobre la espalda el calor de las certezas, nos sentimos màs abatidos, más cabizbajos, más sumisos para proseguir avanzando.
Hay días de esos en que escribir molesta, y las palabras, las palabras propias oprimen y retumban en espasmos de puras fantasias. Y nacen brotes de ausencias en las manos y al intentar extraer una sonrisa se agujerean los momentos sentidos y por los poros se escapan de las venas las alegrías y las esperanzas. Hay días que hieren un poco más, la lluvia empapa de esfuerzo los sentidos y el calor del corazón en aparatoso estallido forma un vaho que no permite respirar. Has días de esos que tienen menos sentido.
Hay días en que la tierra gira sobre nosotros mismos, y no se ven las estrellas ni los soles ni las lunas, pues todos los bellos astros nos dan la espalda y nos mantienen a oscuras. Son días en que no se logra alcanzar ni una flor de nostalgia, entre sus pétalos se marchitan los recuerdos y no conseguimos aspirar ni el puro aroma de un instante compartido.
Hay días de esos que deben de existir cada cierto tiempo, para equilibrar las realidades y para entender los sueños dormidos.
Y hoy es uno de esos días . . .
en que se cierra la sonrisa y se hacen miles de sacrificios por exhibir una mueca al borde del abismo de los deseos. Y los labios se aprietan tanto que por dentro se escucha un bombeo de latidos rebeldes que explota en lágrimas en los ojos y sugerentes pero atrevidos nacen los ¿por qué? y aturdidos afloran uno a uno, desfilando, todos los motivos, y palpitantes de respuesta revientan en pesado dolor los ¿porque yo? y tras un estruendo de cielos, todo queda en calma, todo temblor ya se ha ido.
Y entonces ahogando loss suspiros tomamos el lápiz o el teclado y escribimos y soltamos el amargo dulzor de una tristeza y rubricamos con firmeza una desesperanza, para terminar dejando en la tinta de una pluma rota, en silencio, de forma anónima, los cinco sentidos.
Y nos miramos las manos y recontamos los latidos y tan solo entendemos que hoy es uno de esos días, uno de esos días de cuento distraido.
Hasta me dan celos de quien te lee! Hay días en que somos tan lugures tan lugubres, como diría un poeta colombiano....