En plena oscuridad del bosque vi los ojos brillantes del viejo poeta acercándose hacia mí. Cuando estuvimos frente a frente me cogió del brazo y, sin decirme una sola palabra, me arrastró hacia su casa que estaba en medio del boscaje.
Cuando llegamos pude ver con horror que su techado estaba incendiándose. "Ya vuelvo", me dijo con rostro sereno. Lo quise detener pero fue inútil. Entró en medio del fuego que abrazaba su solitaria morada, y, al cabo de un momento salió con unos manuscritos que traía en las manos. Me los dio con una sonrisa en los labios, y me dijo: "Son unos cuentos, y son, para unos cuantos". Se dio media vuelta y, para mi estupor, entró nuevamente a su casa que, en esos momentos comenzó a desmoronarse...
Quise entrar y morir junto al poeta, pero no pude. Recordé su obra y su fe en mi destino. Me detuve y lloré. Me alejé de aquel mortal resplandor y no paré hasta salir del bosque.
Cuando llegué a mi casa aún estaba oscuro. Entré a mi cuarto y prendí una vela; abrí el manuscrito, empecé a leer sus cuentos y sentí que el viejo poeta estaba a mi lado...
Joe 18/07/04