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Papá Noel ya lo tenía casi todo listo para el reparto de la gran noche de Nochebuena. En la fábrica de juguetes los elfos estaban terminando de preparar los paquetes. Uno a uno, los iban colocando en grupos en el gran almacén.
Entonces, sin saber cómo, empezaron a sonar las sirenas.
-¡Fuego! ¡Fuego! ¡Rápido, salid de ahí!
Todos los elfos salieron corriendo de la fábrica y del almacén. Había que apagar el fuego cuanto antes.
Los elfos bomberos ya estaban echando agua con unas largas mangueras. Mientras tanto, el resto de los elfos empezaron a llenar cubos de nieve y los iban cargan en el trineo de Papá Noel. En cuanto el trineo estaba cargado, Papá Noel les pedía a los renos que subieran para colocarse encima del fuego y volcar la nieve de los cubos.
Después de dos horas de duro trabajo de equipo, Papá Noel y los elfos habían logrado apagar el fuego.
-Vamos a ver cómo ha quedado esto -dijo Papá Noel-. Tal vez se haya salvado algo.
Pero no se había salvado nada. Todos los regalos eran ahora cenizas. Y las máquinas, también.
-¿Qué vamos a hacer? -preguntó Elfino, el elfo que dirigía la fábrica-. Faltan solo doce horas para empezar el reparto. No podemos reponer los juguetes en tan poco tiempo. Las máquinas están hechas polvo.
-¿Guardamos aún las cartas? -preguntó Papá Noel.
-Están conservadas en la oficina postal -respondió Elforado, el encargado de las cartas de los niños.
-¿La fábrica de galletas ha sufrido daños? -preguntó Papá Noel.
-Sí, Papá Noel, el fuego no ha llegado allí -respondió Elfoso, el elfo que dirigía la fábrica de galletas.
-Pues ya está -dijo Papá Noel-, hornearemos galletas con la forma de los juguetes que han pedido los niños.
-¿Qué? -preguntaron todos los elfos a la vez.
-De alguna manera hay que solucionar esto, y no querréis que los niños se queden sin regalos -dijo Papá Noel.
-A muchos no les gustará -dijo Elferencio, uno de los elfos encargados del control de calidad (sí, también hay elfos que hacen estas cosas).
-Les dejaremos una nota de disculpa explicando lo que ha ocurrido -dijo Papá Noel.
-Yo me ocuparé de eso, Papá Noel -dijo Elferantes, el elfo escritor.
-Ahora, vamos, manos a la obra, que tenemos mucho trabajo que hacer -dijo Papá Noel.
Esa Nochebuena, Papá Noel repartió millones de galletas con forma de muñeca, de camión, de coche, de bicicleta y muchas formas más.
Cuando, al día siguiente, los niños vieron las galletas y leyeron las cartas, pasaron muchas cosas. Unos, la mayoría, se preocuparon mucho. Otros, solo unos pocos, se enfadaron y ni siquiera probaron las galletas.
Los que se preocuparon mucho miraron al cielo y pidieron que todos estuvieran bien. También dieron las gracias por las deliciosas galletas que los elfos se habían esforzado en hacer para ellos. Esos recibieron sus juguetes de verdad días más tarde, gracias a la colaboración de los Reyes Magos.
Los que se enfadaron no recibieron nada más. Ni siquiera los Reyes Magos pasaron a dejarles los que tenían para ellos.
En su lugar recibieron una nota en la que les invitaban a ser comprensivos cuando los demás tienen problemas, y también a ser agradecidos con lo que hayan recibido, aunque no sea lo que esperaban. Al fin y al cabo, la magia de los regalos de Navidad está en el cariño que Papá Noel y todo su equipo de elfos ponen para hacerlos.
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